WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 339 – 24 de Noviembre de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El peso de la mentira
 
 

Clarinha no admitía su culpa al cometer un error. En todo lo que ocurría, echaba la culpa siempre a los otros.

En casa, cuando rompía alguna cosa en la cocina, echaba la culpa al hermano más pequeño:

— Fue Caio que lo rompió, mamá.

— Clarinha, ¿cómo Caio, que es tan pequeño, podría haber derramado el vaso que estaba encima de la mesa?

— ¡No sé, mamá — respondía ella — tal vez haya subido a una silla!

— ¡Pero tu hermano aún no sabe subir a las sillas, Clarinha!

— ¡Entonces no sé! — decía ella saliendo de allí.

En la escuela era la misma cosa. Un compañero protesto de un libro rasgado que él le había prestado, pero inmediatamente Clarinha respondió:
 

— No fui yo. Tú me lo prestaste, yo lo leí y lo coloqué dentro de tu mochila bien. Debe haber sido  Lauro, que se sienta del otro lado. ¡Yo no fui!

Y así ocurría siempre. Cierto día, el hermano más mayor estaba muy enfadado con Clarinha porque ella había agujereado su balón de fútbol.

— ¡No fui yo, Jaime! ¿Por qué haría eso? ¡Tú me prestaste el balón y yo lo coloqué en tu cuarto, como lo cogí! Debe haber sido Caio. Yo no fui.
 

Y así, para todo lo que ocurría, Clarinha siempre tenía una disculpa. Hasta que, cierto día, cansada de aquel comportamiento, la madre decidió hablar con ella. La llevó hasta el cuarto y dijo:

— Clarinha, tú sabes lo que ocurrió hoy: el armario de la cocina volcó.

Antes que la madre la acusara, Clarinha dijo:

— ¡Mamá, fue  Caio!

La madre respiró hondo y consideró:

— ¡Clarinha, Caio no podría haber subido a una silla y derrumbado el armario! ¡Tampoco te estoy culpando a ti! Sé que el armario estaba viejo y que podría caerse. Sólo me gustaría saber la verdad.

La niña bajó la cabeza y no dijo nada. La madre la abrazó, acercándola al corazón y dijo:

— Mi hija, muchas veces guardamos cosas en el interior que nos incomodan, haciendo  que nos sintamos mal. Es un gran peso que colocamos en nuestros hombros y que no sale de allá mientras no decimos la verdad. Los problemas ocurren y no necesitamos sentirnos culpables por eso. ¡Forma parte de la vida!

Oyendo las palabras de la madre, Clarinha comenzó a llorar:

— Mamá, fui yo que derrumbé el armario. ¡Fue sin querer! Yo quería coger un dulce que estaba en lo alto y subí a la silla. Cuando vi, el armario cayó derrumbando todo. ¡Discúlpame, mamá! No quise romper los vasos, platos y todo lo demás que estaba dentro de el.

— Yo sé, hijita. Sólo quería que tú lo contaras, para aliviar tu corazoncito.

— ¿No vas a estar enfadada conmigo?

— No, hija. Sé que no lo hiciste por querer. Sólo no deseaba que guardaras ese peso en tu cabecita.

La niña cerró los ojos y dijo:

— Nunca me sentí tan aliviada como ahora, mamá. Cuando echaba la culpa a los otros era por miedo a ser castigada.

— Yo sé, Clarinha. Pero yo siempre supe cuando eras tú que hacías una travesura. Tu rostro mostraba la verdad. Por eso, en cualquier situación, la verdad es siempre la mejor actitud.

La niña abrazó a la madre, contenta.

— ¿Pero cómo sabías tú que yo había derrumbado el armario, mamá?

— Porque yo lo vi cuando él estaba cayendo. Corrí para ayudarte, con miedo de que te golpearas, pero cuando me aproximé a ti te habías levantado y, aunque asustada, estabas bien. Como tú no me viste, decidí dejar que me contaras la verdad.
 

— Mamá, yo nunca más voy a acusar a los otros por aquello que hago. La verdad es el mejor camino. Estoy sintiéndome bien ahora. También voy a asumir mi culpa por todas las veces que erré.

Así, Clarinha buscó al hermano pequeño, Caio, y le pidió disculpas por las veces que lo había acusado para huir a la responsabilidad. Después buscó a Jaime e hizo la misma cosa, recibiendo del hermano un abrazo, por el coraje de decir la verdad. En la escuela, tomó la misma

actitud con los compañeros que había perjudicado.

Al volver para casa, Clarinha estaba contenta y aliviada. Jamás se había sentido tan en paz consigo misma.

En aquella noche, al  reunirse para hacer el Evangelio en el Hogar, Clarinha miró para cada uno de los miembros de su familia, y agradeció a Dios por la oportunidad de haber conseguido vencer su gran dificultad: la mentira. 

                                                        MEIMEI 


(Recebida por Célia X. de Camargo, em 23/09/2013.)

       
               
 
                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita