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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 418 - 14 de Junio de 2015

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

La mejor nota de la clase
 

  

Siendo muy inteligente, a Cayo no le gustaba que sus demás compañeros tuvieran en sus exámenes notas más altas que las suyas. Por eso, cuando la profesora de portugués devolvió los exámenes con las notas, Cayo se puso rojo de rabia. Sumamente irritado, vio que la nota de Eduardo era más alta que la suya y se dejó envolver por sentimientos negativos contra su compañero.
 

Eduardo, humilde, llegó donde Cayo y exclamó maravillado:

- ¡No sé cómo me fue tan bien en esta prueba, Cayo! Estudié bastante, es verdad, ¡pero nunca había sacado la mejor nota de la clase!...

Lleno de rabia, Cayo no respondió, dándole la espalda, como si el compañero tuviera la culpa por haberlo superado en la evaluación de la profesora, y regresó a casa pensando con el corazón lleno de amargura:

- ¡Eduardo me las pagará! ¡Me voy a vengar de él!

Al llegar a casa, Cayo no quiso almorzar alegando tener dolor de cabeza. Su mamita amorosa quiso saber lo que había sucedido, pero él respondió de mala manera:

- No pasó nada, mamá. Tengo dolor de cabeza. Creo que es por el sol fuerte.

- Puede ser, hijo mío. En esta época, el sol quema mucho. Voy a traerte un analgésico.

La mamá salió del cuarto y Cayo, con los ojos cerrados, siguió pensando cómo vengarse del compañero que consiguió una nota más alta que la suya.

Tanto pensó que lo consiguió. “¡Ya sé lo que voy a hacer! ¡Eduardo me las pagará! Quiero verlo siendo el hazmerreír de toda la clase.” Y dio una buena risotada anticipando la situación.
 

Algunos días después, tocó el timbre para el recreo y todos salieron de la sala. Cayo fingió arreglar sus cosas  hasta que todos salieron. Después, tomó un estuche de lápices nuevo y bonito que le regalaron por su cumpleaños y lo colocó en la mochila de Eduardo, escondiéndolo bien al fondo. Después, satisfecho, salió al patio.

Terminado el receso, todos volvieron al salón y se

acomodaron en sus asientos. En ese instante, fingiendo buscar algo en su mochila, Cayo gritó:

- ¡Profesora, mi caja de lápices nueva desapareció!...

- ¿Cómo así, Cayo?  ¿Los trajiste a la escuela hoy? Mira bien en tu mochila.

- ¡Sí los traje, profesora! ¡Pero ahora ya no están aquí y quiero saber quién me los robó! 

Los alumnos se inquietaron, cada cual afirmando no haber tomado nada, fastidiados con la actitud de Cayo. Pero él gritó:

- ¡Exijo que todos muestren lo que tienen en sus mochilas!

Entonces los alumnos abrieron sus bolsos, sacando todo lo que tenían. Cuando llegó el momento de Eduardo, vació sus cosas y, para su asombro, ¡la caja de lápices de Cayo apareció!

Rojo de vergüenza, Eduardo gritó asustado:

- ¡No sé por qué esa caja de lápices vino a parar aquí, profesora! ¡Le juro que no lo robé!

Pero Cayo, sintiéndose victorioso, lo acusó:

- ¿Y quién podría haberlo puesto en tu mochila, Eduardo?

- ¡No lo sé! ¡Pero juro por Dios que no lo hice! ¡Crea en mí, profesora! Jamás tomé algo de alguien sin permiso. Somos pobres, es verdad, pero mi mamá me enseñó que debemos respetar lo que es de los demás – decía él, llorando copiosamente.

De repente, no soportando más las miradas de sus compañeros, Eduardo corrió hacia la puerta, salió del salón y se fue a la calle, sin mirar nada de lo que tenía por delante. Cruzó la calle y, de repente, escuchó los frenos de un carro y algo lo lanzó hacia arriba, cayendo algunos metros adelante.

En la escuela también oyeron el barullo y corrieron para ver lo que estaba pasando. Para el asombro de todos, vieron a Eduardo en el piso, inmóvil.
 

Alguien que pasaba por ahí socorrió al niño, que estaba inconsciente. Llamó a una ambulancia, que pronto llegó y se llevó al niño al hospital.

Alumnos y profesores, asustados, miraban lo sucedido, imaginando la razón del accidente.

Uno de los transeúntes informó:

- El niño salió de la escuela y atravesó la calle sin mirar hacia los lados. ¡Parecía enloquecido y lloraba mucho! Algo muy grave tiene que haber pasado.

Al escuchar eso, la profesora miró a Cayo, que bajó la cabeza y comenzó a llorar:

- ¡Fue mi culpa! Cuando acusé a Eduardo, él se avergonzó. Lo lamento mucho… ¡Yo lo acusé sin que tuviera la culpa! Fui yo quien colocó la caja de lápices  en su mochila, profesora. Tenía envidia porque él sacó mejor nota que yo en la última prueba.

Profesora y alumnos, al escuchar eso, bajaron sus cabezas, entristecidos, pero contentos porque Cayo había confesado su acto vergonzoso. La profesora decidió:

- ¡Vamos al hospital, Cayo! Necesitamos saber cómo está él. Y ustedes, puede volver a sus casas. No tendremos más clases por hoy – informó la profesora a los demás alumnos.

Al llegar al hospital, pidieron información y supieron que Eduardo estaba bien. Se había golpeado la cabeza en el asfalto, pero nada grave le había sucedido.

- ¿Podemos verlo? – preguntó la profesora.

- Sin duda. ¡Acompáñenme! Éstá en la sala de curaciones – dijo el enfermero.

Al ver a Eduardo en una camilla, con la cabeza cubierta con gasas, Cayo comenzó a llorar. Acercándose al lecho, lleno de vergüenza, confesó a su compañero:

- Eduardo, quiero que me perdones. Fui yo quien colocó la caja de lápices en tu mochila porque estaba enojado porque sacaste una nota más alta que yo. Tú merecías la nota, pero perdí el control e inventé el robo poniendo mi caja de lápices en tu mochila. ¡Por favor, perdóname! Sé que no lo merezco, pero…

Eduardo, entre lágrimas, mostró una gran sonrisa:

- No te preocupes, Cayo. Para mí, es suficiente que sepan que no te robé nada. No soportaría que mi mamá sepa eso, porque ella siempre me enseñó  que no podemos tomar nada de nadie sin permiso. Estoy feliz y me sigues cayendo bien como antes. Siempre fuimos amigos, ¿no?

Cayo abrazó a Eduardo con mucho cariño y gratitud, diciendo:

- Sabía que tú eras mejor y más generoso que yo, pero no podía imaginar cuánto. ¡Gracias, Eduardo! Ahora entiendo qué importante es ser honesto.  

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 15/12/2014.)



                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita