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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 353 – 9 de Marzo de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El examen escolar


 

Cierto día, preocupado con un examen que debería hacer en la escuela, Edinho, de diez años, no tenía paz. El miedo de no conseguir una buena nota hacía su corazón latir apresurado. Sentado en el suelo, con las piernas encogidas, él no sabía qué hacer más. Estaba aterrorizado.

La madre, al verlo en aquel estado, se extrañó:

— Tu me pareces preocupado, Edinho. ¿Qué está ocurriendo?
 

Con los ojos húmedos, el niño explicó:

— Tengo miedo del examen que tengo mañana en la escuela, mamá. ¡No sé qué hacer!

— ¡Es simple, mi hijo! Tú necesitas estudiar. Además de eso, confía en Dios. Abre el Evangelio y lee alguna cosa. Después, haz una plegaria. ¡Por descontado tendrás el amparo de Jesús!

Más animado, Edinho cogió el Evangelio, abrió y leyó el texto que había caído al acaso.

Con los ojos muy abiertos, pensó en las palabras que había acabado de leer. ¿Habría entendido bien? Jesús dijo que quién tenga fe en Dios, y diga a una montaña: Quítate de ahí y lánzate al mar, sin dudar en su corazón, cierto de que lo que había dicho ocurrirá, verá que, con efecto, ¿ocurre?!...      

— ¡Caramba! ¡Jesús sabía así de las cosas! — exclamó sorprendido.

Después, más animado, con la certeza de que conseguiría lo que deseaba, oró con fe pidiendo el auxilio divino para acertar todo en el examen y, tranquilo, aguardó al día siguiente.  

Más tarde, como no hubiese visto al hijo estudiar durante todo el día, la madre preguntó:

— Y entonces, mi hijo, ¿ya estudiaste para el examen? ¡Tú me pareces tranquilo!

— Estoy sí, mamá. Tranquilo y confiante. ¡El miedo pasó!

— ¡Que bueno! Pero no te vi estudiar, Edinho...

— No te preocupes, madre. ¡Déjame eso a mí!

A la mañana siguiente, Edinho fue confiado para la escuela. La profesora entregó la hoja con las preguntas, deseando buen examen a todos.

Edinho cogió la hoja, sonriente; bien diferente de los compañeros que temblaban de miedo. Sin embargo, al mirar para el papel, se llevó un susto. ¿Y ahora?... ¡No sabía nada!...

Aterrorizado, blanco como la cera, tenía las manos heladas y trémulas. Sin otra opción, él fue respondiendo a las preguntas de todas maneras, pues nada sabía. Entregó el examen y salió de la sala rápidamente para que los compañeros no lo vieran llorar.
 

Entró en casa con los ojos rojos e hinchados. Estaba desesperado. Al verlo, la madre preguntó ansiosa:

— ¿Cómo fue en el examen escolar, Edinho?

El chico tiró la mochila en el suelo y cayó en una silla:

— Muy mal, madre. ¡Pésimo! ¡Yo no sabía nada!...

— ¿Cómo es así? ¡Tú estabas tan confiado, mi hijo! — ella indagó, secando las manos en el delantal y aproximándose a él, preocupada.

El niño balanceó la cabeza, y contó lo que había ocurrido:

— ¡La verdad, mamá, es que confié en Jesús, y

Él no me ayudó!...  


La madre se sentó al lado de él, pidiéndole que se explicara mejor.

— ¡Es verdad! Ayer, tú me dijiste que leyera un tramo del Evangelio y hacer una plegaria. ¡Fue lo que yo hice! ¡Pero no sirvió, madre!...

La madre lo miró llena de piedad, entendiendo el problema, y dijo:

— Mi hijo, tú olvidaste la primera cosa que yo te dijo: ¡Estudia! Sin estudiar, ¿cómo podrías hacer un buen examen? Jesús nos ayuda, dándonos tranquilidad, aclarándonos la memoria sobre los textos que estudiamos... Pero si nada tenemos en la mente, ¿cómo irá a ayudarnos? ¡Jesús siempre nos socorrerá, pero es preciso que hagamos nuestra parte!

El niño bajó la cabeza, desanimado.

— Ahora madre, no tiene remedio. ¡Voy a ser reprobado!...

— Edinho, mantén la confianza en Jesús. Si tú eres reprobado, es señal de que no mereces pasar de año; necesitas aprender más. Sin embargo, conserva tu fe y esperanza. ¡Tú aún no viste el resultado del examen!... ¡¿Quién sabe?!...

¡Al día siguiente, Edinho tuvo una gran sorpresa! La profesora comunicó a la clase que, en virtud de que gran parte de los alumnos habían tenido nota baja en el examen, ella haría otro examen. Marcó para la semana siguiente, dando así tiempo para que los alumnos pudieran estudiar mejor la materia para el examen.

Edinho llegó todo animado a la casa, gritando, y se tiró en los brazos de la madre:

— ¡Madre! ¡No vas a creer lo que ocurrió! ¡La profesora va a dar otro examen la semana que viene!

Sonriente, la madre abrazó al chico:

— ¿No dije que deberías confiar, Edinho? Ahora, tendrás otra oportunidad. ¡Estudia bastante! ¡Ora a Jesús, pidiendo ayuda, pero no dejes de estudiar, hijo!

— Aprendí la lección, mamá. ¡Ahora voy a estudiar bastante, pero también voy a pedir el amparo de Jesús, para que yo pueda recordar lo que aprendí!

Se sentaron a la mesa para almorzar, y Edinho se mostraba muy contento. Acabando de comer, el padre le hizo una invitación:

— ¿Hijo, quieres ir a pasear? ¡Voy hasta la ciudad próxima y me gustaría que fuéramos juntos!

Él sonrió, agradeciendo al padre, pero dijo que, infelizmente, no podría ir, y explicó la razón:

— ¡Necesito estudiar, papá!

                                                                  MEIMEI


(Recebida por Célia X. de Camargo, em 18/11/2013.)   



                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita