WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 347 – 26 de Enero de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Gigi, la jirafita

 

En un bosque, una linda hijita de jirafa andaba corriendo por medio de los árboles, oliendo las hojas, las flores y todo lo que encontraba. Era muy joven y todo una novedad para ella.  

Encontró a un conejito e invitó:

— ¡Hola! Yo soy Gigi. ¿Vamos a jugar?

El conejo meneó la naricita y agitó el rabito, después dijo, haciendo poco caso:

— No es posible jugar contigo, Gigi. ¡Eres muy grande y deformada!

Gigi bajó el enorme cuello y se alejó muy triste.

Más adelante, encontró una laguna y vio a un hijito de sapo que estaba descansando. Llegó cerca, se presentó y

lo invitó para jugar.
 
 

El sapito, que dormía satisfecho después de comer muchos insectos, abrió los grandes ojos para ver quién estaba hablando, después respondió:

— ¿No te miras, Gigi? ¿Cómo puedo jugar con una jirafita gigante? Además de eso, ahora estoy descansando.

Nuevamente, Gigi se alejó triste, caminando con la cabeza baja, e inmediatamente encontró un animal desconocido. Curiosa, preguntó:

— ¡Hola! ¡Yo soy la jirafita Gigi! Y tú, ¿quien eres? ¿Vamos a jugar?

— Yo soy el osito Bola. No puedo jugar contigo, Gigi; eres muy alta.  

Gigi se volvió para irse, desanimada por no haber encontrado un amigo para jugar. De repente, sintió un olor diferente y, llena de miedo, gritó:

— ¡Corred! ¡Un tigre viene ahí buscando comida! ¡Corred! ¡Corred!...

Más que deprisa, el conejito se metió en su madriguera, el sapo buceó en el lago, y el osito subió a un árbol bien alto. Y Gigi, con sus largas piernas, corrió de vuelta para casa.

El enorme tigre pasó a gran velocidad y se fue.

Los animales fueron saliendo de sus escondites y se reunieron.

Dijo el osito:

— ¡Si no fuera por Gigi, ahora seríamos comida de tigre!

Los otros balancearon la cabeza concordando, arrepentidos por la manera como la habían tratado. Entonces, decidieron buscar a la jirafita. Después de mucho andar, vieron a Gigi cogiendo hojas de un árbol para comer, junto a su madre.

Se aproximaron y, avergonzados, agradecieron a ella por haberlos salvado del tigre. Después, el osito propuso:

— Gigi, ¿quieres jugar a esconde-esconde con nosotros?

— ¡Vamos! — insistieron todos.

Ella estuvo de acuerdo, satisfecha y alegre, al ver que no la rechazaban más.

— ¡Entonces, yo voy a buscar a vosotros! — decidió el osito, escondiendo la cara en el tronco de un árbol y contando hasta diez: Uno, dos, tres... diez. ¡Ya!

El osito comenzó a buscar y a la primera que halló fue a Gigi, difícil de pasar desapercibida por su tamaño. Ella se entregó toda feliz.

— Ahora es tu vez, Gigi. ¡Esconde la cara y comienza a contar!

Luego, Gigi salió a buscar a sus amigos. Como era alta, no le era difícil ver donde estaban, pero ella fingía que no los estaba viendo.

— ¡¿Dónde estáis vosotros?!... — gritaba ella, hasta que, tras mucho tiempo, metiendo la cabeza en un grupo de plantas, consiguió hallar a uno de ellos.

Los amigos adoraron jugar con Gigi. Ella era simpática, alegre, buena compañera, y se hizo querida por todos. 

Entonces, el conejo, el sapo y el osito entendieron que no debían hacer juicio apresurado de nadie. Todos los animales son diferentes unos de los otros, pero cada ser tiene sus cualidades, cuando conseguimos conocerlos.
 

Cierto día, Gigi llegó trayendo a una nueva amiga, que presentó al grupo:

— ¡Amigos, esta es la leopaldiña Dina! Yo la encontré llorando, muy triste, porque mataron a su madre. ¡Dina se quedó sola en el mundo y necesita de amigos!

Los demás intercambiaron una mirada, después

corrieron a abrazar a la nueva amiga.  

— ¡Bienvenida a nuestro grupo, Dina! — gritaron, enlazándola, contentos.


                                                       
MEIMEI


(Recebida por Célia X. de Camargo, em Rolândia-PR, em 4/11/2013.)  

 


                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita