WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 8 374 3 de Agosto de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Aprovechar el tiempo
 

  

Lúcio, de diez años, estaba protestando siempre no tener tiempo para nada. Cuando la madre le preguntaba si tenía tareas de la escuela para hacer, él respondía:

— Sí, pero ahora no tengo tiempo. Estoy jugando.

Más tarde la madre volvía a preguntar:

— Mi hijo, ¿tú ya hiciste los deberes de la escuela?
 

— No, mamá. ¡Después yo los hago; ahora estoy viendo la televisión!

Y así él dejaba para después todo lo que era realmente importante. Cierto día, la profesora Meire mandó un recado para la casa de él, pidiendo que la madre de Lúcio compareciera a la tarde. Sorprendida, la madre lo agradeció,

confirmando.  

Cuando Lúcio llegó, la madre quiso saber como fue la mañana de él. El niño miró para ella y respondió:

— ¡Todo bien!

Tras el almuerzo, la madre dio una disculpa y fue a la escuela.

Meire, que la esperaba, la llevó hasta la sala de los profesores y, después de acomodarse, la profesora preguntó:

Alzira, ¿qué está ocurriendo con Lúcio? Él no ha hecho los deberes de casa y no estudia para los exámenes, alegando no tener tiempo. ¡Me gustaría saber si eso es verdad, pues es grave la situación. Las notas de él están muy bajas!

La madre, que oía con los ojos muy abiertos, respondió:

— ¡No sabía que él estaba tan mal! Cuando pregunto sobre los exámenes, Lúcio dice que la profesora aún no dio las notas, ni entregó el boletín.

— No es verdad. Busque hablar con su hijo y saber lo que está pasando.  ¡Estoy preocupada, Alzira!

— Delante de lo que me dijo, yo también! Gracias, Meire. Voy a hablar con él.
 

La madre volvió a la casa y encontró al hijo en el ordenador, distrayéndose con un juego. Pidió que él se desconectara para poder hablar.

— Ahora no puedo, madre. ¿Estoy ocupado, no ves? ¡No tengo tiempo!

La madre llevó de la mano y desconectó el ordenador, afirmando:

— Ahora nosotros vamos a hablar, mi hijo.

Lo llevó para la sala y se sentó con él. Después quiso saber:

— Lúcio, ¿tú sabes lo que significa “tiempo”?

— ¡Claro que yo lo sé, madre! El tiempo representa nuestra vida. 60 segundos forman un minuto; 60 minutos, una hora, y 24 horas representan un día, y así el mes y el año... ¿Y eso es lo que quieres saber?

— Sí, pero va mucho más allá, mi hijo. Pregunté del “tiempo”, como oportunidad que Dios nos concede de vivir y poder aprender, no sólo en la escuela, sino con la propia vida; realizar cosas que nos agraden, crecer y evolucionar. Más tarde, escoger una profesión para ayudarnos a nosotros mismos y a las otras personas. ¿Entendiste?

— Sí, madre, ¿pero cuál es el problema? Adónde quieres llegar?

— ¿Cómo gastas tú tiempo, Lúcio? — ella respondió con otra pregunta.

El chico bajó la cabeza y no dijo nada. Entonces, la madre consideró:

— ¡El problema, mi hijo, es que tú gasta tu tiempo inútilmente! Nada haces de bueno o de instructivo, y, por eso, tienes problemas. No valoras los estudios, especialmente.

— ¡Ah, madre, es que a mí me gusta jugar, jugar, ver televisión! — el chico murmuró, sin levantar la cabeza.

— ¡Yo sé, tú eres niño aún! ¡Pero no puedes hacer “sólo” eso! Tienes que estudiar también, hijo. Tendremos que prestar cuentas a Dios por el tiempo que desperdiciamos. Programando tu día con cuidado, tú puedes hacer de todo, sin descuidarte de nada.            

El chico concordó, y contó a la madre, abriéndole el corazón:

— Es verdad, madre. ¡Mis notas son pésimas! ¡Yo sé que necesito estudiar más! 

Después, respiró hondo y sonrió aliviado:

— Mamá, yo estaba preocupado. Reconocer esa verdad y contar para ti me dejó bien mejor. ¡Necesito aún programar mi día! ¡Ayúdame!

— Yo te ayudo, mi hijo. Puedes contar conmigo, pero busca colocar todo en el papel.
 

Lúcio cogió una hoja, colocó sus horarios dividiendo las horas. Con la salvedad de la mañana — que era horario escolar —, y dejó un espacio para descanso inmediatamente después del almuerzo; después, el horario de tareas y estudio. ¡Y vio que aún sobraría tiempo, antes de oscurecer, para jugar con los amigos!

— ¡Muy bien, hijo mío! Ahora tú solo precisas obedecer a esa programación.

— Puedes tener certeza, mamá. No quiero

que el Padre del Cielo me cobre por el tiempo que desperdicié aquí en la Tierra. Voy a hacer oraciones pidiendo a Jesús que me ayude a ser más organizado. Tengo certeza de que voy a conseguirlo!

Algunos meses después, las notas de Lúcio estaban mucho mejor y mostró el boletín para la madre, con satisfacción.

— ¡Tú estás yendo bien y, ciertamente, has tenido mucha ayuda de Jesús! ¡Enhorabuena, mi hijo! Estoy orgullosa de ti. Mostraste que tienes voluntad: decidiste cambiar y mantuviste tú decisión.

— ¡Y sobra tiempo para todo, mamá!

MEIMEI

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 9/06/2014.)




                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita