WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 6 272 – 5 de Agosto de 2012

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

¿Qué voy a hacer hoy?

 

Aquel día, Murilo no tenía clase, estaba lloviendo y no podía salir de casa para jugar allá fuera. El invierno estaba llegando y hacía frío. Entonces, él andaba por la casa preguntándose a sí mismo:

— ¿Qué voy a hacer hoy?

Era un día perezoso, de esos que da ganas de no hacer nada. Pero no para Murilo, un chico bastante activo.

Él entró en su cuarto, pero nada encontró interesante. Estaba fastidiado con los juegos y juguetes, que eran sus viejos conocidos. Todo estaba en el mayor desorden, sin embargo Murilo no se interesó en arreglar nada.

Fue para la sala y conectó la televisión. Nada vio de interesante, sólo programas vulgarales y dibujos repetidos.

Desconectó, desanimado.  

En ese momento, él vio al gato de la familia, que paseaba despreocupado. Viendo al animalto, Murilo se interesó:

— ¡Felício! ¿Por dónde andabas?

Y corrió para el lado del bichinho, que, conociendo al chico, se escondió bajo un mueble. Murilo se agachó y, con dificultad, cogió al gato, que miaba.

— Ah, ¿estabas escondiéndote de mí? ¡Sólo quiero juguar un poco contigo!

Llevó al animalito para el cuarto y, de repente, pasando la mano por sus pelos, tuvo una idea:

— Felício, tú estás muy gordo y muy peludo. Voy a dar un arreglo a eso.

El niño fue hasta el armário, cogió una tijera, mientras el gato lo observaba, asustado. Después, llegando cerca del animalito, lo cogió en brazos y

se puso a cortarle los lindos pelos.  

El animal miaba, intentando escapar. En un descuido de Murilo, él consiguió huir y se escondió detrás del armario, lugar en que el niño no conseguía cogerlo.

Oyendo la madre llamar, Murilo abrió la puerta y salió corriendo. Era hora del almuerzo. Entonces, él se sentó, comportándose. La madre, que conocía al hijo, preguntó:

— Hijo, tú andas con cara de quien anduvo “aparentando” de nuevo. ¿Qué es?

— ¡Nada, mamá! ¡No hice nada!...

— Está bien. Entonces, come.

Después de la comida, Murilo se sentó en la sala para ver la televisión. De repente, la madre vino de la cozinha, con las manos en la cintura.

— Murilo, ¿qué hiciste con Felício?

— ¡Nada, madre! ¡Yo lo juro!

Ella volvió con el gato en los brazos, mostrándolo al hijo:

— Entonces, ¿quién cortó los pelos de él?

— ¡No fui yo, madre!... 

Entonces, la señora pidió que Murilo la acompañara hasta el cuarto de él. Allá, fue fácil encontrar los pelos caídos en el suelo y la tijera que el niño había usado para pelar al gato. Muy enfadada, ella lo recriminó:

— ¿Por qué hiciste eso con el pobre animalito, Murilo? ¡Ves cómo él está, y justo ahora que comenzó el frío! No podemos dejarlo así, hijo mío!

La madre arreglo una manta vieja y la colocó en la cesta de Felício, que le gustó el calorcito gustoso y se quedó allí, enrollado.
 

Después, la madre llamó a Murilo y dijo:

— Hijo mío, mentir es um pésimo defecto. Además de haber hecho mal a un animalito, que depende de nosotros y que debe recibir nuestro cariño y atención, aún mentiste. Como la mentira tiene las piernas cortar, encontré en tu cuarto la tijera y los pelos que cortaste a Felício. Ahora, los pelos de el tardarán en crecer y el pasará frío durante todo el invierno. ¿Estás contento?

— Mamá, yo no tenía la intención de perjudicar a Felício. ¡Como estaba sin tener qué hacer, tuve la idea de cortar su pelo, que estaba muy largo!            

— Hijo, cuando la gente no tiene qué hacer, debe buscar algo útil y bueno para ocupar el tiempo, no salir por ahí haciendo cosas que pueden perjudicar a los otros. Coge tu caderno y estudias, lee un libro, barres el patio, arreglas tu cuarto. Pero no inventes cosas que perjudiquen.

— Entendí eso ahora, madre. ¿Pero, qué puedo hacer por el Felício?

— Sólo cuidar de él, dándole bastante cariño, de modo que él pueda volver a confiar en ti.

¡Mañana llevaré a Felício al veterinario para hacer el corte e igualar el pelo, que está horrible!

— Gracias, mamá. ¡Nunca más voy a actuar sin pensar, lo prometo!

Como si entendiera lo que estaba ocurriendo, Felício pasó por las piernas de Murilo haciéndole una caricia, mostrando que no hubo guardado rencor, que continuaba  estimándolo.     

 

                                                          MEIMEI


(Recebida por Célia X. de Camargo, em Rolândia-PR, em 14/5/2012.)    
 



                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita