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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Ano 8 - N° 365 – 1º de Junio de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

La Mofeta y el Erizo
 

  

En un bosque muy bonito, vivía un pequeño Erizo con su familia.

Cierto día, saliendo para buscar comida, el Erizo encontró un animal que él no conocía. Tenía los pelos del cuerpo negros y una interesante línea blanca que iba de la cabeza hasta el rabo.
 

Ellos se miraron con curiosidad. El Erizo preguntó al animalito:

— ¿Quién eres tú?

Y el otro respondió:

— Mi nombre es Mofeta. ¿Y el tuyo?

—  Yo soy Erizo.

Los dos quedaron observándose, mientras buscaban qué comer. De repente, ellos vieron un apetitoso almuerzo. Ambos corrieron para coger la comida, pero llegaron a la

vez.  

Mirándose ahora con extrañeza, ambos irritados, reaccionaron a la vez y, como era de la naturaleza de cada uno, la Mofeta despidió una secreción de olor horrible sobre el Erizo; y el Erizo arremetió sus espinos sobre la Mofeta, que huyó asustada y gimiendo de dolor.

De manera diferente, ambos sufrieron con los ataques. El Erizo no soportaba el olor horroroso que había quedado en su cuerpo; se revolvía en el suelo, meneando el hocico y protestando:

— ¡Que horror!... ¡Que hedor!...

Por su parte, la Mofeta sufría con los espinos que quedaron enterrados en su piel, causándole mucho dolor, y gemía:

— ¡Ui... Ui... Ui... Socorro!...

Manteniendo distancia uno del otro, aún sufriendo, la Mofeta y el Erizo quedaron mirándose para ver cuál de ellos iba a desistir primero de la comida. Durante horas allí permanecieron en la misma posición. ¡El tiempo pasaba, el hambre aumentaba, y nada!

Como, a pesar del tiempo y del sufrimiento, ninguno de los dos decidían desistir, el hambre, cada vez mayor, hizo que llegaran a un acuerdo. Uno de ellos propuso:

— ¿Vamos a dividir la comida? 

— Vamos — el otro concordó.

Tras alimentarse, ya satisfechos, la Mofeta protestó:

— ¡Mira tú cómo me dejaste! ¡Estoy todo herido!...

— ¿Y yo? ¡Mira como estoy! ¡Tan maloliente que ningún animal más va a querer aproximarse a mí! ¡Ni mi madre y mucho menos mis hermanos! — replicó el Erizo.

La Mofeta pensó un poco y propuso:

— ¿Por qué no somos amigos? Yo te ayudo a librarte del olor y tú me ayudas a retirar los espinos de la espalda que tanto me hieren. ¿Qué piensas?

— Todo bien. Yo concuerdo. ¡No podemos continuar de este modo! — aceptó él.

Entonces, la Mofeta llevó al Erizo hasta un riacho que corría allí cerca e hizo que él se lavara bien. Después, buscó unas hojas bien olorosas — que era un secreto de él —, las amasó y las arrojó sobre el cuerpo del Erizo, retirando el mal olor.

Enseguida, el Erizo, ahora más satisfecho y libre del olor, fue retirando los espinos de la espalda de la Mofeta.

Finalmente, tras todo resuelto, ellos entendieron que ser amigo y respetar al otro es siempre la mejor actitud para vivir sin problemas.

De ese día en delante, ellos pasaron a jugar juntos, como buenos compañeros. Cuando se enfrentaban, el problema era resuelto siempre en paz, pues ambos se acordaban de lo que podría ocurrir si estaban enfadados.

Así debemos actuar todos nosotros. ¡Delante de una desavenencia, lo mejor es conversar en paz y con respeto por el otro, y todo quedará bien!  


                                                       
MEIMEI 


(Recebida por Célia X, Camargo, em 28/10/2013.)  



                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita