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Año 8 361 – 4 de Mayo de 2014
DAVILSON SILVA             
davsilva.sp@gmail.com     
São Caetano do Sul, SP (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Davilson Silva

Deshace la criatura humana, en decenios,
lo que Dios hizo
en milenios

 
 
“En mi opinión, debe existir vida inteligente en otros planetas, inclusive en la Tierra”, respondió un famoso científico, astro biólogo, astrónomo, astrofísico, cosmólogo, escritor y divulgador científico norteamericano, Carl Edward Sagan (1934/1996), al preguntarle si existirían seres extraterrestres, civilizaciones adelantadas en algún lugar del Universo. Vida inteligente en otras galaxias, en planetas de diversos sistemas solares en el espacio infinito, pueden existir; ¿por qué no?


El científico dijo existir vida “inteligente” en la Tierra... Pero, por qué ciertos terráqueos provocan la degradación ambiental del propio planeta donde necesitan vivir, ellos y sus descendientes de esta y de las próximas generaciones? Manejan de modo incorrecto el suelo, no tienen en cuenta
manglares, pantanos, bosques, obstruyen cursos de ríos y polucionan sus aguas, lanzan gases venenosos en la atmósfera y hasta introducen bichos y plantas extrañas en un medio ambiente inadecuado, en perjuicio de las especies nativas. ¡Cuánta negligencia! ¡Que irresponsabilidad!

 

Aún sobre vida inteligente en la Tierra. ¿Usted sabía, estimado lector o estimada lectora, que la sonda espacial Galileo, destinada a explorar Júpiter, lanzada el 18 de octubre de 1989, fue proyectada para estudiar la atmósfera del planeta, así como sus satélites y la magnetosfera adyacente?

 

El Galileo, en vuelo rasante, examinó la superficie terrestre de nuestro planeta y expidió una curiosa información. Según dio a conocer, la vida aquí en la Tierra era “probable”... Tal fue el dato emitido del espacio cuando una improvisada experiencia-prueba de un equipo de científicos, dirigida por Carl Sagan, antes del lanzamiento de la sonda, a mediados de la década de los 90, rumbo al mayor planeta del Sistema Solar, tanto en diámetro como masivamente, el quinto más próximo al Sol.

 

La sonda voló por debajo de 1.000 kilómetros de elevación, equipada de una cámara fotográfica electrónica SSI (Sistema de Imágenes de Estado Sólido). El Galileo se movió en una altura de menos de la distancia de São Paulo-Brasilia. Sorprendentemente, la sonda nada captó; y en números precisos, su más pequeña distancia de la Tierra fue de 960 km. Sobre el Mar del Caribe.

 

La cámara no registró animales, plantas, ciudades, redes de transportes, plantaciones. Aunque dicha máquina fotográfica, la SSI, tuviera medios de recolectar diversos detalles más pequeños que 2 Km., o sea, cerca de una décima de la superficie (6,3%), de ahí la increíble e inesperada respuesta. La experiencia, sin embargo, buscaba un simulacro de búsqueda de vida. “Los instrumentos no habían sido proyectados para una misión de encuentro al Planeta”, dijo Sagan. “Fingimos no saber ninguna cosa sobre la Tierra”, según el ilustre científico, escritor, responsable también por la expedición de las sondas Mariner y Viking, en un informe que fue publicado en 1990 en la revista Nature.

 

Vida abundante

 

¡Acá para nosotros, y pensar que hace cerca de un billón de años la vida ya latía en el Planeta! La Tierra, que recuerda más una distinguida calabaza arrugada, conforme estudiosos de la Geodésia, un día presentó el mayor de todos los espectáculos de su existencia: la performance de increíbles modificaciones de actividades ecosféricas. Diminuta fracción de criaturas vivas migró de las cálidas profundidades oceánicas en cuya temperatura tibia se reproducían extraordinariamente.

 

Los seres minúsculos se confundieron con otros que pasaron a ser llamados vegetales, inmediatamente cubrieron la tierra y buscaron las regiones lodo-pantanosas. Los primeros crustáceos venidos de los mares dieron origen a otros seres terrestres; entonces surgieron los batracios: estos optaron por terrenos limosos y firmes, así como las criaturas que asimilaban la fotosíntesis.

 

Surgieron los primeros indicios de la fase inicial de una serie de sucesivas metamorfosis, en un orden bordeado por la Ciencia. Conforme una división básica de tiempo geológico, la cual comprende varios periodos en consonancia con cálculos científicos, estaba establecida la Era Proterozoica. Por los vestigios arqueológicos en minas carboníferas, el paisaje de las primeras señales de vida debía ser impresionante.

 

Aquel periodo duró cerca de cuatro mil millones de años y dio indicios de singular belleza y de asombrosos hechos. En la proterozoica tuvo inicio la solidificación de la superficie terrestre para, con el pasar del tiempo, surgieran los primeros e incontables invertebrados, batracios y reptiles y, sobre todo, la flora. A las grandes dimensiones llegaron los criptógamos, surgieron los fanerógamos y los gimnospermos aquellos tiempos de atmósfera pesada, pero en ambiente tan exuberante como exótico, cuyos paisajes vislumbraban extensas cadenas de montañas, algunas de las cuales dotadas de agudísimas y altísimas cimas volcánicas.

 

La atmósfera ocultaba los primeros detalles de aquello que, mucho más tarde, perfeccionaría el conjunto de relación mutua entre los medios ambientes y sus seres vivos organizados. Criaturas un tanto bizarras, sin embargo, sensibles y ágiles como los edaphosauros, los mesosauros y los mastodonsauros, se valieron de la fertilidad de los pantanos, ríos y lagos y su conjunto de organismos bajo la superficie de aire, impregnada de densos vapores.

 

El planeta pasó por grandiosas transmutaciones, del Arqueozoico al Cenozoico, la era de los mamíferos – nuestra era. Desde la referida fase inaugural del proceso selectivo de los “ejecutores divinos”, todo contribuyó para formar diversas e interesantes especies por medio de cambios. Como dijo el Espíritu Emmanuel por intermedio del inolvidable Francisco Cândido Xavier, “todas las aristas fueron eliminadas, se aplanaron dificultades”,1 y las disposiciones preliminares acerca de la inserción del hombre fueron amorosamente puestas en orden con el propósito de acogerlo en la Casa Planetaria.

 

Ciencia y Espiritismo

 

Esa fantástica historia es ampliamente corroborada por la Doctrina Espírita. El Espiritismo jamás desacredita a la Ciencia, y prueba de manera plena, cabal por los efectos, las causas que, para él, significan manifestaciones del amor divino a sus criaturas. Dios imprimió movimiento y genero existencia en el remolino de las metamorfosis del progreso. Él aglutinó los elementos y sus características vitales desde el instante de la desvinculación planetaria de la nebulosa solar, ocasión del sublime principio de los sucesivos cambios.

 

Emmanuel concibió tales manifestaciones como sentido de la “expresión del Verbo Divino”.2 La ciencia de los hombres, sin embargo, sólo divisa un prodigioso evento facilitado por alguna fuerza activa que fijó y conserva el orden natural de lo que existe a través de estudios y análisis, denominándola: Naturaleza, término que, para nosotros espíritas, tiene todo que ver con efecto de la conciencia y obra divina. 3

 

Pido venia y hago aquí un desafío. Apunte un – únicamente un – filósofo antiguo o contemporáneo, un profeta del Antiguo o del Nuevo Testamento, un teólogo, un sacerdote de cualquier religión que haya justificado la existencia divina mejor que Allan Kardec, cuando afirmó que, para creer en Dios, basta sólo observar las obras de la Creación: El Universo existe; el tiene, por lo tanto, una causa. Dudar de la existencia de Dios sería negar que todo efecto tiene una causa, y avanzar que la nada puede hacer alguna cosa.4

 

En otras palabras, si la Naturaleza existe, ¡Dios ha de existir! Dios dispuso lo esencial para todos, conocedor de todas las necesidades. El Creador providenció medidas indispensables al bienestar humano, dijeron los Benefactores Espirituales al eminente pensador. “Pero el hombre, insaciable en sus deseos, no siempre se contenta con lo que posee, lo necesario nunca le basta y el siempre desea obtener lo superfluo”, escribió el maestro lionés en una de sus inspiradas ilaciones. 5

 

Prejuicios de la incoherencia

 

A causa de una extrema ambición, ciertos hombres interfieren en el orden natural de las cosas. El deseo intenso de ciertos hombres han sin piedad asolando bosques como la Amazónica y el Bosque Atlántico en nombre de una supuesta expansión económica. Esclavos de su egoísmo e inmediatamente de su ignorancia espiritual, cometen verdadero sacrilegio al patrimonio divino a nosotros otorgado. Con el desmantelamiento, se eliminan vegetales, animales, se provoca el fin de los biorreductores por falta de alimento y, por consecuencia, el fin de las grandes extensiones de bosques primitivos, y, con el desflorestamiento, el suelo de determinadas partes forestales dejan de producir humus, la fuente de materia orgánica para nutrición vegetal.

 

Si no se lleva en serio un desarrollo biosustentable, buscando el equilibrio, hay posibilidad de un riguroso desgaste eco sistémico, lo que ya viene ocurriendo. Sin nutrientes y con la falta de organismos responsables por el reciclaje relativo a la fertilización de las capas, los bosques no sobrevivirán. Los incendios, por ejemplo, destruyen los decompositores, además de la capa fértil del suelo, y hacen más intenso el efecto invernadero, oriundo de la absorción de la radiación solar por la atmósfera que transmite calor a la superficie del planeta, elevando el nivel térmico. (Quedo molesto con la propaganda en la TV de un frigorífico, de puestos que sirven hamburguesas, de churrasquerías porque recuerdas los incendios del bosque que vuelven pasto para que los animales sean abatidos para consumo.)

 

Con la devastación forestal, emisiones intensas de gases tóxicos en la capa de ozono perjudican sobremanera el medio ambiente. El gas azul pálido, oxidante y reactivo, variedad alotrópica del oxígeno que protege la Tierra contra los rayos infravioletas, que influyen tanto en las particularidades ecosistémicas como en las atmosféricas, ya dio señales de drásticos cambios climáticos. Secuencia repentina de violentos y destructores tornados, huracanes, la inconstancia del nivel de temperatura, las sequías, las inundaciones, el deshielo polar, que paulatinamente aumenta el volumen de las aguas oceánicas, forman parte de la actual situación planetaria.

 

Milenios sin consideración

 

Concluyendo, la tierra desprotegida de fuerza vegetativa hace fácil el efecto de la erosión por las lluvias y por el viento. Al desmantelar bosques, el hombre deshace lo que las leyes divinas llevaron milenios para enriquecer el suelo con substancias nutrientes. No tendrá efecto ninguno tanta capacidad técnico-científica, si no paran de extraer de la Naturaleza más de lo que ella puede ofrecer. A propósito, los ecologistas vienen alertando sobre la escasez de géneros alimenticios, y eso perjudicará a la gran mayoría de los pobres, antes aún de la posible falta de agua potable.

 

Hay dos tipos de “destrucción”: una, según la Naturaleza, otra, según la voluntad del hombre. Sólo que la destrucción natural y necesaria quiere decir transformación, mientras que la de el hombre significa: abuso.6 Quien comete abuso sufre las consecuencias de la inevitable Ley de Causa y Efecto, ley divina, que nada tiene que ver con “castigo” de Dios. ¡En cuanto a nosotros que apreciamos nuestra Casa Temporal, persistamos! Mi hermano o mi hermana de fe espírita: continuemos con nuestras oraciones en pro de un mundo mejor, conocedores de que no basta apuntar imperfecciones, más sí corregir errores y completar lo que se encuentra inacabado; hagamos nuestra parte.

 

 

Referências:

 

1XAVIER, Francisco C. A Caminho da Luz (Espírito Emmanuel). 15. ed. Rio de Janeiro: Federação Espírita Brasileira (FEB), 1975. Página 29.


2
XAVIER, Francisco C. O Consolador (ditado pelo Espírito Emmanuel). 17. Ed. Rio de Janeiro: Federação Espírita Brasileira (FEB), 1995. Primeira parte, questão 28, p. 35.


3
Mãe Natureza é efeito, e não causa. Disponível em: <http://www.oconsolador.com.br/ano6/289/davilson_silva.html>.


4
KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos. Tradução de J. Herculano Pires. 62. Ed. São Paulo: Lake — Livraria Allan Kardec Editora, 2001. Capítulo 1, q. 4, p. 55.


5
_____. _____. Q. 716, p. 247.


6
KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. Trad. De J. Herculano Pires. 58. ed. São Paulo: Lake, 2001. Cap. 25, item 7, p. 291.

 

 

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Revista Semanal de Divulgación Espirita