WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 8 363 – 18 de Mayo de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Don de curar


  

Hélio, chico de diez años, de sentimientos buenos y deseo de servir, en sus oraciones pedía a Jesús que lo ayudara a ser útil a su prójimo.

Tanto él pidió que cierta ocasión, en la escuela, vio a un amigo que no estaba bien y preguntó qué estaba ocurriendo. Con la mano tocando la cabeza y expresión de dolor, Vítor se quejó:
 

— ¡Ay!... Mi cabeza me está doliendo mucho, Hélio.

En aquel momento, Hélio sintió voluntad de ayudar al compañero. Extendiendo la mano, tocó la cabeza del chico y dijo con seguridad:

— Jesús va a ayudarte, Vítor. No te preocupes, tu dolor va a pasar.

En la misma hora el dolor desapareció y el otro miró para Hélio, sorprendido.

En la hora del recreo, Vítor contó a otros compañeros lo que había ocurrido e inmediatamente todos cercaban a Hélio, todo avergonzado.

— ¿Qué hiciste tú para curar a Vítor? — preguntó uno de ellos.

— No hice nada. Sólo pedí ayuda a Jesús, y sentí que el dolor iba a pasar si yo colocaba la mano en la cabeza de él.

— Entonces, quiero que cures mi pierna, Hélio — pidió Celeste. — Hace un mes que me duele sin parar. Ya fui al médico, pero no la curó.  ¡Por favor!

— Voy a intentar — dijo Hélio, con duda.

Él extendió la mano para la pierna de la compañera y en la misma hora la pierna de ella quedó buena. Los niños tocaron las palmas, entusiasmados.

Al día siguiente, un pariente de Vítor, fue a buscar al chico a casa, pero él se negó a ayudar, temiendo que la madre lo viera y él tuviera que explicar algo que, para él, no tenía explicación. Pero el joven insistió:
 

— Hélio, tengo dolor en el estómago. Yo te doy una moneda si me curas.

Al oír la propuesta, los ojos de Hélio brillaron. Él estaba juntando dinero para comprar un aparato móvil. Decidió aceptar. Extendió la mano, y tocó la barriga del muchacho, e

inmediatamente estaba con la moneda prometida en su mano.

A partir de ahí, Hélio comenzó a cobrar una moneda para curar a las personas. Al ver tanta gente tocando a su puerta, la madre de Hélio se extrañó y preguntó qué estaba ocurriendo. El niño contó la verdad a la madre y ella, preocupada, explicó:

— Mi hijo, si lo que me contaste es verdad, tú recibiste de Jesús el don de curar, que exige mucha seriedad, pues es algo que no es tuyo. Te fue dada esa facultad para ayudar a las personas. Como no es algo que tú compraste — ¡vino de Jesús! — no puedes poner precio. ¿Entendiste?

Sí, Hélio había entendido, pero no conseguía parar. Así, continuó recibiendo una moneda por colocar la mano en las personas y ellas quedaban curadas. ¡Hasta el día en que nada ocurrió!

— ¡Devuélveme mi moneda! — gritó alguien. — Continúo con dolor. ¡Tú no hiciste nada!

A partir de ahí, las personas comenzaron a pelear con Hélio, queriendo golpear a él por no conseguir curarlas, y él tuvo que huir para casa, escondiéndose bajo la cama.

Tras calmar al pueblo y los revotados se alejaron, la madre fue a buscar al hijo. Hélio salió de su escondite, llorando de miedo. La madre lo abrazó y se sentó con él para conversar.
 

— Mi hijo, ¿te acuerdas de que te alerté, afirmando que tú podrías perder esa facultad de curar si continuabas cobrando por tus servicios?

El niño bajó la cabeza, concordando:

— Sí, mamá. Yo me acuerdo. Pero como estaba juntando monedas para comprar un teléfono móvil... Creí que no haría mal si continuaba un poco más. ¡Después, yo iba a parar!

— Sólo que no podemos poner precio a aquello que no nos pertenece, hijo. La mediumnidad de cura es dada por Dios para ayudar al prójimo. Jesús dijo que debemos dar gratuitamente lo que recibimos gratuitamente. Jesús y los apóstoles eran muy pobres, pero no cobraban por las curas que hacían. Hélio, las curas eran de los Amigos Espirituales que hacían, mi hijo, no tú.

El chico se puso a llorar sentidamente:

— Madre, yo pedí a Jesús que me diese una manera de ayudar a las personas, hacer algo de bueno y de útil para ellas. Sólo que, cuando me ofrecieron dinero, el interés hizo que yo aceptara.

— Exactamente. Entonces, busca ayudar de otro modo.

— ¿Como?

— Tú encontrarás una manera. Observa a las personas y ve lo que ellas necesitan.

A partir de ese día, Hélio pasó a observar a los compañeros, las personas de la calle, los vecinos, y descubrió que todos necesitaban de ayuda. Había compañeros que no entendía matemática, y él se dispuso a enseñar; cuando tocaban a la puerta de su casa necesitando de alimentos o de ropas, él daba; un vecino estaba triste por haber perdido a la esposa y Hélio pasaba horas consolándolo, explicando que nadie muere y que, un día, él tendría noticias de la esposa. Y así por delante.

Luego nadie más se acordaba de aquella época en que Hélio podía curar, pero se acordaban de él como el compañero servicial, el vecino cariñoso que le gustaba oír a las personas, de ayudar a la madre que necesitaba salir, aceptando cuidar de un niño, o al chico que estaba siempre dispuesto a ayudar a los necesitados que pasaban por la calle.

Pero la madre, observando las acciones de Hélio, como él se dedicaba al prójimo, a veces decía al hijo:

— Continúa así, mi hijo. ¿Y, quien sabe, un día, tú puedas volver a curar?...

                                                                  MEIMEI

(Recebida por Célia X, de Camargo, em 26 de agosto de 2013.)



                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita