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Editorial Português   Inglês    
Año 8 377 24 de Agosto de 2014
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

El suicidio y sus nefastas consecuencias


No hay quién no lamente las muertes que ocurren todos los días a causa de los homicidios y de las guerras. De hecho, su número es alarmante y, como sabemos, un suceso absolutamente desnecesario, una vez que la existencia en la Tierra ya trae tantas dificultades que sería óptimo que por lo menos las causadas por los hombres no más ocurriesen.

La cantidad de víctimas de las guerras y de los homicidios es, sin embargo, inferior al número de los que voluntariamente se matan, cerca de un millón de personas por año, según el último relato publicado por la Organización Mundial de Salud, a lo cual nos referimos en el editorial de la edición 279 – Suicidio: opción total e inútil – que el lector puede leer pulsando en este sitio: http://www.oconsolador.com.br/ano6/279/editorial.html

Motivos diversos contestan, ciertamente, por las causas que llevan una persona a matarse.

Se presume que el conocimiento previo de lo que ocurre a aquél que se mata sería capaz de evitar que el hecho ocurriese. Tenemos duda cuanto a eso, porque veces hay en que la persona se encuentra tan trastornada que ni mismo piensa en las consecuencias de su acto. Ella simplemente obra, buscando librarse de un mal supuestamente mayor, para más tarde, cuando en fin despierta en la vida espiritual, lamentando con amargura el gesto infeliz.

De acuerdo con las enseñanzas traídas por personas que pasaron por el suicidio, podemos afirmar que la decepción sería la primera consecuencia de tales actos, que en nada modifican – al contrario, complican – la situación de que la persona deseara huir.

Dos otras consecuencias, mucho más graves, dicen respecto a los efectos de la mutilación causada al cuerpo físico por el Espíritu que deja la vida por el suicidio y, más adelante, a las dificultades que él encontrará cuando finalmente podría disfrutar en el mundo una existencia dicha normal.

En el libro Acción y Reacción, de André Luiz, psicografado por el médium Francisco Cândido Xavier y publicado en 1957 por la FEB, el ministro Sânzio, reportándose al asunto, dijo estas palabras: 

“Figuremos un hombre acobardado delante de la lucha, perpetrando el suicidio a los cuarenta años de edad en el cuerpo físico. Ese hombre penetra en el mundo espiritual sufriendo las consecuencias inmediatas del gesto infeliz, gastando tiempo más o menos largo, según las atenuantes y agravantes de su deserción, para recomponer las células del vehículo perispirítico, y, luego que oportuno, cuando torna a merecer el premio de un cuerpo carnal en la Esfera Humana, entre las pruebas que repetirá, naturalmente se incluye la extrema tentación al suicidio en la edad precisa en que abandonó la posición de trabajo que le cabía, porque las imágenes destructivas, que archivó en su mente, se desdoblarán, delante de él, a través del fenómeno a que podemos llamar ‘circunstancias reflejas’, dando motivo a recónditos desequilibrios emocionales que lo situarán, lógicamente, en contacto con las fuerzas desequilibradas que le ajustan al temporario modo de ser. 

Si ese hombre no hubiera guardado recursos educativos y renovadores en sí mismo, por la práctica de la fraternidad y del estudio, de manera a superar la crisis inevitable, muy difícilmente escapará al suicidio, de nuevo, porque las tentaciones, no obstante reforzadas por fuera de nosotros, empiezan en nosotros y se alimentan de nosotros mismos.” (Acción y Reacción, capítulo 7, pp.93 a 95.)

Las mutilaciones orgánicas innatas tienen, como sabemos, su causa en actos practicados en el pasado. Si alguien atenta contra el propio cerebro, enseña Emmanuel, necesitará, para rehacerlo, como mínimo dos existencias corporales. “Cuando perpetramos determinado delito e instalamos la culpa en nosotros, introducimos el caos en el interior del alma y, regresando a la Vida Mayor, después del desencarne, envueltos en la sombra del proceso culposo, naturalmente padeceremos en nosotros mismos los resultados de los propios actos infelices”, he aquí lo que Chico Xavier, bajo la inspiración de su mentor y guía, declaró en la noche de 7 de mayo de 1974 en sesión solemne de la Asamblea Legislativa de la Provincia de Goiás, como el lector puede averiguar en la obra Chico Xavier en Goiânia, publicada por la GEEM Editora.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita