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Año 7 340 – 1º  de Diciembre de 2013
MARCUS DE MARIO
marcusdemario@gmail.com

Rio de Janeiro, RJ (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Marcus De Mario

La mediumnidad y el médium

 
Nadie es médium por acaso; la mediumnidad
obedece a un plan reencarnatorio

 
El estudio de la mediumnidad nos lleva al estudio de la realidad espiritual de la vida, con la creencia en la inmortalidad del alma, en la continuidad de la vida después de la muerte y en la comunicación entre el mundo espiritual y el mundo material. No se puede hablar de mediumnidad sin hablar de los Espíritus, que nada más son los hombres y mujeres que están desvestidos del cuerpo físico (orgánico), y viven ahora en el mundo espiritual (espiritualidad), vistiendo otro cuerpo: el periespíritu, también conocido como cuerpo espiritual.

Tampoco se puede hablar de mediumnidad, si nuestra creencia es la continuidad de la vida después de la muerte, pero sin que pueda haber intercambio entre los dos mundos, o dos dimensiones, o sea, el alma continuaría viva después de la muerte del cuerpo, pero no podría comunicar, no podría interobrar con los llamados vivos, los que continúan su existencia en el cuerpo físico.

Afirmamos esas dos condiciones porque mediumnidad significa puente entre dos mundos, conexión entre dimensiones de la vida, permitiendo que los que partieron a través de la muerte mantengan contacto con los que quedaron. Son la bondad, la misericordia y la justicia de Dios en acción, haciendo que afectos, y también desafectos, continúen sus relaciones, en un intercambio de nuevos aprendizajes para unos y otros.

Todos somos potencialmente médiums – Aprendemos con los que partieron en ese viaje de vuelta a la patria espiritual, y de ellos recibimos bienes incontables, así como ellos aprenden con nosotros, cuando están en situación de sufrimiento, de perturbación, y reciben nuestras palabras consoladoras y esclarecidas.

Allan Kardec, el codificador del Espiritismo, al estudiar la mediumnidad en la obra El Libro de los Médiums, nos informa que todos somos potencialmente médiums, pues estamos cercados, rodeados por los Espíritus, de ellos recibiendo mayor o más pequeña influencia, para el bien o para el mal, dependiendo del carácter de ellos.

Algunos de nosotros somos más sensibles, poseemos una estructura orgánica que permite la captación de esa realidad espiritual, cuando entonces surge la mediumnidad propiamente dicha, con sus variados matices.

Se dice entonces que tenemos ahí el médium ostensivo, o sea, aquella persona que ve, oye, habla con los Espíritus, y recibe comunicaciones de ellos, sea a través de la escritura o del habla.

Siendo una predisposición orgánica de la persona, y existiendo la realidad espiritual con su intercambio con la realidad material, tenemos que la mediumnidad es natural, nada tiene de extraordinario, necesitando sólo de educación, de dirección, de control, lo que se consigue con el estudio y con la práctica equilibrada que el Centro Espírita puede propiciar.

¿Para qué la mediumnidad nos es dada? – Pensar y sentir que somos almas inmortales, que la muerte no es el fin de todo, y que aquellos que partieron pueden mantener contacto con nosotros, es, como mínimo, gran consuelo. Y más, saber que una persona dotada de la mediumnidad, el llamado médium, puede ser intermediaria de esa comunicación del más allá con nosotros, trayendo la palabra de un ente querido, es, como mínimo, encender la llama de la esperanza en el mañana, en el amor que nunca muere.

La mediumnidad es dada por Dios a los hombres para que de ella se aprovechen siempre útilmente, como todo en la vida, sirviendo de instrumento de comprobación de la vida después de la muerte, al tiempo que sirve de canal de interacción entre las realidades existenciales.

Es preciso, para el buen uso de la mediumnidad, conocer la realidad de la vida tras la tumba, y, también, pasar a vivir en el mundo terreno de modo a preparar de la mejor manera posible nuestro retorno al mundo espiritual. Eso se hace combatiendo las malas inclinaciones y desarrollando las virtudes.

Para eso recomendamos la lectura atenta del Libro de los Espíritus, obra fundamental del Espiritismo, así como la participación en grupos de estudio en el Centro Espírita, o a través de internet, en la enseñanza la distancia propiciado por incontables webs espíritas.

Conociendo la realidad espiritual, debe la persona interesada, o que tenga facultades mediúmnicas ostensivas, dar un segundo paso: conocer la mediumnidad. No es posible ejercerla con provecho, con desconocimiento de causa. Así, es esencial el estudio de El Libro de los Médiums, estudio ese preferentemente hecho en grupo, en el Centro Espírita, cuando testimonios y vivencias pueden esclarecer con profundidad las dudas.

La responsabilidad de ser médium – Vivir la mediumnidad es estar en relación directa con los vivos del más allá de la tumba, pero esa vivencia debe esparcir el bien, sembrar el amor, por eso el médium debe ser candidato a verdadero cristiano, teniendo en las lecciones del Evangelio el guión infalible de buena conducta, alejando de sí a los Espíritus aún moralmente inferiores, y sirviendo de canal para los mensajes de los buenos Espíritus, legítimos representantes del mensaje edificante de la Buena Nueva.

El médium descontrolado, desequilibrado, sin conocimiento de los mecanismos de la mediumnidad, será juguete en las manos de Espíritus que sólo quieren sembrar discordia, desunión, colocando obstáculos para nuestro perfeccionamiento moral, desviando las facultades mediúmnicas del servicio de elevación de las almas, o sea, los que nos encontramos presentemente encarnados. Conociendo la realidad de la vida espiritual, que la muerte no hace milagros, y que aquello que somos es lo que seremos después de la desencarnación, el médium no se dejará engañar, pues sabe que en el mundo espiritual existen los ignorantes y los sabios, los malos y los buenos, tanto como aquí en la Tierra, y que el hecho de estar fuera del cuerpo físico no da, necesariamente, al Espíritu, ni toda la ciencia, ni todo el saber, ni toda la moral, lo que sólo se consigue con mucho esfuerzo, humildad y tiempo.

Con el Espiritismo, el médium aprenderá que tener la mediumnidad no le da ninguna ascendencia sobre las demás personas, y ni aún sobre los Espíritus. En la verdad, él carga una gran responsabilidad, y deberá dar cuenta del uso de esa facultad ante la ley divina, cuando recibirá cien por uno, si la colocara al servicio del mejoramiento del hombre y del mundo.

Ser médium no es privilegio – Objeto de mucha curiosidad, y también de incontables investigaciones científicas, el médium a veces es considerado persona con poderes sobrenaturales, cuando en verdad se trata sólo de un individuo con la capacidad de mantener el intercambio con los Espíritus, nuestros hermanos que no visten más los ropajes de la carne, no poseen más el cuerpo biológico.

Así, el médium puede estar en cualquier lugar, viviendo normalmente, como de hecho debe hacerlo, interaccionando socialmente, manteniendo su convivencia familiar, ejerciendo su labor profesional, reservando para la actividad mediúmnica ostensiva el tiempo que le sea posible, pero con asiduidad, fe y perseverancia, siempre de forma voluntaria y gratuita, a servicio del bien, utilizándose para eso las reuniones mediúmnicas organizadas por el Centro Espírita.

Muchas personas, al leer estas líneas, quedarán tal vez desilusionadas, pues pensaban que ser médium era un privilegio, cuando el Espiritismo nos lo muestra de forma simple, sin fuegos de artificio, recordando que la mediumnidad es, a la vez, misión y prueba. Eso no quiere decir que el fenómeno mediúmnico no tenga su complejidad, pues estamos refiriéndonos a la individualidad médium, el ser humano, que puede ser sustituido en cualquier momento, y aún no estar apto para recibir este o aquel tipo de comunicación por parte de los Espíritus.

Nadie es médium por casualidad – Así, el médium no está sufriendo de alguna enfermedad, ni tampoco es loco, y mucho menos un ser privilegiado. Es una persona que posee la facultad natural de la mediumnidad, siendo considerado el intermediario entre los Espíritus y los hombres. Para que sea un fiel intérprete, debe tener disciplina y humildad, dos características básicas, siempre esforzándose por estudiar la doctrina espírita, conociendo el fenómeno en todos sus aspectos, y sabiendo oír las críticas para perfeccionar su trabajo y recibir la confianza de los buenos Espíritus.

Nadie es médium por casualidad. La mediumnidad obedece a una planificación reencarnatoria, y aquel que vistiera aquí en la Tierra ese rotulo de servicio lo acepta de libre y espontánea voluntad, pasando por todo una preparación para que mejor desempeñe su tarea.

Estamos hablando de la preparación espiritual antes del nacimiento, o sea, cuando el Espíritu candidato a la reencarnación y a la mediumnidad participa en el mundo espiritual de cursos y ejercicios para que consiga desarrollar contento, siempre al servicio del bien, la facultad mediúmnica de que sea portador.
 

Marcus De Mario es educador, escritor, consultor educacional y empresarial. Actúa en El C.E. Humildad y Amor, de la ciudad de Río de Janeiro.
 


 


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