WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 218 – 17 de Julio de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

¿Pagar con la misma moneda?

 

Carlos y Fernando eran vecinos y les gustaba jugar juntos. De repente todo cambió.

Cierto día, como era hábito los sábados, los amigos del barrio resolvieron jugar a fútbol. La partida estaba difícil de codo con codo. Pero, aprovechando una oportunidad, Fernando marcó un gol. Carlos, que estaba en el equipo contrario, no le gustó.

Al término de la partida, Fernando se aproximó al amigo de tantos años jugando:

— ¿Viste? ¡Ganamos! ¡Somos mejores que vosotros!

¡Finalmente, lo normal era un equipo perder y otro ganar! Pero Carlos, que no sabía perder, estaba molesto. Dejó que la rabia tomara cuenta de su interior, subiéndole a la cabeza, y, rojo de rabia, reaccionó:

— ¡Vosotros ganásteis porque nosotros os dejamos!

El amigo estaba enfadado con él y Fernando no entendía la razón. Comenzaron a mirarse mal.

— Vosotros no sabéis perder, esa es la verdad.

En aquella tarde volvieron para casa sin hablar más y la amistad de ellos nunca más fue la misma. Fernando, intentando mejorar la situación, fue a la casa de Carlos y lo invitó para tomar una merienda, sin embargo él no aceptó.

Fernando se fue, triste. Después de eso, donde lo encontrase, Carlos volvía la cara.

Delante de esa reacción, Fernando comenzó a sentir la rabia por ella tomar cuenta de su corazón, y pasó a reaccionar de la misma manera.

En la escuela, la profesora Norma notó el cambio en el comportamiento de los dos alumnos y llamó a Fernando para hablar. Él le contó la razón del desencuentro, terminando por decir:

— Profesora, ahora yo también ando con rabia por él. ¡Él va a ver sólo! Oí cierta vez a mí padre decir que, en la vida, tiene que ser “ojo por ojo, diente por diente”. ¡Pues va a ser así!...

Deseando ayudar, ella dijo:

— Fernando, yo entiendo lo que tú quieres decir: que vas a replicar, devolviendo la ofensa con ofensa, como la recibiste. ¡Sin embargo, eso ya cambió! Esas palabras fueron dichas por Moisés que vivió mucho tiempo antes de Jesús. Cuando vino al mundo, el Maestro nos enseñó a reaccionar de otra manera, no resistiendo al mal que nos quieran hacer. ¡Que si alguien nos golpeara en una mejilla, pusiéramos la otra!...
 

El chico extrañó aquellas palabras. Sus padres se decían cristianos, pero no tenían el hábito de hablar de religión o de frecuentar una iglesia.   

— ¡Ah! ¡Profesora! ¿La señora quiere que yo deje golpearme y aún ofrezca la otra mejilla? ¡Yo no soy cobarde, soy valiente!...

Ella sonrió ante la indignación del alumno.

— ¡No, hijo mío! Con esas palabras, Jesús quiso mostrarnos que no debemos reaccionar al mal con el mal, porque la pelea no tendrá fin. Si reaccionáramos con el bien, con la paz, todo acabaría resolviéndose. Hay más coraje en no reaccionar a un insulto que en desear pagar con la misma moneda. Eso significa que tú eres más fuerte y valiente que el otro.

Fernando quedó callado por algunos instantes, después preguntó:

— ¿La señora piensa así mismo?    

— Pienso, y te digo más: La enemistad que ahora existe entre vosotros no es sólo por el hecho de tú equipo haber ganado el juego. Es por el sentimiento de rabia que se instaló en el corazón de Carlos y, después, en el tuyo. ¡Fernando, vosotros erais tan amigos! Haz alguna cosa para cambiar esa situación. ¡La amistad es algo muy precioso para dejarla morir así!

El niño pensó un poco y concordó, diciendo que iba a intentarlo. Agradeció a la profesora  y volvió para casa reflexionando cómo hacer para cambiar la situación.  

Él durmió pensando en el problema. Contra sus hábitos, pidió a Jesús que lo ayudara a reparar la amistad de ellos. Sabía que ninguno de los dos estaba feliz de aquel modo.

Al día siguiente, Fernando despertó y, como era sábado, no tendría aula. Su madre, ocupada en la cocina, le pidió que fuera a comprar algunas cosas que le estaban faltando.

Fernando fue al supermercado, escogió lo que necesitaba y se dirigió a la caja. Al llegar  vio que, a su frente, estaba Carlos con un paquete de azúcar en la mano, todo apurado por no conseguir encontrar el dinero para pagar.    

Mientras la fila crecía detrás de ellos, rojo de vergüenza, él revisaba los bolsillos, ¡pero nada! En ese momento, Fernando cogió del bolsillo el dinero que la madre le había dado y dijo para la joven, ya impaciente:

— Puede dejarlo. Yo pago.

Carlos se volvió para ver quién lo estaba socorriendo. Al ver a Fernando, él no quería aceptar, pero el otro insistió:

— Queda tranquilo, Carlos, somos amigos. Y, si yo lo necesitara, tengo seguridad de que tú actuarías de la misma forma conmigo.  

Por la sonrisa de Fernando notó que no había intención de humillarlo, al contrario, el otro estaba como siempre fue. Carlos aceptó agradecido. Resuelto el problema, inmediatamente estaban ambos en la calle caminando juntos.

Al llegar cerca de casa, Carlos dijo:

— Fernando, yo agradezco la ayuda que me prestaste hoy. Reconozco que no he actuado bien contigo y te pido disculpas. Quedé irritado por un motivo tan tonto y hoy me avergüenzo de eso.

— No te preocupes. Yo tampoco me comporté bien, reaccionando de la misma forma. Pero, nunca dejé de quererte bien a ti. Pero, hoy a la tarde hay fútbol. ¿Vamos?

— ¡Vamos! — concordó Carlos, sonriente.

Ambos se abrazaron y todo volvió a lo normal.

El lunes, al llegar a la escuela, Fernando corrió a contar a la profesora Norma lo que había ocurrido, y después completó:

— Si no fuera por su ayuda, nada habría cambiado. ¡Se lo agradezco mucho doña Norma!

— En verdad, Fernando, “tú” supiste aprovechar la oportunidad que surgió. ¡Felicidades! 

— ¡Gracias a Jesús, profesora! Ahora me voy interesar más por el Evangelio y hacer que mis padres también lo hagan. Percibí que las lecciones de Jesús son la respuesta para nuestras necesidades. Si nosotros sabemos aplicarlas, funcionan aún!...                        

  

                                                         MEIMEI

 

(Recebida por Célia X. de Camargo, em Rolândia (PR), em 20/6/2011.)
  
 



                                                         
                          



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita