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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Ano 8 - N° 392 - 7 de Diciembre de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Tener fe hace bien
 

  

Elza oyó tocar la campanilla y fue atender. Era la amiga Meire que llegaba. Por la expresión de ella, Elza creyó que no estaría bien. Entonces puso su mejor sonrisa en el rostro al decir:
 

— ¡Buen día, Meire! Que bueno verte tan pronto. ¡Entra!...

— Elza, estoy ahora necesitando conversar con alguien y me acordé de ti — la otra dijo, abrazando a la dueña de la casa, sin contener las lágrimas.

— Pues hiciste muy bien, Meire. ¡Siéntate! Vamos a conversar. ¿Qué está ocurriendo?

La visita, de pañuelo en mano, lloraba sin conseguir hablar. Elza la abrazó, gentil:

— Cálmate, Meire. ¡Todo tiene una manera! Con buena voluntad, no hay nada que no se consiga resolver. Voy buscar un poco de agua para ti — dijo Elza, que salió y volvió poco después con el agua:

— Toma un poco, Meire. Tú vas a mejorar.

Realmente, después de tomar un trago de agua, Meire estaba mejor y comenzó a hablar:

— ¡Ah! ¡Sufro tanto! ¡Nadie me ama! ¡Estoy enferma y nadie se preocupa conmigo!...  

— ¿Entonces tú estás enferma? ¿Ya fuiste al médico, Meire?

— ¡No! Los médicos no saben nada. Además de eso, sólo dan medicamentos que no resuelven.

— ¡Pero entonces, busca socorro en Dios, nuestro Padre, que nos ama y quiere lo mejor para nosotros! — dijo, entendiendo que el problema de la amiga tal vez no fuera enfermedad física.

La visita bajó la cabeza y recomenzó a llorar, reconociendo que no tenía el hábito de orar, y concluyó:

— ¡Siempre que pido ayuda de Dios, nunca la recibo!

— ¿Tú pides ayuda y no la recibes? ¿Cómo es eso, Meire?!... —indagó la amiga, sorprendida.

— Siempre que voy a la iglesia, pido al sacerdote para rezar por mí.

— Entendí. Entonces, tú misma no oras. ¿No crees que, si necesitas, eres tú quien debe buscar esa ayuda? Jesús dijo: ¡Buscad y hallaréis! ¿Pero si la gente no busca, como quiere recibir?

— Tú dices eso porque con certeza nunca lo necesitó. Pero creo que ya tomé ocupé tu tiempo.

Enseguida, recordó:

— ¿Como va tu hija? ¡Es una niña adorable!

Elza, viendo que algo interesaba a la amiga, la llevó para ver a Júlia, que estaba jugando en el cuarto, lo que ella aceptó. Llegando al cuarto donde la pequeña estaba jugando, la madre abrió la puerta despacito y ellas vieron a la niña sentada en el suelo con sus muñecas y animales de peluche. En ese instante, la pequeña hablaba con sus juguetes y decía:

— ¡Vosotros necesitáis tener fe! ¡Zuzu está enfermo, pero no quiere tomar medicamentos! Voy a hacer una oración y aplicar pases en Zuzu. Quedad quietecitos, que voy a hablar con nuestro amigo Jesús!
 

Y Júlia comenzó a hacer una oración bien simple, adecuada a su edad, pero se notaba en ella que realmente creía en lo que estaba hablando:

— Jesús amigo, cura a Zuzu que no está bien de salud, ¿sí? Y que los Amigos Espirituales puedan aplicar un pase en ella, para que ella quede buena inmediatamente. Gracias. ¡Así sea!

El cuadro era de una belleza tan tocante, que emocionó a la madre y la visita. Terminando la oración, la niña oyó un ruido y se volvió.

Vio a la madre y la amiga que, paradas en la puerta, acompañaban la escena, y sonrió:

— ¡Mamá! ¡Hola, Tía Meire! ¡Que bueno que estás aquí! Mamá, Zuzu estaba griposa y con fiebre. Yo hice una oración y apliqué un pase en ella. ¡Ahora ella está buena de nuevo!

Entonces Meire entendió. Su problema era de fe, que ella no poseía. Abrazó a la niña, a la que le gustaba mucho, y pidió:

— Júlia, ¿tú podrías aplicar un pase en mí?

— ¡Claro tía Meire!

Meire se sentó en la alfombra, para quedar más cerca de la niña e inclinó la cabeza. La madre aprovechó el momento y elevó también el pensamiento a lo Alto, pidiendo las bendiciones de Jesús para su amiga Meire, mientras la pequeña Júlia oraba y, con sus manitas sobre la cabeza de ella, le aplicaba un pase.

Al terminar, la pequeña preguntó:

— ¿Tía Meire, mejoraste?

En aquel instante, Meire notó que no sentía nada más. ¡Estaba bien, serena y curada de los pensamientos que la atormentaban antes!...

Abrazó a la pequeña con mucho amor y lágrimas en los ojos, y dijo con firmeza:

— ¡Mi querida Júlia! ¡Estoy bien! ¡Mejor que nunca! ¡Y debo eso a ti! ¡Gracias!

Pero Júlia, sonriendo, respondió:

— No, tía Meire. ¡Quién aplicó el pase en ti fue una chica muy bonita que se llama Renata!

En aquel momento, sorprendida, Meire preguntó cómo era la chica. Y Júlia, mirando para lo alto, describió la chica:

— ¡Ella es delgada, alta, de cabellos largos y dijo que te conoce del tiempo de la escuela!

Meire se puso a llorar y a reír a la vez, espantada y feliz:

— ¡Júlia! Esa chica y yo fuimos amigas en la escuela hace mucho tiempo, pero ella ya falleció. Gracias por ayudarme de nuevo a tener la fe que yo había perdido.

— ¡Tener fe hace bien, tía Meire!

La madre y Meire rieron, sintiendo gracia, pero creyendo que era cierto lo que la niña dijo. Se abrazaron y, felices, pasaron el día juntas, conversando y hablando sobre la bendición que representa la fe en nuestra vida. 

MEIMEI 

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 29/09/2014.)
 



                                                                                   



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