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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 236 – 20 de Noviembre de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Giralda, la burlona

 

En un gran bosque vivía una linda jirafita, llamada Giralda. Por ser muy alta y descoyuntada, ella no se sentía bien ante los otros animales del bosque, creyendo que, en virtud de ser ella diferente, a ellos no les gustaba.  

Entonces, sintiéndose menospreciada, Giralda intentaba encontrar una manera de ser amada y de tener la atención de todos los animales.  

Un día, ella estaba al borde de una laguna saboreando apetitosas hojas que atrapaba en el árbol más próximo, cuando un mono, su amigo, llegó saltando de rama en rama. Giralda se puso a observarlo.

El mono, con los ojitos muy abiertos, vio un fruto maduro y decidió atraparlo. Como el fruto estaba colgado en una rama más fina, el mono fue llegando... llegando... llegando... y, cuando juzgó que estaba bien cerca, estiró la mano para cogerlo. Pero, en aquel instante, se oyó un: ¡CREC!... ¡La rama se rompió y él cayó dentro de la laguna!...

La jirafa, que observaba todo, se puso a reírse del mono todo mojado. Después, fue a contar la novedad a una tortuga que vivía allí cerca, y que rodó en la hierba de tanto reír.


Delante de la reacción de la tortuga, que le gustó la noticia y pasó a mirarla con más interés, la jirafa decidió contar el hecho a los otros animales. La reacción fue la misma. Todos se divirtieron con la situación del mono, que no le gustó nada de servir de burla para los amigos.

A partir de ese día, la jirafita comenzó a

observar la vida de todos los animales del bosque para después contar a sus amigos lo que ocurría. Y eso se hizo un hábito.

Así, ella pasó a ser conocida como Giralda, la burlona. Cuando alguien quería saber de alguna novedad, corría para preguntar a la jirafita. Y, de ese modo, con el interés aumentando cada vez más, ella tenía que quedarse observando a los otros animales. ¡No podía dejar escapar nada!

Ocurrió que, un día, ella estaba tan preocupada en fiscalizar la vida ajena que, vuelta de un lado, vuelta de otro, mira para arriba, mira para abajo, para el frente y para atrás, y de repente, cuando se dio cuenta, ¡la pobrecita se había dado en el propio cuello!

Cuando lo notó, la jirafita comenzó a llorar y a gritar:

— ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Acudan! ¡Ayudénme! ¡Estoy sintiéndome sofocada!...

Y era tal el griterío que todos los animales que estaban cerca se aproximaron para ver la razón de aquel griterío.

Delante de la situación de la jirafa, sin embargo, ellos sintieron mucha gracia. Se pusieron a dar carcajadas. En torno a ella, ellos comentaban y reían.  

En aquel instante, la jirafa sintió en la piel lo que es servir de divertimento a los otros. Lo mismo ella tanto había hecho con sus amigos, ahora ellos hacían con ella, riendo sin piedad de su triste situación.  

Humildemente, ella continuaba suplicando, llorando que rompía el corazón:

— ¡Por favor, ayúdenme! ¡Di un nudo en el cuello y ahora no sé que hacer!...

Hasta que, cansados de tanto reír, los animales pararon, reconociendo que la situación de la jirafa era realmente delicada.

— ¿Qué podemos hacer? — preguntó la cebra.

¡Pero nadie tenía una idea! ¡Eran todos pequeños y el cuello de la jirafa quedaba en lo alto!... Hasta que la lechuza sabiamente sugirió:  

— ¿Por qué no hacen una escalera, subiendo en la espalda uno del otro?

¡Los animales aprobaron la idea excelente! Con rapidez, hicieron una escalera con los propios cuerpos. Encima de todos quedó el mono, que pasó a orientar a Giralda para desenrollarle el enorme cuello.  

— Vuelca la cabeza para ese lado, Giralda. ¡Eso! Ahora, pasa por debajo. ¡Así!... — él fue ayudando hasta que consiguió resolver la situación.

Libre del problema, la jirafita agradeció a todos sus amigos, especialmente al mono, reconociendo:

— Sé que actué mal con vosotros, usando vuestros problemas y dificultades para hacer chismes. Me sentía despreciada y, por eso, actué de esa manera. ¡En verdad, yo sólo quería tener el amor y la atención de vosotros!... ¡Por ser grande, me sentía diferente de los demás!...

— ¡Pero a nosotros nos gustas tú, Giralda! — afirmó el jaguar, con lo que los otros animales concordaron — ¡Y, en cuanto a ser diferente, puedes ver que aquí no hay nadie igual al otro, y es exactamente eso lo que hace que cada uno de nosotros seamos especiales!

— Tienes razón. Gracias, mis amigos. ¡Ahora yo sé de eso! Pero sé también como es difícil estar en la posición de quien sufre con la burla ajena. Delante de alguien en dificultad, en vez de ayudar, yo empeoraba la situación con mis comentarios.

La jirafita paró de hablar, miró para cada animal y concluyó:

— Por eso, os pido perdón. Nunca más voy a actuar así. Ahora, prometo ayudar siempre que pueda ser útil.     

Los animales estaban contentos. Se abrazaron y, desde ese día, en aquel tramo del bosque pasó a reinar la paz y la comprensión. 
 

                                                            MEIMEI
 

(Recebida por Célia X. de Camargo em Rolândia-PR, em 25/10/2011.)  



                                                         
                          



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Revista Semanal de Divulgación Espirita