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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 8 382 – 28 de Septiembre de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El pequeño indio
y el conejo

 

  

Cierta vez, en un bonito lugar, vivía Pari, pequeño indio que andaba siempre por la maleza acarreando problemas y disgustando a los animales que allí vivían. Sus padres decían:

— Tú no puedes actuar así, Pari. ¡Los animales son nuestros amigos y vivimos como hermanos! Tampoco puedes destruir los árboles y las plantas, que son nuestras amigas y nos dan alimento, sombra y nos protegen del sol.

Pero el pequeño indio, irritado, fruncía la cara, torcía la nariz, cogía su arco y flechas y salía lejos de los padres.

Cierto día él caminaba por el campo cuando vio a un conejito espiando por entre los matorrales de vegetación. Rápido, cogió una flecha, la colocó en el arco; estiró bien la cuerda, hizo puntería y tiró. ¡La flecha pasó silbando!...

Sin embargo el conejo, muy experto, salió saltando en la huída, escondiéndose del indio que lo buscaba por todos lados.
 

De repente, el pequeño indio oyó una carcajada detrás de él y se volvió: ¡era el conejo!

— ¿Tú estás riendo de qué, conejo bobo?

El conejo paró de reírse, y confesó:

— ¡De ti! ¡Nunca vas a acertarme con tus flechas! ¡Soy mucho más rápido y ágil que tú!

— ¡Pues entonces, tú vas a ver! — dijo Pari con rabia, cogiendo otra flecha y tersando el arco para tirarla al conejo.

Pero, para su desesperación, cuando tiró la flecha, nuevamente el conejo, que era el mejor corredor de la maleza, ya había desaparecido.

Entonces, el pequeño indio se sentó en el suelo y, muy triste, se puso a llorar.
 

Al velo con aquella tristeza, el conejo sintió pena de él y se aproximó, con mucho cuidado:

— ¿Por qué estás llorando, pequeño indio?

El niño miró para él y habló:

— Es que no consigo alcanzar a nadie con mis flechas. ¡Siempre fallo!... ¡Tal vez no tenga buena puntería!

El conejo pensó un poco y consideró:

— ¡Tú tienes buena puntería sí, pequeño indio, sin embargo tal vez no debas andar por ahí queriendo acertar a todos los animales y aves que encuentras!

— Por qué? — preguntó Pari.

— Porque, en respeto a la naturaleza, sólo debes alcanzar algún animalito cuando tuvieras mucha hambre, ¿entendiste? Aprendí que no debemos matar por placer. Sólo por necesidad. ¡Así como tampoco podemos arrancar frutos de los árboles si no estuviésemos con hambre y necesitemos los alimentario!

El pequeño indio balanceó la cabeza y respondió:

— Tú tienes razón, conejito. ¡Mi padre siempre me enseñó así, pero es que a mí me gusta salir por la maleza tirando mis flechas! Sin embargo, a partir de hoy, no haré más eso. ¿Quieres ser mi amigo?

— ¡Claro que quiero! ¡Vamos a jugar juntos y dar buenas carcajadas!
 

Así Pari, el pequeño indio, salió caminando con el conejo, que iba a saltos. De repente, apareció una grande cobra y el conejo, que daba carcajada, no vio.

El pequeño indio, que vio a la cobra,

rápidamente cogió una flecha, hizo puntería y tiró. El conejo quedó pálido de susto al ver a su nuevo amigo con el arco en puño, listo para tirar, y gritó:

— ¡No!...

— ¡Acerté! ¡Menos mal!... — dijo el pequeño indio, aliviado.

¡Al oír eso, el asustado conejo comenzó a palparse para ver si su cuerpecito estaba herido, ya sintiendo hasta dolor!...

Pero el pequeño indio, riendo, le mostró:

— ¡Conejo, casi que esta cobra te muerde! ¡Y mira que ella es venenosa!

El conejo, con los ojos muy abiertos, miró a su vuelta y vio una gran cobra estirada, que fue alcanzada por la flecha. Casi se desmayó de susto, pero, aliviado, agradeció al pequeño indio:

— ¡Pequeño indio, yo pensé que tú estabas tirando para mí! ¡Gracias, mi amigo, si no fuera por ti yo no volvería para mi casa hoy!

Ellos se abrazaron y, desde ese día en delante, se hicieron grandes amigos, uno confiando en el otro.  El conejo llevó a su nuevo amigo para conocer su madriguera, y el pequeño indio lo llevó para conocer la comunidad donde vivía con su familia, y a todos les gustó mucho el conejo.

Y la paz volvió a la maleza a partir de aquel día. Como los indígenas de la tribu  apreciaron al conejo, que era muy simpático, comenzaron a pensar en cambiar de alimentación.

De ese modo, partieron para el cultivo de plantas que pudieran comer, como la mandioca, el maíz y otras plantas.

MEIMEI

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 4/08/2014.)




                                                                                   



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