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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 450 - 31 de Enero de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Juego callejero
 

  

Roger, de ocho años de edad, se quejaba de tener que ir a la escuela. Ese día, sábado, lo que él quería era quedarse jugando en el patio, libre de toda actividad, servicio doméstico o tareas que traía para hacer en casa.

Mientras jugaba con su perrito, veía televisión o se estaba en la calle con los vecinos, todo estaba bien. Si su madre lo llamaba para que la ayude en el servicio, él protestaba:

- ¿Todo yo, mamá? ¡Quiero jugar!

- ¡Pero hijo, estás jugando hace horas! Estoy atrasada con el servicio y tu papá vendrá para el almuerzo, y tiene que estar listo. ¡Él tiene que regresar pronto al trabajo! ¡Ayúdame, por favor!

Sintiéndose obligado a ayudarla, entró llorando y reclamando:

- ¡Todo yo, mamá! ¡Ni siquiera puedo jugar un poco!

- Luego jugarás. Ahora, barre la cocina y luego preparas la mesa por mí, ¿sí?

El chico asintió de mala gana y, tomando la escoba, empezó a barrer. Pero había tanta mala voluntad en la forma con que hacía el servicio, que la mamá le dijo:

- No necesitas barrer más, Roger. Deja que yo misma hago eso.

- ¡Ah, qué bien! ¿Puedo volver a jugar?

Ella asintió con la cabeza, triste, pero Roger ni siquiera se dio cuenta. Abrió la puerta con una gran sonrisa y gritó:
 

- ¡Regreso más tarde, mamá!

Cuando el jefe de la casa llegó, la esposa estaba terminando de preparar el almuerzo y poniendo la mesa. Él quiso llamar a su hijo, pero su esposa dijo:

- No, querido. Déjalo jugar, después almorzará.

Se sentaron, hicieron una oración de agradecimiento a Dios por el día y por el

almuerzo que iban a comer. Conversaron un poco, pero pronto el marido tuvo que regresar al trabajo. Al salir, visto a su hijo que jugaba en la calle sin cansarse, todo risueño.

La madre recogió la mesa, arregló la cocina y se sentó en el sofá de la sala para ver las noticias en la televisión. Más tarde, Roger entró corriendo y gritando:

- ¡Mamá! ¡Tengo mucha hambre! ¿Vamos a almorzar?

- Nosotros ya almorzamos, hijo mío. Sólo faltas tú.

El chico se extrañó, pero no dijo nada. Corrió a la cocina, pero viendo todo limpio y ordenado, preguntó:

- ¿La mesa no está puesta, mamá?

Y mirando las hornillas de la cocina:

- Y la comida, ¿dónde está?

La madre se levantó del sofá y entrando en la cocina, explicó:
 

- Hijo mío, seguro que viste cuando tu papá llegó para almorzar y no dejaste el juego. Pensé que no querías almorzar y guardé todo en el refrigerador. Ahora, tendrás que sacar las ollas y prepararte tu plato.

- ¡Pero todo debe estar frío, mamá!

- Caliéntalo.

- ¡Pero yo no sé hacer eso!

- Entonces come lo que quieras. En el refrigerador tienes frutas y en el gabinete hay pan y galletas para comer.

Roger se quedó afligido y comenzó a llorar y a quejarse:

- Mamá, ¿no podías haber esperado que volviera de jugar?

- No. Aquí en casa tenemos un horario. Tu papá tiene obligaciones en el trabajo y no puede retrasarse. ¿Y por qué no viniste a almorzar cuando tu papá llegó?

- ¡Porque estaba jugando, por eso!

- ¿Quieres decir que tu juego es más importante que el empleo de tu papá, que mantiene la casa y que nos permite vivir bien? ¡Genial! Le diré a tu papá que abandone su trabajo ¡porque tú mantendrás la casa con tu juego callejero! - respondió la madre.

El muchacho se quedó callado, pensando, y entonces dijo:

- Estás molesta conmigo hoy, ¿no, mamá? Sé que el trabajo de papá es importante para nosotros, pero no pensé en ello. ¡Sólo quería jugar un poco más!

- ¿Un poco más, Roger? ¡Jugaste toda la mañana y parte de la tarde! ¿Te parece poco? Tu papá llegó, nosotros almorzamos, se fue, arreglé la cocina y ya estaba viendo las noticias en la televisión cuando llegaste... ¿Tus compañeros no almorzaron hoy?

Avergonzado, Roger bajó la cabeza y explicó que ellos habían ido a almorzar más temprano y que él continuó jugando mientras esperaba que ellos volvieran.

- ¿Y por qué no viniste cuando ellos fueron a almorzar?

- ¡No sé, mamá! Ahora veo cómo me equivoqué. ¡Ellos no querían dejar de jugar porque ya habían almorzado, mientras yo estaba hambriento! ¡Qué tonto fui! Cuando ellos fueron a almorzar, ¿por qué no vine también? - él dijo llevando su mano a la cabeza.

La madre quedó apenada, pero entendió que la lección había sido beneficiosa. A fin de cuentas, ahora su hijo sabía que había actuado mal.

- Bueno, Roger. ¡Ve a almorzar, hijo mío!

El niño se puso de pie y preguntó si ella lo perdonaba, a lo que la mamá respondió:

- Por supuesto, hijo mío. Sólo quería que entendieras cómo se debe actuar. Después de todo, somos una familia y la hora del almuerzo es importante para nosotros. Es el único momento que tu papá tiene para estar con nosotros durante el día. ¿Entendiste?

- Entendí, mamá. Y te prometo que, a partir de hoy, te ayudaré cuando pueda. ¡También quiero dar mi colaboración!

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, em Rolândia-PR, el 21/09/2015.)


 

                                                                                   



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