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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 318 – 30 de Junio de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Eloy, el viajante del espacio

 

Eloy, chico de seis años y con mucha imaginación, estaba siempre con la cabecita en las nubes, pensando en alguna aventura para realizar. Cuando él se quedaba con los ojos parados, fijos a lo lejos, era cierto: estaba inventando una nueva y arriesgada proeza.   

Su madre, Lia, estaba siempre con sobresalto. Cuando no veía a Eloy cerca, ya gritaba:

— ¡Eloy! ¿Dónde estás tú? — porque tenía seguridad de que él estaría inventando alguna cosa peligrosa para hacer.
 

Cierto día, llegando la casa y no viendo al hijo cerca, Lia comenzó a buscarlo. Tras mucho llamar, encontró al niño en lo alto de un árbol, dentro de un gran tambor de plástico, que había apoyado entre dos ramas y que se equilibraba por verdadero milagro. La madre se heló de susto.

— ¡Eloy! ¿Cómo conseguiste subir hasta

ahí, hijo mío? ¡Desciende ya! ¡Es muy peligroso!

El niño puso la cabeza por fuera del tambor y todo feliz explicó:

— ¡Esta es mi nave espacial, mamá! ¡Estoy viajando por el espacio!

— ¡Pues desciende ya, Eloy! — ordenó la madre, aterrada.

Contrariado, el chico descendió protestando:

— Mamá, tú estropeaste mi juego. ¡Yo estaba divirtiéndome tanto!

Otra vez, en la cocina, donde preparaba el almuerzo, mirando por la ventana, la madre vio a Eloy caminando sobre el muro alto que contornaba la casa.

— ¡Eloy! ¡Desciende ya de ahí! ¡¿Qué estás haciendo?!... — ordenó ella, preocupada.
 

Llorando, el niño descendió y explicó para la madre que estaba caminando entre las estrellas, visitando los planetas y hablando con un pequeño cometa. Y concluyó amargado, corriendo para el cuarto:

— Tú estropeaste mi juego, mamá.

La madre entendía que el hijo tenía mucha imaginación, sin embargo no podía permitir que actuara de esa forma, pues era pequeño y no tenía noción del peligro. ¡¿Qué hacer?!...Todos los días eran una novedad. Él siempre estaba haciendo alguna cosa peligrosa.     

En aquella noche, la madrecita habló con el marido, hablándole de su preocupación.

— Querida, tú tienes toda la razón. Pero tenemos que confiar en Jesús. Vamos a orar — aconsejó el padre.

Entonces, la madre cerró los ojos y oró a Jesús, suplicando la ayuda de los Amigos Espirituales. Comprendía la capacidad de imaginación del hijo, sin embargo Eloy estaba viviendo de forma peligrosa, lo que ella, como madre y responsable por él, no podría admitir. Sin embargo, ¡¿cómo impedirle los vuelos de la fantasía, si era su alma que buscaba aventuras?!...

Y en lágrimas, ella suplicaba:

— ¡Jesús querido, ayúdame! ¡Ampara a mi hijo para que él viva de manera menos peligrosa! No soportaría si algo pasara con Eloy. ¡Socórreme, Señor!

A la mañana siguiente, la madre despertó más tranquila. Despertó Eloy para ir a la escuela. El niño se arregló y fue hasta la cocina donde la madre preparaba el desayuno. Luego, todos estaban sentados alrededor de la mesa.  

Eloy, todo animado, contó a la madre:
 

— Mamá, esta noche tuve un sueño muy bueno.

— ¡Ah! ¿Y qué soñaste tú, hijo mío?

— Yo soñé que estaba en mi cama durmiendo y, de repente, desperté. Al lado de la cama tenía a un muchacho que yo nunca había visto antes. ¡Él dijo que es mi amigo y que va a llevarme para conocer el espacio! El nombre de él es Orlando — contó el niño con los ojos muy abiertos.

Los padres intercambiaron una mirada de comprensión, después se volcaron para el niño, sorprendidos.

— ¿Y qué mas él dijo, Eloy? — indagó la madre.

— Mi amigo Orlando dijo que no necesito imaginar más juegos peligrosos, pues voy a viajar de verdad con él. Prometió que me llevaría para conocer lugares bonitos, ciudades y un montón de cosas.

— ¿Y como iréis vosotros? ¿En una nave? — preguntó el padre, curioso.

— ¡No, papá, no es necesario! — informó el niño ante la ignorancia del padre. — Orlando cogió mi mano y dijo sólo: ¡Ven conmigo!

Y el chico entusiasmado continuó contando todo feliz:

— Y nosotros fuimos volando por el espacio. ¡Sólo eso! Él me llevó a visitar un lindo jardín lleno de niños, donde jugué bastante. Orlando explicó que aquellos son niños que ya no viven más aquí en la Tierra. Ellos viven allá y visitan a sus padres aquí en el planeta o ellos los visitan allí, donde viven. ¿No es bueno, mamá?

— Muy bueno, hijo mío. ¡Me encantó! — dijo la madrecita con lágrimas en los ojos.

La madre volvió a mirar para el padre y, mentalmente, elevó el pensamiento de agradecimiento a Jesús por el socorro que le había enviado a través de un Amigo Espiritual. Nunca más Eloy sintió necesidad de crear juegos peligrosos para satisfacer su atracción por el espacio cósmico.

Bien que Jesús había dicho, mostrando el camino a todos los necesitados: Quién pide, recibe; quién busca, halla; y a quien golpea la puerta, ella será abierta.   

MEIMEI


(Recebida por Célia Xavier de Camargo, em 3/6/2013.)
 


               
 
                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita