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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 342 15 de Diciembre de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Conmemorando la Navidad

 

 

En una de las salas de un viejo caserón existían varios instrumentos musicales.

Habitada por una familia que, por varias generaciones, sus integrantes amaban el arte de la música, allí se reunían un bello piano, un violín, un violón, un violonchelo y una flauta.

Siempre que había fiesta en el caserón, ellos eran llamados a tocar, contribuyendo para la alegría y el entretenimiento de los invitados, por las manos de los miembros de la familia, encantando a todos.

Con inmenso placer, los instrumentos eran limpiados, lustrados y conducidos a la presencia de personas elegantes y refinadas. Al final de la presentación, los aplausos de todos los llenaban de satisfacción y orgullo.

En los días siguientes, el Piano, el Violín, el Violón y el Violonchelo no hablaban de otra cosa. Recordaban las músicas y la contribución de cada uno, exaltando el propio desempeño.

Afirmaba el gran Piano, con el pecho inflado de orgullo:

— ¡Ah! Que gran noche, gracias a mi eficiencia.

Replicaba el Violín, de su rincón, con una mueca:

— Se engaña, señor Piano. Fue gracias a la delicadeza de mi sonido que las personas se emocionaron.

— ¡Pues sí! Mi sonido es inconfundible y valora la ejecución de la melodía — replicó el Violonchelo con su voz grave.

El Violón, de su pedestal, consideró pomposo:

— No se engañen. ¡La verdad es que mi tramo de sólo encantó a todos!          

Así conversaban, enalteciendo las propias dotes, mientras la Flauta se encogía, tímida, delante de sus compañeros.

El Piano, arrogante y soberbio, de lo alto de su grandeza, miró para la Flauta y preguntó:

— Y usted, Flauta Dulce, ¿no dice nada?

La Flauta, humilde, que se sentía pequeñita y frágil, suspiró, hablando con su voz dulce y afinada:

— ¡Ah! Reconozco que no puedo competir con los

señores.  

Los otros instrumentos intercambiaron una mirada de comprensión y sonrieron, concordando con ella.

Y así los días se pasaron.

El año estaba casi al final, y las fiestas se aproximaban.

En la víspera de la Navidad, se programaba una gran fiesta en el caserón y los instrumentos ya se preparaban para una presentación más.

Los criados cuidaban de los preparativos. Adornos, luces, y un bello árbol de Navidad fue montado en la gran sala. El ambiente navideño envolvió a todos. Habría una representación de la llegada de Jesús al mundo, con la participación de los miembros de la familia.

Para eso, se montó un escenario, cerca del gran árbol: una caballería, con varios animales: oveja, buey, vaca, caballo y un jumento. Un muchacho y una joven harían el papel de María y José, padres de Jesús. Estaba todo preparado, cuando alguien preguntó:

— Papá, ¿y la música? ¡Nos olvidamos de la música!

Los instrumentos aguardaban con intensa expectativa. ¿Quién tocaría? ¿Sería el Piano? ¿O el Violín?

El jefe de la familia paró lo que estaba haciendo, pensó un poco, y decidió:

— Deseo que la música sea leve, suave y delicada, como ese momento tan importante para la Humanidad y que va a ser representado aquí, en esta noche. Para homenajear a Jesús, nuestro Divino Maestro, creo que el fondo musical debe ser hecho por nuestra querida Flauta Dulce, tocada por mi nieto Tiago. La humildad de la flauta está más de acuerdo con el momento y con las lecciones evangélicas.

Así, en el momento de la fiesta, el sonido delicado de la Flauta Dulce tocada por un niño, haciendo el fondo sonoro del teatro que recordaba el nacimiento de Jesús, emocionó a los presentes, envolviendo los corazones y elevando los pensamientos de todos hasta el Divino Aniversario, a recordar su pasaje por la Tierra y enviándole vibraciones tiernas y amorosas de gratitud imperecible.

Cuando terminó, todos se abrazaron, repitiendo:

— ¡FELIZ NATAL!... 
                                              

                                                                  Tia Célia  
 


                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita