WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
   
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 349 – 9 de Febrero de 2014

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 


El Cielo y el Infierno

Allan Kardec

(Parte 18)
 

Continuamos el estudio metódico del libro “El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina según el Espiritismo”, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 1º de agosto de 1865. La obra integra el llamado Pentateuco Kardeciano. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. El peso de la vejez ¿también afecta a los Espíritus?

B. ¿Cómo atenuar la maldad que reside en nosotros? El bien, ¿es recompensado por Dios?

C. Los sufrimientos, ¿derivan siempre de la expiación?

D. Los amigos, ¿nos reciben más allá de la tumba?

Texto para la lectura

151. Van Durst, desencarnado en Amberes a los ochenta años de edad, habla con alegría de la nueva vida, brillante y llena de dicha, que encontró en el mundo espiritual y afirma que, en comparación, la mayor de las felicidades ofrecidas por el planeta no vale nada. (Segunda Parte, cap. II, Van Durst.)  

152. Hombre de bien, fallecido en un accidente, Sixdeniers dijo que había permanecido mucho tiempo después de su muerte sin reconocerse; pero con la gracia de Dios y la ayuda de los que le rodeaban, cuando se hizo la luz, ésta inundó su Espíritu. (Segunda Parte, cap. II, Sixdeniers.)

153. Kardec preguntó si su posición al entrar al mundo de los Espíritus fue feliz. “No; tuve que pagar la deuda del hombre”, respondió Sixdeniers. “Tuve que expiar la indiferencia para con mi Creador, pero su misericordia tomó en cuenta el bien insignificante que pude hacer, los dolores que padecí con resignación a pesar de los sufrimientos, y su justicia, cuya balanza los hombres jamás comprenderán, pesó el bien tan benévola y amorosamente que el mal desapareció rápidamente.” (Segunda Parte, cap. II, Sixdeniers.)

154. Después de atender al Espíritu de Valeria, que sufría, el Codificador afirmó: “Es un error y un mal rechazar a esos Espíritus, a los cuales debemos mirar como mendigos que nos piden limosna. En su lugar digamos: es un Espíritu desdichado que los buenos Espíritus me envían para educarle. Si lo logramos nos quedará toda la alegría que viene de una buena acción, y ninguna mejor que la de regenerar un alma, aliviando sus sufrimientos. Esa tarea es muchas veces penosa y, sin duda, mejor sería recibir continuamente comunicaciones bellas y conversar con Espíritus escogidos, pero no es buscando nuestra propia satisfacción ni rehusando las ocasiones que se nos presentan para hacer el bien, que atraeremos la protección de los buenos Espíritus”. (Segunda Parte, cap. II, Sixdeniers, nota de Kardec.)

155. Médico homeópata sumamente dedicado al bien, el doctor Demeure dijo, cinco días después de su muerte: “La muerte dio a mi alma ese pesado sueño al que llaman letargia, pero mi pensamiento velaba. Sacudí la torpeza funesta de la turbación que sigue a la muerte, me levanté y de un salto hice el viaje. ¡Qué feliz soy! No más me siento viejo ni enfermo. Mi cuerpo era sólo un disfraz. Soy joven y hermoso, con esa belleza eternamente juvenil de los Espíritus, cuyos cabellos no encanecen por la acción del tiempo”. (Segunda Parte, cap. II,  El doctor Demeure.)

156. “Hace apenas tres días que desencarné – dijo la Sra. Foulon – y siento que soy artista: mis aspiraciones, con respecto al ideal de la belleza artística, eran la intuición de las facultades adquiridas en anteriores existencias y desarrolladas en la última encarnación.” En la misma comunicación, ella dijo que sus ojos, que se habían debilitado en vida, se abrían después de la muerte y le habían permitido volver a ver horizontes espléndidos. (Segunda Parte, cap. II, La viuda Foulon, ítem I.)

157. Dirigiéndose a Amélie Boudet (esposa de Allan Kardec), la Sra. Foulon dijo: “Créame,  los muertos son más felices que los vivos y llorarlos es dudar de las verdades espíritas. Me volverá a ver, esté segura. Si partí primero es porque había finalizado mi misión, que por cierto cada uno tiene en la Tierra”. “Todos tenemos malas tendencias, a las cuales obedecemos, lo que es una ley suprema que comprueba la facultad del libre albedrío. Por ello, tenga indulgencia y caridad, amiga mía, esos sentimientos de los que carecemos tanto en el mundo visible como en el invisible.”  (Segunda Parte, cap. II, La viuda Foulon, ítem I.)

158. En la manifestación siguiente, la Sra. Foulon describió su desprendimiento del cuerpo físico: “Sufrí, pero mi Espíritu superó el sufrimiento material que el desprendimiento en sí le provocaba. Después del último suspiro, me encontré como en desvanecimiento, sin consciencia de mi estado, no pensaba en nada, y en una vaga somnolencia que no era ni el sueño del cuerpo ni el despertar del alma. Así permanecí un largo tiempo, y después, como si saliese de un prolongado síncope, desperté poco a poco en medio de hermanos que no conocía”. (Segunda Parte, cap. II, La viuda Foulon, ítem II.)

159. Sepultado en la fosa común en el cementerio de Montmartre, Antoine Costeau, quien fuera miembro de la Sociedad Espírita de París, dijo por intermedio de uno de los médiums de la Sociedad, al pie de la misma tumba antes de ser cerrada: “¡Oh! ¡No estoy muerto, vivo la verdadera vida, la vida eterna! El entierro del pobre no tiene grandes cortejos, ni manifestaciones orgullosas que se acerquen a su sepultura… En compensación, creedme, una inmensa multitud no deja de estar aquí, pues los buenos Espíritus os han acompañado, a estas mujeres piadosas, y al cuerpo que allí yace tendido”. (Segunda Parte, cap. II, Antoine Costeau.)

160. El doctor Vignal, antiguo miembro de la Sociedad Espírita de París, fallecido en marzo de 1865, informó cuatro días después de su fallecimiento: “La separación fue rápida; más de lo que podía esperar por mi escaso merecimiento. Fui ayudado eficazmente por vuestro concurso y el médium sonámbulo les ha dado una idea bastante clara del fenómeno de la separación, para que yo insista en ello”. Dicho esto, agregó: “Sólo dejé completamente el cuerpo cuando éste bajó a la tierra; y aquí he venido a encontrarme con ustedes”. (Segunda Parte, cap. II, Doutor Vignal.)

161. Fallecido a los 20 años de edad, Victor Lebufle decía que era muy feliz con su retorno a la vida espiritual. Él, que había trabajado duro para sostenerse a él y a su madre, e incluso había sufrido la prueba de una dolorosa enfermedad, dijo poco tiempo después de su muerte: “¡Ah! Amigos míos, la vida es penosa y difícil cuando no se tiene en cuenta su finalidad; pero yo os digo, en verdad, que cuando vengáis a nuestro lado, si habéis seguido la ley de Dios, seréis recompensados más, pero mucho más allá de los sufrimientos y de los méritos que por ventura creéis haber ganado para la otra vida”. (Segunda Parte, cap. II, Víctor Lebufle.)   

162. La señora Anais Gourdon, fallecida en 1860, decía que era muy feliz después de la muerte; interrogada por Kardec, informó que sus parientes podrían ayudarla dejando de lado sus lamentos, pues ellos saben “que no me han perdido”. “Deseo – dijo la señora Gourdon – que mi recuerdo les sea suave y dulce. Pasé como una flor por la Tierra y nada triste debe quedar de ese paso.” (Segunda Parte, cap. II, La señora Anais Gourdon.)

163. Comentando el mensaje de la señora Gourdon, Kardec dijo: “Las alas de los ángeles, arcángeles y serafines, que son Espíritus puros, son evidentemente sólo un atributo imaginado por los hombres para dar una idea de la rapidez con la que se transportan, puesto que su naturaleza etérea los libera de cualquier necesidad de apoyo para atravesar los espacios; sin embargo, ellos pueden aparecerse a los hombres con ese accesorio para corresponder a su pensamiento, así como los Espíritus toman la apariencia terrestre a fin de que los reconozcan”. (Segunda Parte, cap. II, La señora Anais Gourdon, nota de Kardec.) 

Respuestas a las preguntas propuestas

A. El peso de la vejez ¿también afecta a los Espíritus?

No. En el caso de Van Durst, fallecido a los 80 años de edad, transcurridos los primeros momentos, ni la vejez ni obstáculos de ningún tipo – no había nada que lo limitase. He aquí sus palabras: “Aquí se vive abiertamente, caminando con confianza, teniendo ante nuestros ojos horizontes tan hermosos que nos sentimos impacientes por alcanzarlos”. (El Cielo y el Infierno, Segunda Parte, cap. II, Van Durst.)

B. ¿Cómo atenuar la maldad que reside en nosotros? El bien, ¿es recompensado por Dios?

El perdón de las ofensas es, entre tantas, una de los más poderosos atenuantes del mal. El ejercicio del perdón y la práctica del bien son fundamentales en el proceso de nuestro mejoramiento moral. Quien hace el bien y sigue fielmente la ley de Dios recibe su justa recompensa, que irá mucho más allá de los sufrimientos y de los méritos que por ventura pensamos haber ganado. (Obra citada, Segunda Parte, cap. II, Un médico ruso, última pre­gunta, y Víctor Lebufle.)

C. Los sufrimientos, ¿derivan siempre de la expiación?

No. No siempre los sufrimientos y amarguras en la Tierra constituyen una expiación. Hay Espíritus que, cumpliendo la voluntad del Señor, vienen a la Tierra y son felices al sufrir los males que para otros serían una expiación, pero para ellos son sólo pruebas. (Obra citada, Segunda Parte, cap. II, Victor Lebufle, nota del Guía del médium.)

D. Los amigos, ¿nos reciben más allá de la tumba?

Sí. Maurício Goutran, cuyos padres todavía se encontraban encarnados, dijo haber sido recibido por su abuelo, que le tendió los brazos, estrechándolo efusivamente sobre su corazón. Según dijo, una multitud de personas, de semblantes risueños le acompañaban, acogiéndolo con benevolencia y dulzura. (Obra citada, Segunda Parte, cap. II, Maurício Goutran.)

 

 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita