WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Especial Português Inglês    
Año 7 349 – 9 de Febrero de 2014
AMERICO DOMINGOS NUNES FILHO     
amecgs@terra.com.br     
Rio de Janeiro, RJ (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Americo Domingos Nunes Filho

Lo primordial “Nacer de nuevo”: la reencarnación

 
 
La Doctrina Espírita y el Evangelio de Jesús enfatizan la necesidad primordial de la reencarnación para la evolución del Espíritu, enseñanza igualmente encontrada en el Zoar: "Todas las almas son sometidas a las pruebas de la trasmigración" y en la Cabala: "Son los renacimientos que permiten a los hombres purificarse”.

Según el Espiritismo, solamente por la reencarnación el ser espiritual puede crecer espiritualmente y, permaneciendo al margen de la dimensión física, queda estacionado en el camino evolutivo (Q. nº 175(a) de “El Libro de los Espíritus”). En la obra “La Tierra y el Sembrador”, el compañero Salvador Gentile hace la siguiente pregunta: “Chico Xavier, ¿por qué se dice que el Espíritu para evolucionar necesita encarnarse? ¿En el Mundo Espiritual, él no evoluciona? ¿Cuál es la diferencia principal entre los dos rangos de evolución en cuanto al aprendizaje?” Corroborando la codificación kardecista, el ilustre médium dice que “ingresados en el cuerpo terrestre es que somos instruidos acerca de la necesidad de más amplia armonización de nuestra parte, unos con los otros, ciertamente porque, viviendo en las esferas espirituales próximas de la Tierra, con aquellos que son las criaturas absolutamente afinadas con nosotros, no percibimos de pronto las necesidades de perfeccionamiento y progreso. En una comunidad ideal, con veinte, cuarenta o diez personas razonando por un rango sólo, estamos tan felices que corremos el riesgo de permanecer estancados en cuestión de evolución por mucho tiempo. Beneficiados con la reencarnación, el estacionamiento es roto de modo natural...”.

La vida del Espíritu es una educación progresiva – Realmente, la evolución del Espíritu es compulsoria en un ambiente físico como el de la Tierra, desde que, en la vibración etérea del universo espiritual, los individuos estarían sintonizados sólo con sus semejantes, situados en el mismo rango vibratorio. En el ambiente terreno o en mundos semejantes, la diversificación, el contacto o el intercambio con seres encarnados, en diferentes grados evolutivos, permite el perfeccionamiento espiritual.

Fue hecha la siguiente pregunta a Léon Denis: “¿Por qué el Espíritu que está en el espacio encarna en un cuerpo?”. El insigne compañero respondió: “Porque es la ley de su naturaleza, la condición necesaria de su progreso y de su destino. La vida material, con sus dificultades, necesita del esfuerzo y el esfuerzo desarrolla nuestros poderes latentes y nuestras facultades en germen”. El ilustre filósofo del Espiritismo enfatiza que “el Espíritu reencarna tantas veces cuantas sean necesarias para alcanzar la plenitud de su ser y de su felicidad. La vida del Espíritu es una educación progresiva, que presupone una larga serie de trabajos a realizar y de etapas a recorrer. El Espíritu sólo puede progresar retomar, renovando varias veces sus existencias en condiciones diferentes, en épocas variadas, en medios diversos. Cada una de sus encarnaciones le permite filtrar su sensibilidad, perfeccionar sus facultades intelectuales y morales” (“Synthêse Spiritualiste Doctrinale et Pratique”, págs. 25 e 26).

La esencia espiritual necesita de un medio más consistente, de baja vibración, para evolucionar, venciendo las dificultades y obstáculos que la materia le proporciona. La evolución se procesa preferentemente en mundos planetarios inferiores, donde el cuerpo espiritual viene adquiriendo recursos demorados, en milenios de esfuerzo y recapitulación, en los múltiples sectores de la evolución anímica, a través de la reencarnación.

Los Espíritus son creados simples e ignorantes – La centella divina precisa de la pantalla física para sus adquisiciones y experiencias. Por su parte, el sector físico se perfecciona por la influencia espiritual.

En los campamentos de la erraticidad, estacionado en el rango evolutivo en que se encuentra, impedido de alzar grandes vuelos, el Espíritu se encuentra envuelto por su conciencia, la cual constantemente le recuerda los actos practicados en vivencias reencarnatorias pasadas y la necesidad de la reparación de los equívocos, exhortándole la planificación de su futuro, preparándose para una etapa más en la arena física, sabiendo que “el espíritu está listo, pero la carne es débil” (Marcos 14:38).  Difícil tarea será la práctica del bien y el desprendimiento de las cosas físicas por cuanto las tentaciones del poder y el hedonismo estarán presentes, envolviendo al viajante terreno en las telas del egoísmo, del orgullo, de la prepotencia y de la vanidad.   

En “ELE”, en la cuestión 132, Allan Kardec pregunta: “¿Cuál es el objetivo de la encarnación de los Espíritus? La respuesta, lista y objetiva: “Dios les impone la encarnación con el fin de hacerlos llegar a la perfección...”, la cual corresponde al estado de los Espíritus puros, posible de ser alcanzadas por todas las criaturas que trillan victoriosas los caminos de las pruebas y expiaciones en la dimensión de la materia, adquiriendo el progreso moral e intelectual.” Es resaltada la importancia de que todos los seres espirituales pasen por todas las vicisitudes de la existencia física, mientras en el ítem siguiente, cuestión 133, los instructores del más allá corroboran que “todos los Espíritus son creados simples e ignorantes y se instruyen en las luchas y tribulaciones de la vida corporal”.

“Lo que es nacido de la carne es carne”, dijo Jesús – Es, por lo tanto, primordial para la individualidad espiritual el renacimiento en el cuerpo somático, enfrentándose con la resistencia propia de la materia, teniendo la oportunidad excelsa de despertar dentro de sí las potencialidades divinas, acarreando el crecimiento evolutivo.

"En verdad, en verdad, te digo: Nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo” (Juan 3:3). “No te maravilles de lo que yo digo: os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7): Según el Evangelio de Jesús, es obligatorio el renacimiento en la carne para obtener el Reino de Dios, es decir, para encontrar dentro de cada uno la divinidad que le da la vida y ese buceo interior es obtenido a través de las incontables oportunidades reencarnatorias (”Lo que es nacido de la carne, es carne”).

El cuerpo humano, constituido de carne y agua, sirve como vehículo del alma en el camino de la evolución. La baja vibración propia de un mundo inferior, como la Tierra, propicia al Espíritu aún claudicadon la revelación de su interior. El verdadero autoconocimiento es proporcionado por la vida en la materia, comenzando el ser a transmutar todo lo que es inferior dentro de sí, transformándose paulatinamente de bruto en ángel, con el desprendimiento de las cosas materiales, con el ejercicio continuo de servicio desinteresado al prójimo, en las victorias sobre las pruebas y expiaciones. De entrada, subiendo los incontables escalones de la evolución, sujeto a los renacimientos físicos, aún denominado de “nacido de mujer”, y haciéndose, finalmente, producto de la Humanidad o “Hijo del Hombre”, conquistador de la propia individualidad, apto a habitar las esferas superiores como Espíritu puro.

Para Roustaing, la encarnación humana es un castigo – Cristo es un ejemplo de alguien que ya halló ese Reino Celestial. Él habló de lo que sabe, de lo que anheló encontrar: “Nadie subió al cielo sino aquel que descendió del cielo, a saber, el Hijo del Hombre” (Juan 3: 13).

Para los que se encuentran en la retaguardia en la evolución, Jesús se presenta como el camino a continuación, ofreciéndoles sus enseñanzas y ejemplificaciones para que, en cada vivencia física, haya más experiencias y adquieran más aptitudes.

La evolución fugaz del ser espiritual, en la dimensión extrafísica, es bien explicada por Jesús, cuando aborda la “Parábola del Hijo Pródigo”, citando el hijo más viejo como alguien paralizado, estacionado, en la evolución, temeroso de ir adelante, lo que no hizo su hermano más joven, llegando al punto de “comer de los restos de los cerdos”, es decir, pasar por las tenaces atribulaciones de la vida somática, pasando por el sufrimiento restaurador, tanto expiatorio como por pruebas, y recibir los honores de la victoria conquistada.

Acerca del tema en sí, es necesario apuntar, de entre muchos, un error grave doctrinario encontrado en la decadente obra “Los Cuatro Evangelios” de Roustaing, donde se encuentra la tesis fundamental de que “la encarnación humana es un castigo y no una necesidad” (vol. 1, pág.317). Ese enunciado, completamente contrario a la codificación espírita y al Evangelio de Jesús, fue así listamente repelido por Kardec, sin rodeos, en la obra “La Génesis”, en el cap. XI, esclareciendo que “la encarnación, por lo tanto, no es, de modo alguno, normalmente un castigo para el Espíritu, como piensan algunos (referencia clara a los pensadores de todas las épocas, principalmente la de Roustaing y su apócrifa obra), sino una condición inherente a la inferioridad del Espíritu y un medio de progresar”.

Reencarnar es, como el nombre dice, volver a la dimensión física – La repelente tesis es reforzada con la información desvirtuada de que, además de ser compulsoria la encarnación para todos los Espíritus que no consiguieron evolucionar en la dimensión extrafísica, incluso entidades superiores, algunas, inclusive, construyendo mundos en el Universo, pueden extraviarse, dominadas por el orgullo (?) y sean tiradas en la Tierra (“ángeles decaídos”), donde darán vida, por castigo divino, a formas repugnantes, conteniendo miembros en estado latente, arrastrándose o deslizándose en el suelo. Según esa abominable tesis, esos seres se agrupan en los lirios del campo y son denominados como “criptógamos carnosos” (vol. I, pág. 313). El Espiritismo afirma lo contrario, enseñando que los Espíritus no degeneran, “pueden hasta permanecer estacionarios, pero no retrogradan” (”ELE”-Q. 118). Felizmente, esa aberración científico-espiritual no es atributo de la Doctrina Espírita.

En verdad, los falsos profetas de la erraticidad siempre están listos intentando solapar la magnánima y excelsa Doctrina de Jesús, como está siendo verificado, actualmente, con la publicación de obras mediúmnicas trayendo fantasías, verdaderos delirios, indigestos frutos de la fascinación espiritual, relatando actividad sexual en la erraticidad, con fecundación y nacimientos de Espíritus, de almas de aves y de animales. La aberración es tan intensa que definieron el inusitado fenómeno de “Reencarnación en el Plano Espiritual”, hiriendo, no solamente la codificación kardecista, como igualmente el vernáculo, desde que reencarnar (prefijo “re”   encarnar, del latín incarnare) es volver a la dimensión física, o sea, vuelve el Espíritu a habitar un cuerpo carnal con el objetivo de ajustarse y perfeccionarse en la senda del progreso a que todos  los seres están predestinados. Por lo tanto, sólo se reencarna, es claro, en la carne. La creación o fecundación de Espíritus es esencialmente obra divina. Es extrema tontería, intenso disparate, retirar de Dios la creación de los Espíritus. Los que creen en tamaña aberración son portadores de santa ingenuidad y merecen de todos los espíritas mucha consideración y aprecio, no olvidándose de rogar por ellos en las largas plegarias.


Americo Domingos Nunes Filho, del Rio de Janeiro-RJ, es médico.

 


 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita