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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 6 288 – 25 de Noviembre de 2012

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El juan-de-barro

 

Un juan-de-barro escogió una bella horquilla de la rama de un árbol para comenzar a construir su nido. De allí tendría buena visibilidad de todo lo que ocurriría allí cerca, de modo a defenderse de los enemigos naturales de su especie.

Cuidosamente, él sube a la rama más alta, levanta la cabecita para sentir la dirección de los vientos, y así sabe de qué lado vendrán los vientos en el invierno.

Así, sabiendo de la dirección que los vientos vendrían, se preparó para trabajar, colocando la puerta  del  lado  opuesto  de  los  vientos, para

proteger su familia. Tras esa providencia, dio inicio a la construcción, con barro, paja, estierco fresco, pequeñas hojas y ramitas.

De ese modo, bastante cuidadoso, el juan-de-barro hace su casa como si fuese un pequeño horno, preservando a su familia del viento, del frío y de la lluvia.

Estaba él así, entretenido con su construcción, buscando material y llevándolo para arriba, cuando vio allí cerca un bello canario que pasaba el tiempo en buscar qué comer y  cantando.

Los días siguientes, el bello pájaro continuaba de la misma manera cantando en uno de los gajos del árbol. El juan-de-barro, previsor, le preguntó:

— Veo que no haces otra cosa el día entero que no sea comer y cantar. ¿No te preocupas con los días más fríos que van a llegar?

El canario agitó las piernas coloreadas y respondió en un gorjeo:

— ¡Ah, no! Me gusta así de volar por ahí, cantar las bellezas del día y, cuando tengo hambre, busco algo para comer. ¡Vivo muy bien así!

El juan-de-barro se calló y fue a cuidar de su servicio.

Sin embargo, el canario estaba siempre allí, de una rama para la otra, mientras el constructor proseguía en su tarea. Un día el pájaro preguntó:

— Juan-de-barro, ¿por qué tanto cuidado en hacer su nido? ¡Da tanto trabajo! ¡Tú no paras el día entero!...

El juan-de-barro, que colocaba un poco de barro en la pared de su casa, respondió:

— Hago eso porque no quiero que mi familia se moje y pase frío. Quiero verla bien abrigada en el invierno, cuando el viento fuerte llegue.

El bello canario oyó e hizo poco caso, respondiendo:

— ¡Yo no! ¡A mí me gusta vivir a mi voluntad! Cuando tengo necesidad de abrigarme, busco algún lugar en el bosque y siempre encuentro. ¡Así, no veo por qué trabajar tanto!

— ¡Vamos a ver! – dijo el provisor juan-de-barro.

Después de más de dos semanas, el servicial constructor dio por terminada su casa. La adornó y su esposa se acomodó en ella.

Sin embargo, justo aquel día, el tiempo comenzó a empeorar. Fuertes vientos soplaban haciendo que los árboles se inclinaran y las hojas cayeron de las ramas.

El pájaro cantante, asustado ante la violencia del viento y de las nubes oscuras que cubrían el cielo, borrando la luz del sol, buscó esconderse en algún lugar. Pero, nada conseguía, pues los lugares más seguros ya estaban ocupados.

Agarrado en su rama, él suplicaba:

— ¡Piedad, juan-de-barro! ¡Ayúdame! ¡Estoy corriendo peligro!...

Y el juan-de-barro, de la puerta de su bien construida casita, con su voz fuerte y estridente decía:

— Tú no te preocupaste con tu seguridad. ¡Ahora aguantate!     

En ese momento la lluvia comenzó a caer, pesada y fuerte, y las rachas de viento llevaban las gruesas gotas de la tempestad, que golpeaban en el cuerpecito del canario, que buscaba agarrarse en una rama del árbol, aterrorizado.

En ese momento, el juan-de-barro, viendo la situación del canario, venciendo las tendencias de su  especie, se condolió.

— ¡Ven! ¡Abrígate en mi casa!

Oyéndolo, el canario, aliviado, buscó llegar hasta la casita de él. ¡Pero era muy difícil! La tempestad no permitía que él se moviera con rapidez. Así, con gran dificultad consiguió llegar.

En la puerta, agitó las piernas pesadas de lluvia, para no mojar la casa, y entró. Allí el ambiente

era tranquilo, la temperatura era agradable y todo estaba sequito.

Admirado, el pájaro coloreado dijo para su amigo juan-de-barro:

— Tú tenías razón. Fui imprevisor y casi morí por cuenta de eso. Gracias, juan-de-barro. Mientras tú trabajabas, yo me divertía aprovechando la vida. Ahora veo que tú estabas cierto. Es preciso pensar en los días difíciles de la vida. ¡Pero yo no sé construir casa como tú! Hago nido, cuando tengo una compañera, para que los huevos queden protegidos y los hijitos nazcan. ¡Pero es sólo! ¡Y un día así, mi nido no resiste!

Pero el juan-de-barro, con serenidad, respondió:

— Es asimismo, mi amigo canario. Cada uno con su forma de ser.

La compañera del juan-de-barro vino para la sala y estuvo oyendo a los dos conversar.

Al terminar la tempestad, el bello pájaro dejó la casa despidiéndose de los nuevos amigos:

— Muchas gracias. Si no fuera por tu generosidad, juan-de-barro, hoy yo habría muerto.

El sabio juan-de-barro pensó un poco, y respondió:

— Creo que debemos ayudarnos mutuamente. Finalmente, somos todos hijos de un mismo Padre, que nos hizo diferentes para alegrar la Creación, colocando más color en la vida, de modo que cada uno contribuya con su parcela para el enriquecimiento de la vida de todos. Mi especie, por ejemplo, es de constructores experimentados. La tuya está constituida de bellos cantores, que saludan al sol y embellecen la Naturaleza. Pero todos nosotros contribuimos para la grandeza de la Vida.

El bello pájaro oyó admirado la sabiduría del juan-de-barro y, en agradecimiento, se despidió con bello canto, abriendo las alas y alzándose a los cielos.

Él dejaba aquella casa sintiéndose enriquecido íntimamente. 

                                                                  MEIMEI
 

(Mensagem recebida por Célia Xavier de Camargo, em Rolândia-PR, em 5/11/2012.)   


                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita