WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

 
Entrevista Português Inglês    
Año 8 376 17 de Agosto de 2014
ORSON PETER CARRARA   
orsonpeter@yahoo.com.br      

Matão, São Paulo (Brasil)
 
Traducción:
Ricardo Morante - rmorante3@yahoo.com
  

 
 
Cláudia Aparecida Mandato Gelernter: 

“El remordimiento surge principalmente de nuestro orgullo herido”

 Psicóloga clínica y espírita activa, la estudiosa paulista nos habla sobre la culpa, el remordimiento y el arrepentimiento, a la luz
de la psicología y de las enseñanzas espíritas

 

Claudia Aparecida Mandato Gelernter (foto) es espírita desde los 19 años. Natural de la capital de São Paulo, reside en Vinhedo, en el interior paulista, desde hace 30 años. Psicóloga clínica y vinculada al Centro Espírita Allan Kardec de la ciudad donde reside, trabaja en la aplicación de pases, es conferencista, médium y educadora.

Dedicada al estudio de la culpa, debido a su profesión, sus respuestas presentan un lúcido esclarecimiento para ese gran flagelo individual.

¿Qué es exactamente la culpa?

Aunque muchos piensen lo contrario, acostumbro a explicar que la culpa, en su génesis, no es algo malo, pero sí importante, pues se trata de la toma de conciencia del error cometido. Sin ella, es imposible la evolución del Ser. Sin embargo, después de tomar conciencia, urge una decisión positiva: la reparación. Otro punto importante es que sólo siente culpa aquél que posee la capacidad egoica para ello, lo que permite sentir que vibra dentro de sí la campanita de la conciencia. Los psicópatas, por ejemplo, no poseen esa capacidad que, en resumen, parte de una postura empática. Es el sentimiento que nos coloca en jaque, haciendo que surja una cobranza íntima, a través de una pregunta directa: “¿qué hiciste de la áurea lección enseñada por los Maestros, que nos pide que amemos al prójimo como a nosotros mismos?”

¿Cómo lidiar con ella bajo el punto de vista del terapeuta?

Primero, es necesario tomar conciencia de que ella es parte de nuestra constitución psíquica, encarándola tal como ella es: una herramienta de cambio. Después de este primer momento (muchas veces angustiante), se puede decidir sobre ella, desviándonos al remordimiento, siendo esto, sí, problemático. Aunque, como dije antes, la culpa sea la toma de conciencia de un acto negativo, no siempre está en nuestro campo consciente. He atendido a personas que padecían serios desajustes psíquicos sin haberse dado cuenta de que guardaban una culpa por algún mal cometido. Dependiendo de la gravedad de la situación (y si esta es demasiado angustiante para nuestro ego), podemos reprimir la información en nuestro inconsciente a fin de evitar la locura. Lo más importante es ayudar al paciente a volver conscientes determinados contenidos y entender que la culpa no debe caminar hacia el remordimiento, bajo riesgo de crear mayor sufrimiento que el necesario, sin ningún crecimiento. Además, debemos ayudarlo a percibir que el error es algo esencialmente humano, necesario para aprender muchas de las lecciones de la vida.

¿Y bajo el punto de vista de quien experimenta ese sentimiento?

No es fácil. El dolor, cuando toca a nuestra puerta, no pide permiso ni dice exactamente cuándo se va a retirar. Pero si bien nos trae angustia, por otro lado tiene una función bellísima en la pedagogía divina: es la maestra que nos enseña a escoger otros caminos, mucho mejores para nosotros y para el mundo. Necesitamos aprender a oír lo que el dolor nos tiene que decir. La culpa duele, ciertamente. ¡Si pudiésemos regresar en el tiempo, haríamos muchas cosas de manera diferente! Lo bonito en eso es que, si pensamos así, es porque ya entendemos lo que vino a decirnos y no repetiremos la dosis. Es decir, la culpa ya cumplió su papel. Ahora hay que batallar en el camino de la reparación, que puede ser  directa o indirecta, de acuerdo a las posibilidades. Dios nos quiere felices y en paz, por supuesto. Entonces, si entendemos que no haríamos más las cosas de la misma manera, Él, que es la misericordia infinita, Padre amoroso y Educador perfecto, nos enviará experiencias diferentes, con el fin de que probemos nuevas posibilidades y situaciones. ¡Debemos voltear la página!

En los casos de terapia en su consultorio, ¿qué es lo que más sobresale como efecto directo de la culpa?

Lamentablemente, el remordimiento, y a partir de él, problemas más serios tales como: dificultad en las decisiones de los cotidiano, baja autoestima, tristeza constante, disturbios del sueño, disturbios de alimentación, anhedonia o incapacidad para sentir placer, pudiendo devenir en depresiones leves o hasta más graves.

¿Y bajo el punto de vista espírita?

El Espiritismo nace con un propósito claro: el de auxiliar al Ser en su autoeducación. Presenta conceptos maravillosos y exactos, sin margen para interpretaciones equivocadas en aquellos que estudian con ahínco sus páginas esclarecedoras. Recordamos por ejemplo lo que nos enseñó el apóstol Pedro cuando dijo que “El amor cubre una multitud de pecados” (1Pd 4,8). Ahora bien, la Ley no es la del Talión, ya lo sabemos, sino es esencialmente Amor como nos enseñó Jesús. En efecto, existe un pasaje en Emmanuel que ilustra bien ese concepto. Él dijo que “toda vez que la Justicia Divina nos busca para un ajuste de cuentas, si nos encuentra trabajando en beneficio de los otros, manda a la Misericordia Divina que la cobranza sea suspendida por tiempo indeterminado”.

¿Cómo perdonarse?

Esa tarea es preciosa, urgente y difícil para nosotros, seres en evolución. Lo que ocurre es que sin autoperdón, no lograremos amar ni a nuestro prójimo ni a nosotros mismos. Es necesario comprender que somos experimentadores en un mundo lleno de ignorancia. Estamos muy influenciados por el medio, muchas veces siendo conducidos a determinadas actitudes equivocadas. Nadie en este mundo logra acertar todas las veces. Y hasta que la virtud sea interiorizada, podemos equivocarnos hasta más de una vez en el mismo tema. ¡Lo importante es no desistir jamás! Lamentaremos la acción, reflexionaremos sobre ella y partiremos hacia nuevas acciones, de manera diferente, sin cargar en nuestra alma el peso de las amarguras que no ayudan para nada. Guardaremos de la experiencia solamente lo necesario: el aprendizaje.

¿Qué caso resaltante le gustaría transmitir a los lectores?

Cierta vez, una abuela me buscó porque sufría la pérdida de su nieta, quien desencarnó en la piscina de su casa, con dos años de edad. El caso de por sí ya era grave, pero era aún más complejo porque fue ella la que olvidó cerrar el portón de la reja protección del área de la piscina. ¿Cómo aliviar aquel dolor? Las palabras pocas veces tienen algún sentido en esos casos; entonces fue necesario permitir que el dolor viniese con toda su intensidad a fin de aliviar la angustia reprimida de aquella pobre señora. Después, sintiéndose amparada, acogida, pudo hablar de su remordimiento, sobre su intención de autocastigarse por el error cometido. Ya no podía dormir, no quería alimentarse y pensaba en el suicidio constantemente. Hicimos varios test de realidad, con el fin de demostrar en conjunto que el acto no fue intencional, sino que ocurrió por un olvido. Otro test servía para que rescatemos el tema de su voluntad, pues autocastigarse no regresaría a su nieta al seno familiar. Después de algunos meses, ya mejor de sus síntomas, surgió el regalo que jamás olvidaré. Una de  aquellas dádivas que Dios nos permite experimentar con el fin de mostrar su misericordia infinita con nosotros. Ella pudo recibir un mensaje psicografiado de Uberaba, de 47 páginas, en el cual la niña contaba que ella no tenía ninguna culpa en ese caso, porque estaba prevista la desencarnación y que la nieta no había sentido nada al caer al agua, pues su alma “saltó” al cuello de Maria Dolores, mientras el cuerpo se lanzaba a la piscina ya sin vida. Recuerdo que la carta contenía datos confiables que sólo ella y algunos pocos parientes conocían, como por ejemplo, el nombre de una tía que desencarnó muchos años antes y que estaba ayudando a cuidar de ella en el Mundo Espiritual. Surgió entonces, una nueva vida para aquella señora, con un nuevo sol brillante, más fuerte e iluminado aun: quedaba probado para ella tanto el tema de la inmortalidad del alma como la posibilidad del reencuentro, en cierto tiempo.

¿Cómo podemos ayudar a alguien en proceso gradual de autocastigo por remordimientos o sentimientos de culpa?

Escuchando el dolor de nuestro prójimo, amorosamente, sin juicios ni distracciones. Donando nuestro tiempo, nuestra alma, nuestras oraciones en su favor. Y por encima de todo, demostrando que estar en el mundo engloba errores y aciertos, dolores y alegrías, tropezar y volver a levantarse. Si deseamos cambiar lo que hicimos, es imperioso saber que no lo conseguiremos por las vías del remordimiento, sino a través del amor que pasamos a irradiar en el mundo. Ahora, no siempre las personas poseen las herramientas necesarias para darse cuenta de esa difícil demanda. Recordemos que muchos padres inculcan en sus hijos el remordimiento como estrategia (equivocada) de educación. Entendamos las diferencias entre todos y sigamos apoyando a los que sufren, en cualquier situación, inclusive a aquellos que se encuentran presos en las difíciles redes del autocastigo.

¿Cuál es la principal diferencia entre remordimiento y culpa?

Denomino “culpa saludable” a aquella que nos lleva al arrepentimiento sincero y que, aunque revestida de dolor, impulsa al Ser a la reparación. En el origen de la palabra, arrepentimiento quiere decir cambio de actitud, es decir, actitud contraria u opuesta a aquella tomada anteriormente. Se origina en el término griego metanoia (meta=cambio, noia=mente). El Arrepentimiento quiere decir, por lo tanto, cambio de mentalidad. Aquellos que sienten la “culpa saludable” logran tomar conciencia del error, sin mayores agravios. Diagnosticado el error, no se desea practicarlo más. Pero no se podrá quedar sólo en la lucha por la no repetición del mal cometido, sintiendo el dolor de la expiación (el dolor sentido por el dolor causado). Irá más allá: el tercer (e imprescindible) paso, seguirá en dirección a la reparación.

En la culpa patológica es donde surge el remordimiento: un sentimiento angustiante en extremo, que hace que la persona se enganche a un pensamiento en circuito cerrado, en el cual piensa (erróneamente) que, al sentir el dolor repetidamente, está pagando por el mal cometido y rescatando sus deudas. Este autoflagelo por cierto no la ayudará, por el contrario la inmovilizará en el dolor, saboteando sus posibilidades evolutivas. Se trata aquí de una traba psicológica  que lleva a serias patologías de la mente y del cuerpo si no son percibidas y alteradas en poco tiempo.

En el remordimiento el sujeto se enclaustra en su dolor, lamentándose, pensado no ser merecedor de nada bueno, desistiendo de luchar, de reparar para liberarse. No puede percibir la función del error y del dolor en la evolución de sí mismo, estancado en aguas tormentosas, en un continuo sufrir sin sentido. El remordimiento lo hace sufrir, pero no lo libera. La persona se queda acomodada en la queja y en el lamento. Pero madura psicológicamente avanzará por el camino del autoperdón y seguirá en dirección a la reparación.

¿Algo más que le gustaría añadir?

Estamos en medio de una larga caminata, por el sendero de la evolución. Nuestro orgullo muchas veces nos impide que veamos las piedras que colocamos en nuestro propio camino, porque nos creemos mayores y mejores de lo que verdaderamente somos. El remordimiento surge principalmente de nuestro “orgullo herido”. Para muchos es difícil aceptar el error,  entonces prefieren desistir en lugar de reparar. Cuando nos percibimos como realmente somos – seres falibles, aprendices en la escuela de la vida, deudores unos de los otros, pero llenos de potencialidades para el bien -, logramos perdonarnos, entendiendo que Dios no utiliza castigos o recompensas, sino experiencias importantes para enseñarnos a ejercitar el amor en todas las situaciones, con todos los seres, en todos los lugares, en cualquier momento. Es eso.

 


 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita