WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 6 269 – 15 de Julio de 2012       

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Por amor

 

Guida era una niña que le gustaba mucho de ayudar a las personas. No perdía ocasión de ser útil. Poseía un corazón generoso y a todos les gustaba.

Cierto día, ella supo que su amigo, Miro estaba enfermo y quedaría muchos días sin poder ir para la escuela. Él andaba con sarampión, enfermedad contagiosa, y en virtud de eso tendría que quedarse en la cama, aislado.

Preocupada con el amigo, Guida inmediatamente pensó en una manera de ayudarlo.

— ¿Qué puedo hacer por él? No puedo visitarlo.

Ni llevarle dulces y salados, pues no sé lo que puede comer.    

Ella pensó bastante y al día siguiente, despertó con la respuesta a su problema:

¡Ya sé! Voy a anotar, en todas las materias, lo que los profesores pasan para los alumnos en la clase y, después, en mi casa, haré una copia para Miro. Así, él podrá estudiar, aún sin salir de casa! ¿Que buena idea!...

Así, para tranquilizarlo, Guida telefoneó para saber cómo él lo estaba pasando, y avisó a la madre de él sobre lo que estaba haciendo para ayudar a Miro.

Agradecida, la madre contó al hijo lo que su compañera de clase se proponía hacer para que él pudiera continuar estudiando, aún sin ir a la escuela. Después comentó:

— ¡Tu amiga Guida debe ser una persona muy especial, hijo mío! Quedé conmovida con la gentileza de ella.

— Ella es muy buena sí, madre.

Miro, sin embargo, que no le gustaba mucho estudiar, íntimamente pensó: ¡Creí que iba a quedarme sin ver libros durante esos días! Ahora, estoy obligado a estudiar!

A partir del día siguiente, a finales de la tarde, Guida se dirigía hasta la casa de Miro y entregaba para la madre de él todo el material que había copiado.

— ¡Gracias, Guida! Pero, tú estás teniendo un trabajo para copiar todo, de modo a traer para mi hijo!

La niña abrió una gran sonrisa, respondiendo:

— No se preocupe, doña Eunice. Finalmente, estoy estudiando dos veces y eso sólo podrá ayudarme en las pruebas.

Cada día que Guida traía sus textos, doña Eunice aprovechaba para hablar con ella, la invitaba para tomar una merienda, impresionada con su constancia y determinación.

Tras una semana, Miro estaba mucho mejor y ya pudo volver a las clases.   

Ese día, la niña volvió molesta para casa. Notando su tristeza, la madre quiso saber lo que había ocurrido, y Guida contó:

— ¿Mamá, sabes como me esforcé para ayudar a Miro durante el periodo que estaba enfermo, ¿no es?

— ¡Claro, hija! Tú no tenías tiempo para nada más! ¡Pero mereció la pena!

La niña pensó un poco y dijo:

— No sé si mereció la pena, mamá. ¿Crees que Miro ni me lo agradeció?...

La madre miró para la hija, que andaba con lágrimas prestas a rodar, la abrazó con inmenso cariño y preguntó:

— ¿Por qué eso te incomodó tanto, Guida?

— Esperaba por lo menos un “muchas gracias” de él, mamá. 

— ¡Ah! Pero lo que tú hiciste fue para recibir una recompensa? — dijo la madre.

— No, pero...

La señora miró firme para la niña e indagó:

— Finalmente, ¿tú deseas un agradecimento de Miro o de Dios?

La chica abrió mucho los ojos:

— ¡¿Como así, mamá?!...

— Mira, hija mía. Si Miro te lo agradece, tú ya recibiste lo que deseabas. Si él no lo agradecer, la recompensa vendrá de Dios. ¿Qué prefieres?  

La niña pensó un poco, después respondió sorriente:

— ¡Prefiero la de Dios, claro!

— Escogiste bien, hija mía. Además de eso, nunca sabemos el efecto de ese gesto para  Miro. Más tarde, aunque sea de aquí a muchos años, él volverá a pensar en el asunto, recordará todo lo que ocurrió y lamentará su ingratitud.

— Tienes razón, mamá. Finalmente, lo que realmente importa es que adoré haber sido útil. Y voy a continuar a hacer lo que creo correcto, aunque las personas no lo reconozcan. ¡Es eso que Jesus espera de nosotros!
       

La madrecita estuvo de acuerdo, abrazando a la hija con más amor, agradecida a Dios por haber podido socorrerla.

 

                                                                  MEIMEI


(Recebida por Célia X. de Camargo, em Rolândia-PR, em 17/6/2012.)   
 



                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita