WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
   
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 339 – 24 de Noviembre de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 



El Cielo y el Infierno

Allan Kardec

(Parte 8)
 

Continuamos el estudio metódico del libro “El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina según el Espiritismo”, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 1º de agosto de 1865. La obra integra el llamado Pentateuco Kardeciano. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. Según la Iglesia, los ángeles se dividen en tres grandes jerarquías. ¿Cuáles son éstas?

B. ¿El Espiritismo admite la existencia de los ángeles?

C. ¿Cuál es el origen de la doctrina sobre la existencia de los demonios?

D. ¿Quiénes son los demonios según la enseñanza de la Iglesia?

Texto para la lectura

68. Creada simple e ignorante, el alma poco a poco se desarrolla, perfecciona y avanza en la jerarquía espiritual, hasta alcanzar el estado de Espíritu puro o ángel. Los ángeles son, pues, las almas de los hombres llegados al grado de perfección que la criatura puede lograr y gozan de la plenitud de la felicidad prometida. Antes de alcanzar el grado supremo, gozan de una felicidad relativa al su adelantamiento, felicidad que no consiste en la ociosidad, sino en las funciones que Dios tiene a bien confiarles y por cuyo desempeño se sienten dichosas. (Primera Parte, cap. VIII, ítem 13.)

69. La Humanidad no se limita a la Tierra: habita innumerables mundos que circulan en el espacio; habitó los que ya desaparecieron y habitará aquellos que se formarán. Dios jamás ha cesado de crear. Así, mucho antes que la Tierra existiese y por más antigua que la supongamos, había otros mundos en los que los Espíritus encarnados recorrieron las mismas etapas que ahora recorren los de formación más reciente, y que alcanzaron su objetivo aun antes de que hubiésemos salido de las manos del Creador. (Primera Parte, cap. VIII, ítem 14.)

70. Desde toda la eternidad ha habido, pues, Espíritus puros o ángeles. Pero como su existencia humana se produjo en un pasado remoto, ése es el motivo por el cual  suponemos que siempre han sido así, en todos los tiempos. (Primera Parte, cap. VIII, ítem 14.)

71. En todas las épocas, los demonios representaron un papel destacado en las diversas teogonías y, aunque han decaído considerablemente en la opinión general, la importancia que aún hoy se les atribuye da a la cuestión una cierta gravedad, porque toca la esencia misma de las creencias religiosas. (Primera Parte, cap. IX, ítem 1.)

72. Cuanto más se acerca el hombre al estado primitivo, más esclavizado está al instinto, como aún hoy se observa en los pueblos bárbaros y salvajes contemporáneos; lo que más les preocupa, o mejor, lo que les preocupa exclusivamente en ese estado, es la satisfacción de las necesidades materiales, porque no tienen otras. (Primera Parte, cap. IX, ítem 2.)

73. El único sentido que puede hacerlo acceder a los goces puramente morales se desarrolla gradual y lentamente. El alma tiene, pues, su infancia, su adolescencia y su madurez, como el cuerpo humano; pero para comprender lo abstracto, ¡cuánta evolución tiene que experimentar la Humanidad! ¡Por cuántas existencias deberá pasar! (Primera Parte, cap. IX, ítem 2.)

74. Durante mucho tiempo el hombre sólo comprendió el bien y el mal físicos; sólo más tarde los sentimientos del bien moral y del mal moral marcaron el progreso de la inteligencia humana, haciéndola vislumbrar en la espiritualidad un poder sobrehumano fuera del mundo visible y de las cosas materiales. Esta obra fue, con seguridad, realizada por inteligencias privilegiadas, pero que no pudieron superar ciertos límites. (Primera Parte, cap. IX, ítem 3.)

75. Al haber una lucha constante entre el bien y el mal, triunfando muchas veces éste sobre aquél, y al no poder admitir racionalmente que el mal derivase de un poder bienhechor, se concluyó en la aceptación de la existencia de dos poderes rivales en el gobierno del mundo. De ahí nació la doctrina de los dos principios, además muy lógica en una época en que el hombre no era capaz de, razonando, penetrar la esencia del Ser Supremo. ¿Cómo hubiera podido comprender, entonces, que el mal no es sino un estado momentáneo del cual puede brotar el bien? (Primera Parte, cap. IX, ítem 4.)

76. Evidentemente, para comprender que del mal puede venir el bien, es necesario considerar no una, sino muchas existencias; es necesario abarcar el conjunto y sólo entonces aparecerán las verdaderas causas y sus verdaderos efectos. (Primera Parte, cap. IX, ítem 4.)

77. El doble principio del bien y el mal fue durante muchos siglos, y con diversos nombres, la base de todas las creencias religiosas. Lo vemos así sintetizado en Ormazd y Ahriman entre los persas, en Jehová y Satanás entre los hebreos. Pero como todo soberano debe tener ministros, las religiones admitieron también poderes secundarios, los genios buenos y  malos. Los paganos los llamaron dioses; los hebreos, los cristianos y los musulmanes los llaman ángeles y demonios. (Primera Parte, cap. IX, ítem 5.)

78. Satanás, el jefe o el rey de los demonios, no es, según la Iglesia, una personificación del mal, sino un ser real que realiza exclusivamente el mal, mientras que Dios realiza exclusivamente el bien. (Primera Parte, cap. IX, ítem 7.)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. Según la Iglesia, los ángeles se dividen en tres grandes jerarquías. ¿Cuáles son éstas?

Los de la primera y más alta jerarquía son designados según las funciones que ejercen en el cielo: son los Serafines, Querubines y los Tronos.

Los ángeles de la segunda jerarquía reciben sus nombres en razón de las operaciones que se les atribuye en el gobierno general del Universo: son las Dominaciones, las Virtudes y las Potencias o Potestades.

Los de la tercera jerarquía tienen por misión la dirección de las sociedades y de las personas: son los Principados, los Arcángeles y los Ángeles de la Guarda. (El Cielo y el Infierno, Primera Parte, cap. VIII, ítem 2.)

B. ¿El Espiritismo admite la existencia de los ángeles?

Sí. No hay duda de que existen seres dotados de todas las cualidades atribuidas a los ángeles. La revelación espírita en este punto confirma la creencia de todos los pueblos, haciéndonos conocer al mismo tiempo el origen y naturaleza de tales seres.

Las almas o Espíritus son creados simples e ignorantes, es decir, sin conocimientos ni consciencia del bien y del mal, pero aptas para adquirir lo que les falta. El trabajo es el medio de adquisición, y el objetivo –que es la perfección – es el mismo para todas. Lo consiguen más o menos rápido en virtud de su libre albedrío y en razón directa de sus esfuerzos; todos tienen los mismos peldaños que ascender, o el mismo trabajo que cumplir. 

Los ángeles son, pues, las almas de los hombres llegados al grado de perfección que la criatura puede lograr y disfrutan en su plenitud la felicidad prometida. Pero antes de alcanzar el grado supremo, gozan de una felicidad relativa al su adelantamiento, felicidad que no consiste en la ociosidad, sino en las funciones que Dios tiene a bien confiarles. (Obra citada, Primera Parte, cap. VIII, ítems 3, 12 a 14.)

C. ¿Cuál es el origen de la doctrina sobre la existencia de los demonios?

El doble principio del bien y el mal fue durante muchos siglos, y bajo varios nombres, la base de todas las creencias religiosas. Lo vemos así sintetizado en Ormazd y Ahriman entre los persas, en Jehová y Satanás entre los hebreos. Pero como todo soberano debe tener ministros, las religiones en general admitieron poderes secundarios, los genios buenos y malos. Los paganos hicieron de ellos individualidades con la denominación genérica de dioses y les dieron atribuciones especiales para el bien y para el mal. Los cristianos y los musulmanes heredaron de los hebreos los ángeles y los demonios. La doctrina de los demonios tiene, por lo tanto, su origen en la antigua creencia de los dos principios. (Obra citada, Primera Parte, cap. IX, ítems 5 y 6.)

D. ¿Quiénes son los demonios según la enseñanza de la Iglesia?

Por mucho tiempo se enseñó en el ambiente de la Iglesia que los demonios eran seres consagrados exclusiva y eternamente al mal, y Satanás, su rey o jefe. En la época de la codificación de la Doctrina Espírita, según el texto contenido en la pastoral de Monseñor Gousset, cardenal arzobispo de Reims, para la cuaresma de 1865, tal pensamiento se alteró un poco de la siguiente manera: Dios no los había creado perversos y malos, sino los hizo iguales a los Espíritus sublimes que viven en la gloria y la felicidad. Distribuidos en todos sus órdenes y repartidos en todas las clases, ellos tenía el mismo objetivo e idénticos destinos y su jefe era el más bello de los arcángeles. Pero se rebelaron y desde entonces, sin que se sepa exactamente por qué, se dedican al mal. (Obra citada, Primera Parte, cap. IX, ítems 7 y 8.)  


 

 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita