WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 313 – 26 de Mayo de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Respeto

 

Fernando andaba por la calzada chutando todo lo que veía. Estaba nervioso y lo descargaba en las cosas y personas.
 

Pasando por una lata que alguien había tirado en el suelo, le dio un puntapié, tirándola en medio de la calle. Un conductor, intentando desviarla, casi golpeó a otro coche que venía en sentido contrario.

¡Pero Fernando ni lo notó! Con las manos en el bolsillo, caminaba protestando de la vida. De repente, él vio un pedazo de madera y chutó con fuerza, casi alcanzando a una mujer que venía a su encuentro. La mujer, muy enfadada, protestó:

— ¡Oh niño! ¿Por qué hiciste eso? ¡Podrías haberme golpeado!

Fernando murmuró y siguió su camino. Más adelante,

él tropezó con una niña que estaba con un helado en la mano. El helado cayó y la niña se puso a llorar.
   

¡Pero Fernandito ni le importo!

Cuando llegó a casa, noto que su hermana llegó junto con él. Aún enfadado, murmuró:

— ¡Ah! Llegamos juntos, Vivi. Ni te noté.

— Yo sé — ella respondió, seria.
 

Era hora del almuerzo y se acomodaron en torno a la mesa. El padre hizo una plegaria, que todos acompañaron mentalmente, después se sirvieron. Fernandito estaba hambriento. Vivi siempre dejaba que él se sirviera primero, por ser más pequeño. Pero ese día, insistió en llenar su plato primero, y él protestó:

— ¡Ah, Vivi! Yo me sirvo primero, ¿lo olvidaste?

La hermana se volvió para él y respondió seria: — De hoy en delante, no. Tú no lo mereces. Fernando abrió los ojos pensando: “¿Qué será que hice para Vivi esté enfadada conmigo?”.

Los padres se extrañaron, pero se quedaron callados. Después del almuerzo buscarían saber la razón del comportamiento de la hija, que siempre fue tan cariñosa con el hermano.

Más tarde, Fernando protesto:

— ¡Vivi, tú dejaste ropa en el suelo del cuarto de baño! ¿No sabes que necesitamos respetar las reglas?

La niña se volvió para el hermano, sorprendida, y preguntó:

— Es verdad, Fernandito. ¿Tú respetas las reglas? ¿Muestras respeto por las personas, por los niños?

En ese momento, Fernando se acordó de que la hermana había llegado de la calle junto con él. ¿Habría ella visto lo que él hizo? Con seguridad se lo habría contado a la madre. Entonces intentó justificarse:

— ¡Ah! Mamá, Vivi es chismosa. ¡No hice nada queriendo! ¡Yo estaba enfadado! Fui mal en una prueba y la Prof. Margarida me dio cero. ¡Yo protesté y ella me puso un castigo!

La madre, oyendo la explicación del hijo, entendió que él debería haber hecho mucho más y se acordó de que Fernando y Vivi llegaron a la misma hora.

— Entonces, cuéntame. ¿Qué hiciste tú en la calle, hijo mío?
 

— Nada, mamá. Cuando salí de la escuela, le di un puntapié a una lata, que golpeó en un coche. ¡No tuve culpa si el conductor casi choca con otro coche que estaba viniendo!

— ¿Y después? — insistió la madre, horrorizada.

— ¡Después...  chuté  un  pedazo  de

madera que golpeó a una mujer! ¡Pero no tuve intención, mamá, yo lo juro! — contó el niño.

Como la madre insistiera para oír el resto, él prosiguió:

— Tropecé en una niña y el helado de ella cayó en el suelo. ¡Ella se quedó llorando, pero no tuve culpa! — explicó el niño.

La madre lo puso sentado en el sofá y se sentó también. Con voz severa, preguntó:

— Fernandito, ¿tú tienes idea de lo que podría haber ocurrido hoy en la calle, en esas pocas manzanas que existen entre tu escuela y nuestra casa?

Intentando desviar el asunto, el niño protestó:

— ¡Mamá, no ocurrió nada grave! ¡Fue chisme de Vivi, cree en mí!

Con expresión seria, la madre respondió:

— Fernandito, tu hermana no me dijo nada. Tú eres quien necesita aprender a respetar a los otros, hijo mío. Nadie tiene culpa por tus problemas. Piensa bien: ¡Y si aquel coche hubiera chocado, el conductor podría hasta morir! ¡Y aquella señora que recibió el pedazo de madera, podría haberse herido o podría haber caído en el suelo y golpearse seriamente! ¿Y la niña que tu le tiraste el helado? ¡Si alguien de la familia lo hubiese visto, habría peleado contigo!

— ¡Pero mamá, yo no lo hice queriendo! ¡No quise crear problemas!

— Sin embargo, los creaste. No respetaste las reglas de convivencia con las personas, de civilidad, de respeto al ser humano. Colócate en el lugar de ellas. ¿A ti te gustaría que hicieran lo mismo contigo?

— ¡Claro que no, mamá!

— Entonces, hijo mío, debes actuar de la mejor manera con todos, como te gustaría que actuaran contigo. Además de eso, debemos preocuparnos en hacer corrección en nuestras acciones, y no hacer corrección de las otras personas.

Fernandito entendió perfectamente que había actuado mal y resolvió, en aquel momento, que haría todo diferente de ahí en adelante. Entonces, recordó:

— Mamá, yo respondí mal a la profesora hoy en la escuela. Voy hasta la casa de doña Margarida a pedir disculpas. ¡No puedo dejarlo para mañana! Quiero resolver eso hoy.

— Tienes toda la razón, hijo mío. ¡Ve con Dios! 

Fernando salió de casa y la madre sonrió, satisfecha, segura de que Fernando pensaría mejor para actuar, de ese día en delante.                           
 

                                                      MEIMEI


(Recebida por Célia Xavier de Camargo, em 22/04/2013.)


               
 
                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita