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Año 8 - N° 401 - 15 de Febrero de 2015
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 


No estamos aquí a paseo


Una de las cuestiones más importantes de la obra de Allan Kardec es, sin duda, la respuesta dada a la pregunta 132 d’ El Libro de los Espíritus: 

132. ¿Qué objetivo tiene la encarnación de los Espíritus? – Dios se la impone con el propósito de hacerlos alcanzar la perfección. Para unos constituye una expiación: para otros, una misión. Pero, para llegar a esa perfección deben sufrir todas las vicisitudes de la existencia corporal: en ello reside la expiación. La encarnación tiene asimismo otra finalidad, consiste en poner al Espíritu en condiciones de afrontar la parte que le cabe en la obra de la Creación. Para cumplirla, toma en cada mundo un instrumento de acuerdo con la materia esencial de ese globo terráqueo a fin de ejecutar, desde ese punto de vista, las órdenes de Dios. De modo que, cooperando a la obra general, progrese él mismo.  

Explicar cuál el objetivo de la encarnación es elucidar la finalidad de la vida, es esclarecer por qué nacemos, es señalar el camino que debemos seguir, sea cual sea la condición en que llegamos al plan material del mundo donde vivimos.

La cuestión ahora transcrita indica duplo objetivo en nuestro pasaje por la carne, tanto en la primera vez cuanto en las veces siguientes, por el proceso de las llamadas vidas sucesivas.

El primer y principal objetivo: llegar a la perfección.

El segundo objetivo: ejecutar la parte que nos cabe en la obra de la creación.

A los que extrañen este segundo propósito, es bueno acordar que, creada por Dios y movilizada por Jesús, la Tierra llegó al estado en que se encuentra gracias principalmente a los hombres, o sea, a los Espíritus que, a lo largo de los milenios, se encarnaron y vivieron en el plan donde estamos.

¿Quién construyó las ciudades?

¿Quién edificó los hospitales?

¿Quién fundó las escuelas?

¿Quién tuvo la idea, y la concretizó, de crear los orfanatos, las guarderías y demás instituciones de beneficencia social?

¿Quién fabrica las medicinas?

¿Quién concibió y construyó las maquinas – coches, autobuses, aviones, computadoras?

¿Quién inventó la red mundial de computadoras?

Nadie, ni mismo un niño, ignora la respuesta.  

Cuanto a llegar a la perfección – principal objetivo de la encarnación y, obviamente, de reencarnación –, recordemos la respuesta dada por Emmanuel a la pregunta 204 d’ El Consolador, obra psicografada por el médium Chico Xavier y publicada por la FEB en 1941:  

204 – ¿El alma humana podrá elevarse para Dios, tan solamente con el progreso moral, sin los valores intelectivos?

El sentimiento y la sabiduría son las dos alas con que el alma se elevará para la perfección infinita. En el círculo minúsculo del orbe terrestre, ambos son clasificados como adelanto moral y adelanto intelectual, pero, como estamos examinando los valores propiamente del mundo, en particular, debemos reconocer que ambos son imprescindibles al progreso, siendo justo, sin embargo, considerar la superioridad del primero sobre el segundo, una vez que la parte intelectual sin la moral puede ofrecer numerosas perspectivas de caída, en la repetición de las experiencias, en cuanto que el avance moral jamás será excesivo, representando el núcleo más importante de las energías evolutivas. 

En un mensaje ya comentado en este mismo espacio, publicado en el libro Hablando a la Tierra, obra mediúmnica psicografada por Chico Xavier, Abel Gomes refiriéndose a ese objetivo, acuerda que el perfeccionamiento del alma es trabajo de largo tiempo. Según Abel, ni todos se retiran de la Tierra e ingresan en la patria espiritual en la posición de héroes. “La perfecta sublimación es obra de los siglos incesantes.”

En razón de las consideraciones arriba, no es difícil entender cuando alguien, más experimentado de que nosotros, afirma que no estamos aquí a paseo, como muchos, infelizmente, piensan. 



 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita