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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Ano 8 - N° 385 - 19 de Octubre de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

La gula de Otávio  
 

  

Como todos los días, Otávio despertó con mucha hambre. Se arregló y fue para la cocina, donde su madre preparaba el desayuno.
 

Se sentó en su lugar habitual y se alimentó muy bien: comió melón, banana y chupó naranjas; no satisfecho, tomó dos vasos de leche con bastante azúcar, acompañado de dos sándwiches, pedazos de pastel y algunas galletas.

La madre lo observaba en silencio. Después, apenas pudiendo caminar, Otávio se levantó de la

silla y cogió la mochila para ir a la escuela. Antes de salir, él llevó la mano a la barriga y con cara de dolor, dijo:

— Mamá, yo no estoy muy bien hoy. ¡¿Por qué será?!...

La madre lo miró apenada y respondió:

— Ciertamente, porque tu estómago está muy lleno, hijo. Siempre te alerto para no comer demás. ¡Nuestro organismo no aguanta!...

— ¡Ah, pero la profesora dijo que debemos alimentarnos bien para tener más condiciones de aprender!

La madre consideró, con una sonrisa:

— Tu profesora tiene toda la razón. Una buena alimentación ayuda al cerebro a pensar mejor. Tengo certeza, sin embargo, que ella no se refirió a las exageraciones a la mesa. Cuando comemos demasiado, el cuerpo queda lento, no conseguimos pensar y sentimos necesidad de descansar.
 

— Está bien, mamá, entendí. ¿Pero podrías darme un medicamento para el estómago? Así, no voy a conseguir estudiar.

La madre, llena de piedad, le dio a beber algunas gotas. Luego Otávio estaba mejor y fue para la escuela.

Sin embargo, la situación se repetía siempre. Cierto día, cuando él se había sentido realmente mal después del almuerzo y necesitó acostarse, la madre se sentó en la vera de la cama, y lo aconsejó:

— ¡Otávio, tú no puedes continuar así! ¡Estás engordando y, si no paras, con  el  tiempo,  no

pasarás por la puerta!... ¡Si tú te sintieras bien, yo no diría nada, pero estás siempre mal, indispuesto!... Necesitas pensar en tu salud. Dios nos dio un cuerpo perfecto y saludable

Como el chico tenía sueño, la madre cerró las cortinas y lo dejó solo. Con el cuarto en  penumbra, él cerró los ojos, somnoliento.

De repente, Otávio se vio en un lugar diferente, donde había muchos niños como él: todos enormes y con problemas por comer demás.

Un chico simpático y sonriente conversaba con ellos explicando:

— Dios nos dio el cuerpo para que lo usemos con cuidado. Así, no os olvidéis de que los órganos del cuerpo están vivos y sujetos a la educación, como vosotros. Sin el cambio del pensamiento en el sentido de la cura, y sin que utilicen el poder de la voluntad para controlar el apetito a la mesa, los medicamentos serán inútiles.

Los niños estaban asustados, y uno de ellos preguntó:

— ¡Quiero curarme de la gula! ¡Pero no sé como hacer eso!

Y el muchacho, que parecía un ángel, con sus vestiduras resplandecientes, sonrió, y su rostro se iluminó:

— La oración siempre es nuestro mejor recurso en las horas buenas y en las horas de dificultades. Entonces, orad, pidiendo el amparo de Jesús siempre que lo necesitéis. Especialmente cuando queráis hacer algo errado.

— ¿Cómo comer demasiado? — preguntó Otávio.

— Exactamente, Otávio. Sin embargo, usad la oración también cuando tengáis voluntad de pelear con alguien, ofender o humillar al otro, decir una palabrota, criticar, finalmente, todo lo que sea negativo para alguien. Antes de crear un enemigo, haced una oración y vosotros no os arrepentiréis…

De repente, Otávio despertó en su cama. Miró para todos lados buscando a los otros niños, sobre todo, al chico tan simpático que los había enseñado como un profesor. Sin embargo, él estaba solo en su cuarto.

Se sentó en la cama, se desperezó y restregó los ojos, murmurando:

— ¡Debo haber soñado!...

Se levantó y corrió a buscar a la madre, lleno de buenas intenciones. Al verlo todo sonriente, ella le preguntó qué había ocurrido, y Otávio contó el sueño que había tenido, concluyendo:

— Mamá, el chico nos enseñó que la oración es el mejor remedio para la gula. ¡Que necesitamos controlar el pensamiento y usar la voluntad para vencer aquello que tenemos de negativo en nosotros!... — Otávio estaba feliz y corrió a abrazar a la madrecita, concluyendo:

— ¡Fue Jesús que lo mandó para ayudarnos! Nunca más voy a comer demasiado, ni pelear con nadie. Entendí que la lección que él nos trajo es para ayudarnos. Necesitamos comenzar a ser mejores en el interior, para después ser mejores con los otros.

Y, en aquella mañana, Otávio se sentó y comió un pedazo de melón, tomó un vaso de leche y comió un panecillo con manteca. La madre preguntó:

— ¿Alguna cosa más, hijo?

— No, mamá. Comí lo suficiente.

La madre, abrazada al hijo, elevó el pensamiento a Dios, agradeciendo el socorro que le había mandado a través del muchacho iluminado, Amigo Espiritual que había encantado a Otávio.

MEIMEI

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 11/08/2014.) 

 


                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita