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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 11 - N° 516 - 14 de Mayo de 2017

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 


Cuidando el jardín

 

Un día, Manuela vio a su mamá trabajando en el jardín ¡y quedó fascinada! ¡Le pareció fácil!... En ese momento decidió que ella también arreglaría el jardín para que su mamá pudiera admirar su trabajo.

Entonces esperó una hora en que su mamá saliera a hacer varias cosas fuera de la casa y se despidió preguntando:

- Mamá, ¿vas a demorarte mucho en la calle?

La madre, notando la preocupación de la pequeña, la abrazó despidiéndose y le preguntó:

- ¿Estás preocupada, hijita? ¡Tranquila! Tengo varias cosas que hacer, pero volveré lo más rápido que pueda.

- ¡Está bien, mamá! ¡Te estaré esperando!

Ella besó de nuevo a su hija, movió la mano despidiéndose y salió de la casa.

Manuela esperó que su madre volteara la esquina y corrió hacia el patio trasero. Allí, tomó una pala, con la que su mamá revolvía la tierra, y fue al jardín de su madre, removiendo las lindas plantas que estaban allí.

Luego buscó un buen lugar para sembrar las plantas que había arrancado del jardín y que su mamá había plantado. Quería hacer todo rápido para que su madre lo viera al volver y quedara orgullosa de ella.

Entonces, escogiendo un lugar al fondo del jardín, cavó muchos agujeros y fue poniendo en cada uno de ellos una flor que había tomado de la de su mamá.

Cuando su mamá llegó a casa, Manuela estaba feliz con su actividad, y no veía la hora de mostrarle a su madre el jardín que había plantado.

Después del almuerzo, la mamá recogió los platos de la mesa, los puso en el lavadero de la cocina y, cogiendo una esponja, se preparaba para lavar los platos del almuerzo; pero con apuro de mostrarle  a su madre lo que había hecho, Manuela le dijo:

- ¡Mamá! ¡Tengo una sorpresa para ti!... ¡Ven conmigo al patio!

- Hija, ahora tengo que lavar los platos. Después voy, ¿está bien?

- ¡No, mamá! ¡Quiero que veas lo que hice esta mañana! ...

La madre, un poco preocupado porque sabía que a Manuela le gustaba inventar cosas, pensó que lo mejor sería acompañarla.

Entonces, se lavó las manos, se las secó, y luego acompañó a su hija al patio trasero.

Sujetando la mano de su mamá, la hija la llevó al lugar donde había plantado muchas especies de flores. Entonces, satisfecha de su trabajo, dijo:

- ¡Mira, mamá! ¡Yo las planté!... ¡Es un jardín como el tuyo! ¿Te gusta? ¡¿No está lindo?!...

La madre vio toda la tierra removida, las plantas colgadas de cualquier forma en el suelo y, ante la alegría de Manuela, preguntó:

- ¿Tú lo hiciste, hijita?

- ¡Sí, mamá! ¡Saqué tus plantas del jardín de adelante y las traje a mi jardín! ¿Te gusta? Quedó lindo, ¿no?

La mamá respiró profundo, apenada de ver el estado de las plantas que su hija había plantado y murmuró:

- Sí, están bonitas, Manuela. ¿Pero por qué no me pediste ayuda? ¡Te hubiera ayudado a arreglar un jardín!...

- ¿No te gustó, mamá?

- Me gustó, hija mía. Pero ven, siéntate aquí conmigo a la sombra de este árbol. ¿Sabes lo que pasa, Manuela? Cuando queremos hacer algo, primero tenemos que aprender.
 

- ¡Ah!... ¿Quieres decir que lo hice mal? – lloriqueó la pequeña, triste.

- Todos nosotros, ante algo nuevo, necesitamos aprender. Yo aprendí a cuidar de las flores con mi madre, ¡tu abuela Benedicta! Porque, si yo fuera a arreglar sola un jardín, lo haría mal.

- ¿Y ahora, mamá? ¡Arruiné tus plantas!

La mamá abrazó a su hija con cariño, tranquilizándola:

- No, Manuela, que no arruinaste nada. Pero, ¿qué te parece aprender a tratar con

las plantas? Vamos a hacer un horario, después de clases, y yo te enseñaré cómo hacerlo. ¿Está bien?

Manuela abrazó a su mamá, llena de alegría. Después, la mamá empezó a ayudarla a aprender cómo plantar flores. Desde el cuidado de los brotes hasta la importancia de ablandar la tierra para que ellas se sientas lo mejor posible al ser colocada en el suelo para crecer y convertirse en una hermosa planta.

Así, Manuela fue aprendiendo las lecciones que su mamá le daba, de modo que sus plantas pudieran crecer lindas y llenas de vida. Aprendió que hay especies que les gusta el sol, otras que les gusta la sombra; unas preferían más agua, otras menos.

Después, Manuela fue a ayudar a su mamá a rehacer su jardín, que estaba deshecho por los daños que la pequeña había hecho sin ningún cuidado.

Apenas terminaron el servicio, Manuela esbozó una gran sonrisa, y sugirió:

- Mamá, ahora que sé cuidar de las flores, ¿puedo cuidar de mi jardín y el tuyo también? Después de todo, yo fui quien lo arruinó todo, ¿no?

La madre dio un gran abrazo a la pequeña Manuela y sonrió:

- ¡Sí, querida! ¡Ahora ya aprendiste cómo cuidar de las plantas! ¡Entonces, nosotras dos vamos a cuidar de “nuestros” jardines!... 

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 6/3/2017.)


  


 



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