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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 445 - 20 de Diciembre de 2015 

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

¡Navidad, la fiesta de Jesús!
 

  

Se acercaba la Navidad. Roger, de ocho años de edad, sentía una inmensa alegría al pensar en las festividades de fin de año. Pasaba horas pensando qué pedir como regalo de Navidad.
 

Pero las posibilidades eran tan grandes, había tantas ofertas en las tiendas, que Roger no podía decidirse. De hecho, le gustaría tener todos los juguetes que veía en las vitrinas, mientras tocaban villancicos.

En casa, Roger le preguntó a su mamá:

- Mamá, ¿cuántos juguetes me traerá Papá Noel en Navidad?

- ¿No estarías contento con un regalo, hijo mío? - la madre sonrió y respondió con otra pregunta.

- ¡Ah, sí lo estaría, mamá! ¡Pero me gustaría tener por lo menos tres que vi en las vitrinas!

La mamá miró al niño, y pensando en los que son pobres y que no reciben nada, dijo:

- Hijo mío, José y María, los padres de Jesús, necesitando ir a Belén y no encontrando dónde hospedarse, se quedaron en un establo. Y esa misma noche nació Jesús, teniendo por cuna un pesebre, y por compañeros los animales de la creación. Sin embargo, Él nos dio el mayor ejemplo de amor a través de las lecciones que nos dejó hace dos mil años, y cuyo cumpleaños celebramos en Navidad.

Roger, que escuchaba las palabras de su madre, pensativo, respondió:

- ¡Pero eran otros tiempos, mamá! ¡Hoy en día, si Jesús viniera al mundo, sin duda María iría a un hospital y nacería como cualquier niño!

La madre respiró profundamente, y luego añadió:

- Roger, sólo que hoy en día, a pesar de los logros de la sociedad y de las comodidades que disfrutamos, el ejemplo de Jesús sigue enseñándonos que la humildad y el amor deben ser ejercitados por todos nosotros, no mostrándonos superiores a los que no tienen nada. Ponte en el lugar de los niños que nacen en un hogar pobre, sin poder recibir nada en Navidad, y que miran con envidia a los niños que recibieron hermosos regalos. ¿Cómo te sentirías?

Roger pensó un poco y, entendiendo la pregunta de su mamá, respondió que estaría muy triste, y la mamita concluyó:
 

- Entonces, hijo mío, agradece a Dios por haber nacido en un hogar donde lo tienes todo.

El muchacho, conmovido por las palabras de su mamá, se fue a su habitación y se quedó allí, pensativo. Al día siguiente, después de reflexionar mucho, Roger se despertó con otra disposición.

Se sentó a desayunar, tomó el vaso de leche con chocolate que su mamá había preparado con amor y que a él le encantaba, el pan con la mantequilla, y sonrió. ¡Tenía hambre! El día anterior, se había ido a dormir sin comer na-

da, preocupado por el regalo que recibiría en Navidad. Ahora, al sentir hambre recordó cuántos niños estarían en ese mismo momento sintiendo también mucha hambre y se puso triste.

- ¡Come rápido, hijo mío, para ir a jugar con tus amigos!

Pero el muchacho, pensativo, contestó:

- ¡No puedo, mamá! ¡Solo pienso en esos niños que no tienen nada que comer!

La mamita movió la cabeza, estando de acuerdo:

- Es verdad, hijo. Son muchos los niños que no tienen con qué alimentarse y salen a las calles pidiendo. Por eso, siempre que llaman a nuestra puerta, les doy lo que tengo.

En ese momento, Roger sonrió y sus ojos se iluminaron:

- ¡Mamá! ¿Podemos hacer una fiesta para ellos y sus familias en Navidad?

- ¡Por supuesto, hijo mío! Sí podemos. ¡Será genial! – respondió la mamá, emocionada.

Entonces, madre e hijo comenzaron a hacer planes, decidiendo que harían un almuerzo, comprarían dulces y regalos para cada niño que llegase.

Felices con esta fiesta que planeaban, hablaron con los vecinos, amigos, compañeros de la escuela, y todos estaban contentos con la oportunidad de colaborar. Algunas madres iban a preparanr el almuerzo, otros harían los postres y jugos, y otras pedirían los dulces y regalos.
 

Fijaron la fiesta  para la víspera de Navidad. Todo estaba listo: el árbol de Navidad lleno de adornos, las luces de colores encendidas y los regalos envueltos bajo el árbol.

Los invitados fueron llegando. Tímidos, al principio, luego más animados, muchos también querían ayudar a servir. Sentados todos a la mesa, colaboradores e invitados, Roger se acordó de hacer una oración.

Se subió a una silla y pidiendo la atención de todos, dijo:

- Como hoy celebramos el nacimiento de Jesús, vamos a hacer una oración a Él, ¡agradeciendo por estar juntos y con tantas cosas buenas!

Y Roger comenzó a orar: "Jesús Amigo, te damos gracias por estar aquí todos juntos y felices, celebrando tu cumpleaños. Bendícenos a todos nosotros y a nuestras familias, y a todos en esta ciudad. ¡Y que tu cumpleaños sea cada vez mejor para todas las personas, no sólo por la comida, los dulces y los regalos, sino para que siempre seamos amigos! ¡Y que cada año, aumente el número de nuestros amigos! ¡Gracias, Jesús! ¡FELIZ NAVIDAD a todos!"...

Los presentes estaban emocionados por la oración de Roger, y al ver tanto cariño en sus palabras, se dieron cuenta que ¡todos ahí se había vuelto realmente amigos!

Y después de aquella Navidad, los que participaron nunca más serían los mismos. NAVIDAD, para ellos, realmente se convirtió  en ¡la FIESTA DE JESÚS!

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 30/11/2015.)
 

                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita