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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 438 - 1° de Noviembre de 2015

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Programación de vida
 

Celso y su mamá estaban caminando por el huerto de la chacra, cuando el niño vio un hermoso naranjo lleno de frutos maduros que se veían deliciosos, y señaló:
 

- ¡Mira, mamá, qué lindo es este naranjo! ¡Casi no se ven las hojas porque sus frutos la envuelven! Estas naranjas deben estar muy buenas.

La madre sonrió, estando de acuerdo:

- Es verdad, hijo mío. ¡Realmente está hermosa!

El muchachito dijo después de pensar un poco:

- Mamá, era este tipo de árbol al que Jesús se refirió al hablar de los árboles buenos, que son bendecidos porque dan

muchos frutos, ¿no es así?  

- Así es, Celso. Recordaste muy bien, hijo mío. Son como las personas que aprovechan las condiciones que tienen para esparcir bendiciones a su alrededor.

Siguieron caminando por el huerto, cuando Celso vio cerca de ahí un árbol con ramas secas, torcidas y oscuras. A su alrededor, en el suelo sin vegetación, se amontonaban solamente basura y piedras. Celso abrió los ojos, mirándola lleno de compasión:
 

- Madre, ¡pobrecito este árbol! ¿Qué habrá pasado con él?

La madre miró el árbol, que ahora era apenas una sombra de lo que fue, y explicó:

- Mi hijo, bajo el amparo del Señor, en esta vida cada uno de nosotros tiene que dar lo mejor que recibió de Dios, seamos plantas, animales o seres humanos. Este limonero ya dio muchos frutos; sin em-

bargo, con el tiempo, sus fuerzas fueron disminuyendo y se entregó a la inutilidad. Entonces, los gusanos se hicieron cargo de él, dominaron sus raíces y su hermoso tronco. Hoy, ya no puede producir más y a su alrededor sólo hay tristeza y desolación.

Celso pensó por un momento, mirando el tallo seco del limonero y comentó:

- ¡Mamá, ahora me acuerdo!... ¡Cuando era pequeño, este árbol era lindo y tomábamos muchos jugos deliciosos con sus limones! ¡Y me gustaba jugar bajo su copa! ¡Qué pena verlo así! ...

Ellos se acomodaron en el tronco de un árbol de mangos y se quedaron conversando. De repente, Celso dijo:

- ¿Mamá, no hablábamos sobre eso el otro día en nuestro Evangelio en el Hogar?

La madre asintió haciendo un gesto con la cabeza:

- Te acuerdas muy bien, hijo. Jesús, pasando por un lugar, vio una higuera que no daba frutos, comparándolo con las personas que no producen nada. Era sólo un ejemplo, ya que no era época de frutos.

- Me acuerdo, mamá. ¡También sentí mucha pena por la higuera! Así también son las personas, ¿verdad? A veces, cuando pueden dar sus frutos, hacer cosas buenas, no hacen nada, y luego, con el paso del tiempo, ya no lo pueden hacer, aunque quieran.

- Tienes razón, hijo mío. Todos renacemos con una programación de vida para ser realizada. Pero las actividades del día a día terminan haciendo que nos olvidemos de la programación que queremos lograr, sumergiéndonos en cosas sin importancia que sólo nos hacen perder el tiempo.

Celso frunció el ceño, tratando de entender, y después le pidió a su mamá que le explicara mejor. Llena de buena voluntad, la mamá pensó un poco y preguntó:

- Celso, cuando se tienes un examen al día siguiente, ¿en qué piensas al volver del colegio?

- ¡Pienso en almorzar, y luego me concentro en el estudio para la prueba!

- ¿Y eso es lo que haces?

Pensó por un momento y respondió:

- No, mamá. Si paso por la sala y veo la televisión prendida, me detengo y me quedo mirando. ¡Después, no puedo estudiar ni hacer la prueba bien!

- ¿Entiendes? ¡Tú te alejaste de lo que habías programado hacer e hiciste otra cosa que no significa nada en tu vida!

Celso asintió, mostrando que había entendido y completó:

- ¡Es verdad! Generalmente, actuamos así en la vida, ¿verdad, mamá?

Ella estuvo de acuerdo y le dijo que si él pensaba detenidamente, vería cuántas veces había sucedido eso, dejando la programación más importante para después.

Al regresar a casa, Celso fue a su habitación recordando todo lo que había conversado con su mamá, preocupado por cómo había estado actuando.

En la escuela, él se quedaba conversando con sus compañeros. Al llegar a casa, lleno de buena voluntad para estudiar después del almuerzo, aparecía un amigo para invitarlo a jugar pelota o ir al club. Los  fines de semana era igual; siempre había una buena programación con los amigos... ¡que no era estudiar, por supuesto!

Pensando en eso, Celso decidió que a partir de ese día, empezaría a concentrarse en los estudios. Después de todo, tenía la voluntad de estudiar la carrera de Medicina y, si seguía así, jamás lo conseguiría.
 

Entonces, Celso fue a la cocina, donde su madre estaba preparando una merienda, y dijo:

- Mamá, si mis amigos me llaman para jugar, diles que no puedo. ¡Estoy estudiando! Si quieren estudiar también, puede venir. De lo contrario, no. Decidí ser como el naranjo: lleno de frutos.

La madre mostró una linda sonrisa y abrazó a su hijo con cariño. Ella entendía. Celso había decidido ejecutar su

programación de vida.

 

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 15/06/2015.)



                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita