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Editorial Português   Inglês    
Año 7 324 – 11 de Agosto de 2013
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 


Afortunado o sin gloria, nuestro futuro depende solamente
de nosotros


El asunto central del artículo escrito por el cofrade Felinto Elízio Duarte Campelo, es uno de los relieves de la presente edición, nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro presentan íntima correlación, como eslabones que componen una misma cadena - la corriente de la vida, que jamás cesa.

Uno de los hechos de difícil explicación en la vida de muchas familias, si excluyéramos del análisis las enseñanzas espiritas, es la repulsa instintiva y mismo el odio que se notan en ciertos niños, sea con relación al padre, sea con relación a la madre. Al fin y al cabo, si el alma del niño es nueva y está llegando por primera vez a la vida corpórea, ¿por qué presenta preferencias? ¿No sería lógico ser ella accesible y afectuosa a todos de su casa?   

Iguales preguntas pueden ser hechas también cuando es lo contrario que se pasa, o sea, la repulsa no parte del niño, pero de su padre o de su madre, hecho que en muchas ocasiones se extiende a lo largo de la vida, revelando una u otra clara preferencia por determinado hijo o hija.

La concepción espirita de la vida, que nos enseña que las existencias corpóreas nada más son que los eslabones que forman una misma cadena, permitiéndonos comprender por qué tales hechos ocurren.

En mensaje constante del capítulo XIV, ítem 9, d’ El Evangelio según el Espiritismo, San Agustín (Espíritu) examinó tal cuestión.

Según él, cuando un Espíritu retorna a la esfera espiritual, lleva consigo las pasiones o las virtudes inherentes a su naturaleza. Muchos parten de este mundo lleno de odio y deseoso de venganza. A algunos de ellos es dado, sin embargo, ver una partícula de la verdad, cuando entonces perciben las funestas consecuencias de sus pasiones y son estimulados a tomar buenas resoluciones. Comprenden, entonces, que para llegar a Dios existe una única clave: la caridad, y que no existe caridad sin  perdón, sin olvido de los ultrajes y de las injurias. En razón de eso, mediante inaudito esfuerzo, consiguen tales Espíritus observar las personas a quien odiaron en la Tierra; no obstante, al verlas, la animosidad se les despierta de nuevo y ellos se rebelan a la idea de perdonar y de abdicar de sí mismos, sobre todo a la idea de amar  personas que les destruyeron los haberes, la honra, la familia. 

El tiempo pasa, su corazón se afloja, ellos hesitan y vacilan, agitados por sentimientos contrarios, hasta que, recordándose de la buena resolución que habían tomado, oran a Dios e imploran a los bienhechores espirituales que les den fuerzas, en el momento más decisivo de la prueba. Entonces, después de años de meditación y oraciones, reencarnan en el seno de la familia de aquellos a quien detestaron.

¿Cuál será su procedimiento en la familia donde renacieron? Dependerá eso de su mayor o menor persistencia en las buenas resoluciones que tomaron, porque el incesante contacto con seres a quien odiaron constituirá prueba terrible bajo la cual no raro sucumben, si no tienen bastante fuerte la voluntad. De esta manera, conforme prevalezca o no la buena resolución tomada en la esfera espiritual, podrán ser amigos o enemigos de aquellos entre los cuales fueron llamados a vivir. 

Es así – afirma San Agustín – que se explican esos odios, esas repulsiones instintivas que se notan de parte de ciertos niños y también de los adultos que con ellas conviven, un hecho que solamente el amor es capaz de revertir, como nos dan cuenta innúmeros casos relatados en la literatura espirita. 

Ante el expuesto, no es difícil, por lo tanto, concluir que nuestro futuro será afortunado o sin gloria, de acuerdo con lo que hacemos de nuestra vida, aquí y ahora, y eso dependerá tan solamente de nosotros mismos.




 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita