WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 7 316 – 16 de Junio de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El pescador

 

Caio era um niño muy pobre.

El padre, que era albañil, había fallecido en un accidente de trabajo. Y la madre trabajaba bastante para mantener la familia, compuesta de él y dos hermanos más pequeños; sin embargo muchas veces pasaban hambre y se iban a dormir con el estómago vacío.

Caio deseaba poder trabajar y ganar dinero para ayudar a la madre, sin embargo, como era pequeño, no podía.

Todas las noches, Caio oraba a Jesús, conversando con él y suplicando ayuda para su familia:

— Jesús, yo sé que tu fuiste un niño muy pobre también, como yo. ¡Sin embargo, José, tu padre, era carpintero y te enseñó a trabajar con la madera! Pero yo no tengo nadie que me ayude. ¡Entonces te pido, por favor, haz que aparezca alguien para ayudarme! Alguien que me enseñe a hacer alguna cosa para ganar dinero y comprar comida para mi familia. Quedaré agradecido con cualquier cosa que mandaras, pues no soy exigente. ¡Buenas noches y gracias!

Al día siguiente, lleno de ánimo, Caio se levantaba pronto y salía a la calle para descubrir algo para hacer. A veces, él barría la venta del Sr. José, otras cargaba compras o lavaba el patio para D. Clara, y así ganaba algunas monedas que usaba para lo que necesitara. Ese día, fue hasta la panadería y compró pan.
 

Estaba cansado de trabajar haciendo pequeños trabajos, cuando decidió cambiar de rumbo.

Caminando por otro lado de la ciudad, llegó hasta un pequeño río. Allí estaba un hombre con una caña de pescar en la mano, con los ojos fijos en el riachuelo.

Caio se aproximó y quedó quieto, observando al hombre pescar. Al percibir al chico, el hombre preguntó:

— ¿Sabes pescar, chico?

Caio balanceó la cabeza negativamente.

— ¿Quieres aprender?

— ¡Claro que quiero! Pero no tengo caña.

— Yo te dejo una. Ahora presta atención.

Y fue explicando al niño como hacer para pescar. Le mostró donde coger lombrices para servir de cebo, y le colocó la caña en la mano.

— Ahora, debes hacer silencio para atraer a los peces. Así como haces cuando vas a orar a Jesús, ¿entendiste?

Caio abrió mucho los ojos, admirado. ¿Habría sido aquel hombre mandado por Jesús? ¡Con seguridad! ¡Los compañeros de Jesús eran pescadores y Jesús salía con ellos para pescar! — recordó lleno de alegría.

Más animado, se sentó y se puso a pescar. ¡Luego, había un pez en la caña!

Todo contento, dijo al buen hombre:

— Gracias. Ahora me voy, pues ya tengo comida para mi familia. Ciertamente mis hermanos y mi madre tienen hambre. El señor me ayudó mucho hoy. ¡Pienso que hasta fue enviado por Jesús!

El hombre sonrió y le saludó con la mano como despedida.
 

De aquel día en delante la vida de Caio cambió. Aprendiendo a pescar, nunca más faltó alimento en su casa, pues él vendía los peces que pescaba y aún llevaba para casa.

Caio creció, se hizo hombre, pero jamás olvidó que, en momento de gran necesidad, Jesús lo hubo socorrido a través de un pescador.
 

Lleno de gratitud al Maestro, siempre que podía Caio ayudaba a otras personas que estaban en dificultades, y con esa actitud percibía que las bendiciones del Cielo aumentaban cada vez más en su vida.

Abriendo el Evangelio, Caio entendió esa realidad al leer que Jesús decía: Tratad a todos los hombres como querríais que ellos os trataran.         


TIA CÉLIA


               
 
                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita