WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 212 5 de Junio de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Plantando maíz

 

Luizinho era un chico bastante experto e inteligente. A todos gustaba él, pero tenía un defecto serio: la impaciencia.

Agitado, quería siempre resolver todo en el momento. Pasaba por encima de las personas para conseguir lo que quería. La madre, con voz mansa, intentaba contenerlo:

— ¡Calma, Luizinho! ¡Todo tiene un tiempo seguro! ¡relájate, hijo mío!...

A la hora del almuerzo era un problema. Al llegar de la escuela, si el almuerzo aún no estaba listo, el niño no conseguía esperar.

— ¡Quiero almorzar ahora, mamá!

— ¡El almuerzo aún no está listo! Ten un poco más de paciencia, hijo.

— ¡No! Estoy muriéndome de hambre. ¡Quiero ahora!

Y como él ya tenía ocho años, cogía el plato e iba hasta el fuego a servirse. Comía y después protestaba que la comida no estaba buena, a lo que la madre replicaba:

— ¡Pero yo te avise, Luizinho!

Y así era en todos los lugares. En la escuela, en día de examen, él tenía mucha prisa en coger la hoja con las preguntas; después, en la prisa de devolver inmediatamente, ni conseguía responder cierto.

Luizinho gustaba mucho del maíz verde. Como el patio era grande, un día él decidió sembrar algunos granos de maíz, ya pensando en las lindas espigas que vendrían y en la tarta que su madre haría con ellas.

Así, él regaba el terreno donde había tirado los granos y después se sentaba y se quedaba mirando para ver si ellas brotaban, y protestaba:

— ¡Mamá, está tardando mucho!...

La madre preocupada con la actitud del hijo, un día dijo:

— Luizinho, es asimismo. Las plantitas van a tardar en nacer. Ve a hacer otra cosa, hijo mío, aprovecha tu tiempo.

Hasta que, después de una lluvia, aparecieron las primeras hojas, bien verdes. Y luego ellas comenzaron a crecer... crecer... crecer... hasta que las primeras espigas fueron surgiendo.

Pero Luizinho estaba muy impaciente y la madre necesitaba contenerlo. Hasta que, sin conseguir esperar más, un día él despertó bien pronto y fue hasta el patio. Arrancó algunas espigas y corrió a mostrar para la madre, satisfecho.

— ¡Mamá, mira! ¡Ya tengo mis espigas de maíz! ¡Tú ya puedes hacer una tarta con ellas!...

Al verlo entrar en la cocina con los brazos llenos, la madre llegó cerca de él, miró para lo que él había cogido y, llena de piedad, explicó:

— Hijo mío, estas espigas aún no están al punto. Son muy nuevas y tú las estropeaste retirándolas de los tallos antes del tiempo. ¡Mira! ¡No tienen granos!...

— ¿Quiere decir que no van a servir para nada?

— Eso mismo. Puedes tirarlas a la basura.
 

El chico se sentó con la cabeza baja, triste y desanimado. La madrecita se aproximó a él y lo envolvió con amor.

— Luizinho, todo tiene una hora cierta. La naturaleza trabaja según sus leyes, y no adelanta querer estropear su desarrollo. Por ejemplo, el niño nace y necesita de un tiempo para desarrollarse y aprender. ¿Recuerdas cuando tú aún no sabías leer ni escribir? ¿Todo era difícil, no es? Ahora, tú lees y escribes con facilidad. Antes, tu cabecita no estaba preparada para aprender esas cosas. ¡Y así ocurre todo el tiempo!...

El niño, al oír las palabras de la madre comenzó a reír, recordando sus experiencias.

— Mamá, ¿recuerdas cuantas caídas yo tuve para aprender a andar con la bicicleta? ¡Yo quedaba todo arañado!... ¡Y cuando quise aprender a jugar fútbol, como fue difícil! Y...

El chico, volviendo al pasado, se acordaba de sus dificultades y reía mucho.

— Es verdad, hijo mío. ¡Cuántos golpes, cuantas caídas!... Y en relación a la naturaleza, ocurre exactamente así. Los animales, las plantas, todos tienen un tiempo ciertoo para desarrollarse, ¿entendiste?

El niño respiro hondo, lamentando lo que había hecho, y preguntó:

— ¿Y ahora, mamá? ¿Estropee mí plantación de maíz?

Había tanta frustración en los ojos de él que la madre lo abrazó con cariño, consolándolo:

— No, hijo mío. Por lo que pude notar tú estropeaste sólo algunos tallos. En los demás, las espigas continuarán creciendo hasta el punto de ser cogidas. Jesús nos habla que todo tiene un tiempo cierto, y dice: Primero la hierba, después la espiga y, por último, el grano lleno en la espiga. 1

Él sonrío más animado y mostró que había entendido:

— Está bien, mamá. Nunca más voy a estropear nada. ¡Puedes creerlo!...

Y durante toda su existencia, esa enseñanza sirvió de guión para Luizinho. De temperamento ansioso, él pasó a aceptar el tiempo de todas las cosas, buscando ser más tranquilo y paciente, no actuando por impulso. Para tomar una actitud o decisión, sea en el área estudiantil, profesional o sentimental, se acordaba siempre de las palabras de Jesús: Primero la hierba, después la espiga y, por último, el grano lleno en la espiga.               


                                                                 
Meimei  

(Recebida por Célia Xavier de Camargo, em 25/04/2011.)

 

[1] Marcos, 4:18.              
      



                                                         
                          



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita