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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 317 – 23 de Junio de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Esfuerzo y cosecha

 

Cansado de vivir en la ciudad, donde el movimiento lo incomodaba, Jonas decidió comprar una pequeña casa de campo en un lugar distante para vivir más junto a la naturaleza.

Inmediatamente apareció un hombre que le ofreció una casa de campo por un valor razonable, y con su forma de vendedor habituado a convencer a las personas, decía:

— ¡Mi amigo Jonas! ¡La casa de campo es una belleza, las tierras son fértiles y cultivadas! ¡Vosotros no necesitareis llevar nada, pues la casa está amueblada! Es llegar allá, vender la cosecha de maíz y comenzar a ganar dinero. Además de eso, vosotros podréis pagar la casa de campo con esta casa donde viven y una pequeña cuota más.

Jonas, que tenía una reserva de dinero, encantado con las palabras del vendedor, consultó a la esposa, que oía la conversación:

— Qué piensas, Maria?

— Yo concuerdo, Jonas. También quiero cambiar de esta ciudad donde no se hay más paz — ella respondió.

Así, realizado el negocio, colocaron sus cosas sobre un carro, dejando el resto en la casa, una vez que no tendrían necesidad, y partieron para la casa de campo que sería su nueva vivienda. Iban contentos y animados. Todo era novedad. 
 

Después de alguna dificultad para encontrar el camino, llegaron a la nueva propiedad. Abrieron el portón y entraron, recorriendo algunos centenares de metros hasta llegar enfrente de la casa. Descargaron el coche, dejando el caballo libre para pastar.

Al día siguiente, animados, Jonas y Maria   fueron  a  conocer  sus  nuevas

tierras. Sin embargo, con grande espanto, vieron que gran parte del terreno estaba invadido por espinos. No había plantación de maíz y mucho menos cosecha. Ni pasto para el caballo.    

Jonas y Maria se pusieron a llorar. ¿Como harían para sobrevivir? ¡El dinero que tenían era poco! Sólo lo suficiente para que ellos se mantuviesen los primeros días y hasta vender la producción de la casa de campo. ¿Pero, y ahora?

Como Jonas era um hombre de fé, invito a Maria para orar.

— ¡Señor Jesús! Sabemos que cada uno coge lo que planta, y reconozco que nosotros no fuimos precavidos, haciendo un negocio sin mayores informaciones. Sin embargo, Tú nos dijiste también que en el campo del Señor encontraríamos dificultades, tropiezos, espinos e hierbas dañinas. ¡Por eso, rogamos tu ayuda en esta hora, Señor! ¡Muéstranos el camino, pues no sabemos qué hacer!

Después de la oración, fueron a descansar.

Al día siguiente, Jonas despertó y fue para el campo. Estaba cierto que el Señor lo ayudaría. Caminó un poco y un pensamiento surgió en su mente: Jesús enfrentó todos los problemas y se sacrificó por la humanidad entera, dejando sus lecciones de amor, trabajo y redención.

Jonas volvió corriendo para la casa y le dijo a la mujer:

— Maria, delante de los obstáculos que surgen, nosotros no podemos cruzar los brazos y desanimarnos. ¡Jesús nunca se desanimó! Es preciso que nos dispongamos a actuar. Así, vamos a trabajar con coraje y determinación.

— ¡Pero Jonas, ¿y los espinos?!... — indagó la esposa, sorprendida.

— Maria, ¿habría el Maestro desanimado delante de espinos, si no lo hizo delante de los sufrimientos que enfrentó? Entonces, si nuestros problemas son esos, vamos a enfrentarlos. ¡Si nuestro terreno está lleno de espinos, vamos a arrancarlos! Labrar este suelo duro y abonarlo con nuestro sudor y lágrimas. Además de eso, siempre podremos contar con la lluvia benéfica que cae del cielo, por la bendición divina. Y, buscando, podemos encontrar fuentes en medio del bosque que nos ayuden en la tarea de mejorar la tierra para la plantación.
 

El marido hubo hablado con los ojos brillantes, y las palabras dichas con entusiasmo llenaron a Maria de nuevo ánimo. En la misma hora, cogieron las azadas y comenzaron la tarea de limpiar el terreno.

Jonas aún tenía un poco de dinero que le había restado, que usó para comprar algunos alimentos esenciales en la villa más próxima y bastante maíz, que, molido, serviría para la alimentación de ellos, y

en granos, para los caballos y para la plantación.

Andando por la casa de campo, descubrieron un manantial que corría cristalino entre las piedras. Con cuidado, ellos abrieron un pequeño canal que llevara agua para el terreno ya limpio. Así, tiraron los granos en la tierra, cubriéndolos, y esperaron la germinación, limpiando otro trozo de terreno aún lleno de espinos.

Aquella semana, como bendición de lo Alto, una lluvia fina comenzó a caer. Luego, todo el terreno estaba cubierto por el verde de las plantitas delicadas que se transformarían en lindos granos de maíz.
 

Algún tiempo después, todas las personas que pasaban por la carretera podían ver el bello maizal que se extendía permitiendo perder de vista.

Satisfechos, Jonas y Maria agradecían a Jesús por las bendiciones recibidas.

Pero, en el fondo de sus corazones, ellos   sabían   también   qu e si  no

hubieran trabajado duro, de sol a sol, nada habrían conseguido, pues fue el propio Maestro que había dicho:

“Ayúdate a ti mismo que el cielo te ayudará.”


                                                                          
MEIMEI


(Recebida por Célia X. de Camargo, em 13/5/2013.)


               
 
                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita