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Año 7 324 – 11 de Agosto de 2013
FELINTO ELÍZIO DUARTE CAMPELO   
felintoelizio@gmail.com     
Maceió, Alagoas (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Felinto Elízio Duarte Campelo

Pasado, presente
y futuro

Si nuestro pasado fue delictuoso y nuestro presente es de reparación, nuestro futuro será de perfeccionamiento espiritual, rumbo al Señor de la vida


La historia que pasamos a narrar fue inspirada en un cuento del Hermano X cuyo título y nombre del libro se nos fue de la memoria. Nos acordamos sólo de la preciosa enseñanza dejada y del desenlace del caso. Introduzcamos, entonces, algunas ideas para dar cuerpo a nuestro trabajo. Quién conoce el texto original no juzgue que pretendamos plagiar al autor de tan alto nivel intelectual y espiritual. Nos movió tan solamente el propósito de divulgar un mensaje de esperanza en un futuro redentor para todos los que andamos por los tortuosos caminos del desamor, del error, de la desilusión.

Temido malhechor por donde pasaba esparcía el terror asaltando personas, saqueando villas, violando hogares, cortando vidas. Su fama de perverso corría acelerada entre las aldeas de la región en que habitaba y, cuando se aproximaba, el pueblo, en pánico, buscaba ocultarse huyendo de su alcance.

Cierta fecha, después del pillaje de un lugarejo, se detuvo en una esquina donde un niño hambriento le extendía las manos suplicando auxilio. No sólo las personas que acechaban por detrás de las ventanas como sus propios colegas recelaron por la suerte del niño que había osado dirigirse al insensible criminal.

Con fría indiferencia, exhibiendo una sarcástica sonrisa de superioridad a realzarle la rudeza del corazón, contrariando aún toda y cualquier expectativa, tiró un pedazo de pan para mitigar el hambre del sufrido chico. El alma endurecida de aquel hombre, tal vez inconscientemente, por primera y única vez, practicó un acto de bondad.

Transcurrido algún tiempo, el facineroso desencarnó, yendo su Espíritu a purgar en el valle del dolor, en las más densas tinieblas donde los años se desplegaban en penoso sufrimiento. 

Nada veía; sin embargo, oía aterrorizado los gemidos y maldiciones de sus incontables víctimas hasta que las primeras expresiones de arrepentimiento aflorasen de su corazón embrutecido.  

Aquella criatura de pasado infame vertia
gruesas lágrimas

En ese instante, a pesar de la total oscuridad en que se hallaba, pudo divisar un lejano punto luminoso a irradiar resplandeciente en dirección a su ser tan atribulado. Aquella luz que venía a traerle aliento y esperanza brotaba de las plegarias del niño desde aquel día memorable, elevadas a los cielos en favor de aquel que, con un único gesto benévolo en toda su vida, saciara su hambre.

Aquella criatura de pasado infamante vertia gruesas lágrimas, como brasas a recalentarle el rostro deformado por la experimentación de tantos dolores y desesperación. Era todo el remordimiento y pesar.

Él fue la vivencia del mal; pero rezaba ahora, en profundo y respetuoso recogimiento, al Padre Celestial. Reexamina su criminal PASADO de tristes reminiscencias, ocasión en que propagó en la Tierra el pavor, la orfandad, la viudez y contrajo pesados débitos, atrayendo para sí odios y rencores. Medita acerca de su PRESENTE de padecimientos y expiaciones donde verdugos desalmados le cobran sin compasión los males practicados. Contempla embobado el FUTURO, cuando podrá redimirse de sus transgresiones a las Leyes del todo Poderoso por medio de reencarnaciones regeneradoras.

Prosiguiendo en su oración, pide perdón a Dios, la oportunidad de liberarse de la carga de sus culpas en sucesivas vidas de trabajo, dedicación y sacrificios en pro de la humanidad. Pero, mortificado, se pregunta: ¿quién podría voluntariamente y de buen grado recibirlo como hijo? Él, que fue el mensajero del miedo, odiado y rechazado, no encontraría brazos acogedores.

De pronto, cual estrella del alba brillando en las tibias madrugadas de verano, el punto luminoso creció en tamaño y esplendor, esparciendo sus plateados rayos en el corazón que meditaba latiendo en armonía con el bien y el amor.

Inmediatamente, se estableció un cordón fluídico, plateado, entre el Espíritu que aspiraba a progresar y la humilde casa de probo obrero de mediana edad, el cual, en tiempos idos, fuera favorecido por una, y sólo una, acción indulgente practicada por el entonces pavor malvado.

El bien es el precioso alimento que tonifica
y revitaliza el alma

El sentimiento de gratitud, las oraciones diariamente proferidas en memoria del pecador crearon un hilo entre los dos hermanos en Dios. El hombre bueno y justo, trabajador y honrado se prepara para recibir en su hogar, como dilecto hijo, al tránsfuga de la Ley, con el compromiso de encaminarlo por el camino recto y digno del deber.

La ley reencarnacionista realza la Justicia Mayor, como en la historia aquí contada, en que el antiguo proscrito no fue tragado por las llamas eternas de un infierno incompatible con la Bondad de Dios. En vez de eso, por la reencarnación, él volverá al mundo material donde delinquió, portando probablemente limitaciones físicas o psicológicas, o soportando dolorosas tribulaciones para encontrar el camino del bien, la trilla segura de la regeneración, amparado y orientado por aquel que supo cultivar la gratitud.

Tanto como el mal es el tóxico que envenena al ser humano, el bien es el precioso alimento que tonifica y revitaliza el alma.

El único gesto bueno del réprobo le propició la posibilidad de redención, ya que todo bien practicado es debidamente registrado en la contabilidad divina y, cuando preciso sea, viene a testificar en beneficio de su agente.

Dios, Omnipotente, Omnipresente, Omnisciente, Padre de amor, bondad y justicia, no condena a ninguno de sus hijos a la eterna perdición. Al contrario, perdonando, les da siempre, por medio de otras encarnaciones, nuevas oportunidades para que, resarciendo deudas, corrigiendo rutas, amando, sirviendo, disculpando ofensas, iluminen sus almas, busquen la perfección meta sublime a ser conquistada por esfuerzo y mérito propios y jamás por privilegios o indulgencias compradas a peso de oro.

En contraposición a la teoría del infierno y de las condenas eternas, la ley del progreso espiritual en repetidas vidas es de todos los tiempos enseñada en todas las épocas.

En el Viejo Testamento, la encontramos en el profeta Ezequiel (33:11): “Por mi mismo interés – dijo el Señor Dios – que no quiero la muerte del impío, sino que él se convierta, que deje el mal camino y que viva”. 

Nuestro ayer influye en los días
de nuestra vida actual

Isaías, en el capítulo XXVI, v. 19, así se expresó: “Aquellos de vuestro pueblo a quién la muerte fue dada vivirán de nuevo, aquellos que estaban muertos en medio de mí resucitarán. Despertad de vuestro sueño y entonad alabanzas a Dios, vosotros que habitáis en el polvo; porque el rocío que cae sobre vosotros es un rocío de luz y porque arruinaréis la Tierra y el reino de los gigantes”. La versión de la Iglesia griega a los v. 10 y 14 del capítulo XIV de Job enfatizó: “Cuando el hombre está muerto, vive siempre; acabando los días de mi existencia terrestre, esperaré, por cuanto a ella volveré de nuevo”.

En el Nuevo Testamento están registradas las palabras de Juan (capítulo 3, v. 3): “Jesús le respondió: ‘En verdad, en verdad, te digo: Nadie puede ver el reino de Dios si no nace de nuevo’.” Y aún, en el capítulo 11, v. 25: “Jesús dijo: ‘Soy Yo quien levanta a los muertos y da a ellos una nueva vida. Todo aquel que cree en Mí, aunque muera como cualquiera otro, vivirá nuevamente’.” Más recientemente, Allan Kardec pontificó: “Nacer, morir, renacer, progresar siempre, tal es la ley”.

El nuestro ayer influye directamente en nuestro hoy, de igual manera que este determina nuestro mañana. Infinita es la bondad de Dios, pero, completa y perfecta es su justicia.

No pasamos por las vidas impunes de los crímenes y otros errores practicados.

He ahí por qué muchas veces reencarnamos en convivencia con dolorosas y amargas limitaciones, tales como:

·      limitación en la expresión de la inteligencia si, en otras vidas, la colocamos a servicio del mal;

•  limitación en la exposición de nuestros pensamientos a través de la palabra escrita, si, en experiencias anteriores, utilizamos este canal de comunicación como medio de corromper, de difamar, de promover el miedo y el dolor;

• limitación en la narración oral de nuestros sentimientos, si, en pasadas existencias, nos servimos de la palabra hablada para diseminar la duda, la discordia, la rebelión y el desamor;

• limitación de la visión sí, en nuestro ayer, sólo vimos lo que satisfacía el propio orgullo y vanidad, egoísmo y ambición;

• limitación del vigor físico si, en otra lugar, empleamos la fuerza para subyugar a los semejantes, esclavizándolos a nuestros caprichos;

• limitación de la salud si, en el pasado, practicamos desajustes y perversión de los sentidos. Sin embargo, Jesús el Excelso Propuesto de Dios nos aguarda y nos ofrece siempre nuevas oportunidades de rehabilitación, pues que ninguna de sus ovejas se apartará en definitivo del rebaño.

Jesús fue y es el ejemplo para quien quiere
progresar espiritualmente

Nuestro PASADO fue criminal, nuestro PRESENTE es de reparación, nuestro FUTURO será de perfeccionamiento espiritual, en la incesante búsqueda del Señor.

Así se manifiestan la justicia y la bondad divina, predicada y ejemplificadas por Jesús, Cristo Bendito de Dios.

Jesús, que, por su nobleza espiritual, podría haber descendido de padres ricos y poderosos,  quiso ser hijo de un humilde carpintero y de una joven simple y modesta, podría haber nacido en cuna de oro y habitar castillos encantados, escogió nacer en la simplicidad de un pesebre, tener como primer lecho las pajas de un establo y, como testigos de su nacimiento, animales domésticos.

Podría haber sido un ser alado, con alas doradas, a estar en la inmensidad del espacio, sin embargo, optó por pisar el polvo de la tierra, curando enfermos, consolando afligidos.

Podría haber convivido en lujosos palacios con los que detenían en las manos riquezas y poderes terrenos, pero decidió acompañarse de los pobres y necesitados, en los montes, a la vera del mar, al margen de los lagos y de los ríos, predicando la palabra de Dios.

Podría haber sido un gran rey y tener la Tierra a sus pies, sin embargo, afirmó que su reino no era de este mundo.

Jesús, por su grandeza espiritual, podría haber escrito compendios sólo accesibles a los sabios, sin embargo, se dedicó a instruir al pueblo simple por medio de sencillas parábolas; podría vencer por la fuerza los enemigos de la Buena Nueva, aún así prefirió subyugarse a rebelarse; podría haberse despedido de la Tierra en suntuosos funerales, pero aceptó la oscuridad de la cruz, en la cual perdonó a todos indistintamente.

Jesús fue simple y humilde, fue bueno y justo, su vida fue y es el ejemplo para quienquiera progresar espiritualmente.

JESÚS fue, es, y será

el CAMINO a ser seguido,

la VERDAD a ser buscada,

la VIDA s ser imitada.
 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita