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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 8 - N° 408 - 5 de Abril de 2015

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 


Los animales, nuestros hermanos
 

  

Cierto día Beto, que vivía en una chacra, fue con su madre a hacer las compras en la feria de la ciudad más cercana. Al ver un puesto con algunos lechoncitos para la venta, quedó encantado con uno de ellos, el más pequeño de todos.
 

- Mira, mamá. ¡Qué lindo! ¿Puedo llevármelo? – pidió, sosteniéndolo en sus brazos.

La mamá lo miró. El animal era blanquito, limpio y miraba a su hijo con ojos desorbitados como si pidiese: “¡Llévame de aquí! ¡Quiero ser solo tuyo!”
 

La señora miró al vendedor, después a su hijo y consideró:

- Beto, hijo mío, ¡nosotros ya tenemos otros cerditos en la hacienda!

- Pero es que me gusta éste, mamá. Y parece que yo le gusto también.

De hecho, el cerdito miraba a Beto, después recostaba su cabecita en el pecho del niño, y hasta cerraba sus ojitos, como si se fuera a dormir.

- ¡Por favor, mamá! ¡Por favor!...

Convencida, la mamá miró al vendedor y le preguntó por el precio del lechoncito. El dueño dijo una cantidad que a ella le pareció demasiado grande. Entonces, el vendedor dijo:

- Si a la señora no le importa, tiene un pequeño defecto en la pata trasera, pero no se nota. Se lo dejo a mitad de precio.

- Está bien. Vamos a llevarlo – respondió la mamá mirando a su hijo.

- Estás viendo, mi amigo lechoncito, vamos a jugar juntos. Entonces, lo llamaré Zezé – dijo Beto, acercando aún más al cerdito a su corazón.

Muy feliz, Beto volvió a casa con su nuevo amigo. La madre, por costumbre, al llegar lo mandó a que colocase al cerdito junto a los otros en el chiquero.

- ¡No, mamá! Él es tan blanquito, tan limpio, ¡se va a ensuciar como los demás que están todo el día en el lodo!... – dijo el niño, comenzando a llorar.

- Pero el lugar del cerdo está en el chiquero, ¿no lo sabes? – respondió la mamá.

Cuando el papá regreso del trabajo en el campo, encontró al hijo llorando, sosteniendo a su cerdito.

- ¡Qué bello lechoncito, hijo! ¿Pero por qué estás llorando? ¿Sucedió algo?

- Papá, es que mamá quiere que lo ponga en el chiquero junto con los otros cerdos. ¡Pero no quiero que Zezé se ensucie! ¡Él es tan lindo y limpio! – explico el niño sollozando.

El papá abrazó al hijo, lo colocó en su regazo y respondió:

- Tienes razón, Beto. ¿Sabes que a los cerdos no les gusta la suciedad? Ellos se revuelven en el lodo para limpiarse, pero como sólo encuentran lodo, terminan sucios. ¡La verdad es que a ellos les gusta la limpieza!

- ¿Es verdad, papá? ¡Qué bueno! Entonces, ¿puedo llevarlo a mi cuarto y darle un baño ahí?

- Sí puedes, hijo. ¡Le va a encantar! Además, parece que a él le gustas mucho.

Muy animado, Beto le dio un baño a su nuevo amigo, después colocó dos vasijas: una para la comida y otra para el agua. Consiguió un pedazo de cordón y se la amarró al pescuezo.

- ¿No está lindo? – preguntó a sus padres.

- ¡Muy lindo! – respondieron ellos.

Pero Beto, en los días siguientes, se quedaba pensativo al pasar por el chiquero, con Zezé en brazos y los otros cerdos, en el lodo, los miraban sin entender. Volviendo a casa, esperó a que su padre llegara y, a la hora del almuerzo, después de la oración, preguntó:
 

- Papá, si a los cerdos no les gusta la suciedad, ¿por qué los dejas en el chiquero?

El padre pensó un poco, miró a su esposa y después respondió:

- Porque es más fácil, hijo mío. Ellos ya están acostumbrados al chiquero y también porque, para cambiar, tendría que construir otro

lugar para ellos, ¿entiendes?  

- ¡Entonces vamos a construirlo, papá! ¡Quedarán mucho más felices!

- Es que cuesta mucho, Beto. Tendría que hacer otras instalaciones, con grifos, etc. Para todo eso necesito dinero, hijo.

- Y si yo no quisiera un regalo para mi cumpleaños, ni para Navidad, ni para el Día del Niño, ¿habrá dinero de sobra para hacer eso?

El papá cruzó miradas con la mamá y respondió:

- Ayuda mucho, mi hijo. ¡Estarás colaborando bastante!

- Entonces, papá, vamos a mejorar sus vidas. ¿No son seres como nosotros? El otro día, en el estudio del Evangelio en el Hogar, leímos que los animales son nuestros hermanos inferiores, pero que están en proceso de evolución, ¿verdad? Si a ellos le gusta la limpieza y viven en la suciedad, ¿imaginas si eso sucediera con nosotros? ¡Sería horrible! Además, ahora ya no puedo comer carne, ¡pensando en ellos!...

El papá asintió con la cabeza, miró a su esposa, después a su hijo y respondió:

- Beto, tienes toda la razón. Hoy, nos has ayudado a comprender las lecciones de Jesús. Si nosotros sabemos que Dios, Nuestro Padre, creó a todos los seres para la evolución, algún día ese cerdito también será como nosotros. Vamos a ayudarlo ahora, tratándolo como nos gustaría que nos trataran si estuviésemos en su lugar. ¿Cierto?

- ¡Cierto, papá! Gracias.

- Entonces, a partir de hoy tampoco comeremos más carne en esta casa. Gracias, Jesús Amigo, por abrirnos los ojos enseñándonos como proceder en la vida.

Y aquel día ellos almorzaron seguros de que Beto les había esclarecido su manera de pensar para conducirse mejor con el debido respeto a toda la Creación de Dios.

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 12/01/2015)

 


                                                                                   



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