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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Ano 8 - N° 394 - 21 de Diciembre de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Una Navidad diferente
 

  

Carlinhos era muy pobre y se habituó desde pronto a ayudar en el sustento de la casa.     

Un bondadoso señor, dueño de un taller mecánico, permitía que él allí permaneciera como aprendiz, haciendo pequeñas tareas como limpiar piezas, barrer el suelo, llevar recados y a veces, hasta hacer cobros.

La madre, pobre lavandera, se esforzaba para suplir las necesidades de la familia, constituida por Carlinhos, de ocho años, y dos hermanos más pequeños, mientras el padre, siempre desempleado, vivía por los bares.

Cierto día, Carlinhos volvió muy cansado para casa, tras un día exhaustivo, y encontró al padre, borracho, peleando con su madre porque la cena no estaba lista. 

La buena señora, pacientemente, explicaba al marido que había lavado ropas el día entero y que había llegado del trabajo hacía poco tiempo,

pero que iría a ver qué comer.  

La Navidad se aproximaba y la ciudad se encontraba en clima de fiesta. Las tiendas llenas de juguetes, árboles adornados y las calles iluminadas, mientras músicas navideñas recordaban a las personas que la Navidad estaba llegando.

Al entrar en casa y percibir el ambiente cargado, la madre llorando en una esquina y los niños asustados, Carlinhos sintió una gran tristeza. Fue para el cuarto, sin conseguir detener las lágrimas.

Al ver al hijo llegar a aquella hora, todo sucio de grasa, cansado de tanto trabajar, el padre tuvo un momento de lucidez. Sintió vergüenza de sí mismo y fue detrás de Carlinhos.

En la puerta del cuarto paró. El chico estaba arrodillado al lado de la cama orando. No deseando interrumpir, el padre se quedó a oír lo que el hijo decía.

— Jesús querido. Se aproxima la Navidad y veo a todas las personas felices, pero yo me siento muy infeliz porque me gustaría dar alguna cosa para los niños y no tengo dinero. Mamá trabaja mucho y yo también, sin embargo no conseguimos ganar lo suficiente para los gastos. Mi padre se enfada y pelea con nosotros. Ayúdanos Jesús para que podamos tener una Navidad mejor y dar al papá lo que él necesita.

Lleno de vergüenza, el jefe de la casa se apartó, emocionado.

No dijo nada a nadie. Al día siguiente, Antonio se levantó bien pronto y salió, para sorpresa de todos que acostumbraban a verlo durmiendo hasta tarde.

Estaba serio y no gritó con los familiares. Aquel día él no volvió borracho para casa y en los otros días tampoco.

En la víspera de la Navidad llegó bien tarde. Cansados de esperarlo, los familiares se fueron a dormir, seguros de que volvería borracho para casa.

¡Al día siguiente, oh, sorpresa!... Al despertar los niños vieron en la sala, un pequeño árbol de Navidad y, bajo el, diversos paquetes.

Gritaron de alegría, despertando toda la familia y abriendo los regalos. Con espanto, Carlinhos y su madre no sabían como explicar aquel milagro.

Antonio, que observaba un poco alejado la reacción de los niños, miró con cariño a todos y se dirigió al hijo más mayor:
 

— ¡Carlinhos! Gracias a ti, mi hijo, hoy soy un hombre diferente. Perdóname por haber sido un mal padre y un peso para vosotros. Tengo una buena noticia para todos. No estoy bebiendo más y hasta conseguí un empleo. Tus oraciones fueron atendidas, mi hijo.

Y, después de esas palabras, abrió los brazos satisfecho y lleno de dignidad, exclamando:

— ¡Feliz Navidad para todos!

Sonrientes y sin poder creer en tamaña felicidad, la mujer y los hijos se anidaron en los brazos de aquel hombre que había recuperado su verdadera posición dentro de aquella casa, mientras Carlinhos suspiraba feliz, diciendo:

— ¡Ahora, al final, somos realmente uma família! ¡Gracias a Jesús!
 

                                                                  TIA CÉLIA
 



                                                                                   



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