WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 348 – 2 de Febrero de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El niño que pedía limosnas

 

Túlio, de ocho años, vivía en una buena casa, tenía padres amorosos, obtenía muchos regalos y su voluntad era siempre satisfecha.

Tratado con mucho amor, Túlio creció hallándose con derecho a todo. En la escuela trataba mal a los compañeros, especialmente aquellos que fueran de familia pobre.

Los padres buscaban orientarlo, mostrándole        que el hecho de tener buenas condiciones de vida no le daba el derecho de despreciar a los otros. Sin embargo, Túlio oía, concordaba con los padres, pero no actuaba de manera diferente.

Cierto día, volviendo de la escuela, Túlio vio a un mendigo sentado en la calzada. Al ver a Túlio aproximarse, el niño pidió:

— ¡Una limosna, por el amor de Dios!

Túlio miró para el chico que se había atrevido a hablar con él, y respondió:

— ¿No tienes vergüenza de pedir limosnas, vagabundo? ¡Déjame en paz!

El chico miró para Túlio, notó el uniforme

escolar impecable que él usaba, y sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no dijo nada. Solo bajó la cabeza y se fue.

Al llegar a casa, no consiguiendo olvidar al mendigo, Túlio contó:

— ¡Mamá, imagina que cuando yo volvía de la escuela un vagabundo todo sucio y mal vestido me pidió una limosna! ¡Yo tenía una moneda que había sobrado de la merienda, pero está claro que no le di!... ¿Por qué él no va a trabajar para tener dinero?

La madre oye, llena de piedad, mirando al hijo y consideró:

— ¡Ah!... Mi hijo, tu no sabes nada de la vida. Gracias a Dios, tenemos todo y nada nos falta, sin embargo tu padre trabaja bastante para darnos lo que tenemos: esta casa, escuela para ti, comida, ropas buenas y todo lo que tu quieres. ¿Ya imaginaste la situación de ese chico que pide limosna para vivir?

— No pensé en eso... imaginé que él tendría una familia, una casa... ¡Como nosotros! — respondió Túlio, abriendo mucho los ojos.

— ¡Túlio, nadie sale para pedir limosnas si no lo necesita!

Es señal de que él no tiene nada en casa, si es que tiene una casa y una familia. ¡Debe vivir en la miseria, mi hijo!

— ¿Será así, mamá?

— Cuando lo encuentres de nuevo, no juzgues. Da alguna cosa. Jesús dijo, en cierta ocasión, que “a quién mucho le fue dado, mucho le será pedido”. Esto quiere decir que, para personas como nosotros, que tenemos todo, mucho será exigido. Es decir, si mucho recibimos de Dios, debemos repartir nuestras bendiciones con otros que estén necesitando. ¿Entendiste?

Sí, Túlio había entendido. ¡En ese momento, él se acordó de que el chico había pedido una limosna en nombre de Dios!

Al día siguiente, al pasar por aquella calle, oyó al chico decir con la cabeza baja:

— ¡Una limosna, por el amor de Dios!

Avergonzado, Túlio cogió una moneda de su bolsillo y la entregó al mendigo. El chico levantó los ojos y lo agradeció con los ojos húmedos. Entonces, él paró y le preguntó el nombre. El niño, agradecido por la atención, dijo:

— Me llamo Renato.

Túlio se sentó en la calzada, al lado de él, y comenzaron a conversar. Así, él pudo saber que Renato tenía familia, pero el padre bebía mucho y no podía trabajar; la madre era limpiadora y lo que ganaba era poco para el sustento de la familia. Además, tenía cuatro hermanos más, y sólo él, por tener diez años, podía salir a la calle solo para pedir limosnas. Y el chico concluyó:

— Pero no protesto de la vida, no. Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir. Conozco gente que tiene una vida mucho más difícil que la nuestra.

Túlio, emocionado, no se avergonzó de sus ojos húmedos.

— Renato, yo te pido perdón. Ayer yo te juzgué solo por estar pidiendo limosnas. Ahora entiendo tus dificultades y quiero ayudarte.

— No es necesario, Túlio. Tú hoy ya me ayudaste y estoy contento. Gracias — respondió el chico.

— Por favor, dime dónde vives tú, Renato. ¡No por ti, sino por tus hermanos! — insistió Túlio.

El niño concordó y dio la dirección, que Túlio anotó en un pedazo de papel y después se despidió de él. Llegando a la casa, Túlio contó a sus padres la historia de Renato, que tanto lo impresionó.

Los padres quedaron satisfechos al ver la preocupación del hijo con el mendigo y prometieron ir a visitarlo. A finales de la semana, llevaron una caja con géneros alimenticios y otra con ropas para los niños.  

La alegría de la familia de Renato fue enorme, pues aquellas cosas iban a suavizar la miseria. Se hicieron amigos, y el padre de Túlio, conversando con el padre de Renato, lo convenció a buscar un grupo de ayuda a alcohólicos.

En aquella familia, después de algún tiempo, todo había cambiado: José, el padre de Túlio, consiguió un empleo para la madre de Renato y, cuando el padre de él paró de beber, lo empleó en su empresa.

Las familias, ahora amigas, siempre se encontraban, y era con gratitud que Renato decía:

— Vosotros sois verdaderos amigos. Cuando pedí una limosna a Túlio en nombre de Dios, sentí que realmente fue el Señor que nos ayudó. ¡Gracias!

Bendiciones de lo Alto descendían sobre aquellas familias ahora tan unidas, y José dijo sonriendo:

— ¡Es que cuando hacemos algo con amor, Dios está siempre presente!... 


                                                                 
MEIMEI 
 

(Recebida por Célia X. de Camargo, em Rolândia-PR, no dia 4/11/2013.)   


                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita