WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 4 195 – 6 de Febrero de 2011

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Peleas entre chicos

 

Carlitos y Zezé eran vecinos y compañeros de escuela. Por eso, pasaban mucho tiempo juntos, jugueteando, jugando o haciendo algún arte. Y, por estar siempre juntos, a veces no se comprendían y acababan peleando.

En esos momentos, cada uno volvía para su casa a llorar, enfadado, y protestaba a los padres del comportamiento del otro. Decía Carlitos:

— ¡Así no da! No aguanto más a Zezé. Nunca más quiero verlo. ¡Nuestra amistad acabó!     

Llegando a casa, Zeze afirmaba lleno de rabia:  

— Nunca más voy a pelear con Carlitos. ¡Basta! Todo tiene que ser hecho como él quiere. Nunca más haré las paces con él.

Y cada uno protestaba tanto, que sus padres quedaban también indignados con las actitudes del otro. Pero en determinado día la pelea de los chicos fue tan fea que, tomando los dolores del hijo, cada uno de los padres también volvió la cara para los padres del otro.

Algunos días después, Osvaldo, padre de Zezé, que trabajaba como representante comercial, fue hasta una empresa de alimentos y pidió hablar con el gerente. La secretaria le pidió esperar un poco. Después fue llamado y, para su sorpresa, vio que el gerente era Alfredo, el padre de Carlitos.

— ¿Usted?...

En la misma hora, espumando de rabia, Osvaldo cogió su carpeta, dio media vuelta y salió de la oficina pisando duro.  Aún recuperándose de la sorpresa, Alfredo intentó ir detrás de Osvaldo, pero, como había más personas esperando para hablar con él, no pudo salir. No obstante, él venía reflexionando en la necesidad de hacer las paces con los vecinos, y no podía perder esa oportunidad.

Así, al salir de la empresa, a la hora del almuerzo, Alfredo fue hasta la casa de Osvaldo para hablar con él. Estuvo esperando hasta verlo llegar. Después se aproximó y le preguntó:

— Osvaldo, nosotros necesitamos hablar. ¡Usted me buscó en la empresa, no dijo lo que quería y ni me dejó hablar!...

— ¡Claro! No sabía que usted era el gerente de aquella empresa. ¡Si lo supiera, ni habría ido hasta allá!...

Al ver la actitud del otro, Alfredo también se sintió irritado y partieron ambos para la pelea, diciendo palabras pesadas y ofendiéndose mutuamente. Estaban en la calle y las personas comenzaron a parar y los vecinos salieron de casa

al oír el griterio.    

Cuando ellos estaban en el auge de la discusión, dos chicos se aproximaban. Uno de ellos preguntó:

— ¡Papá!... ¿Qué está pasando? ¿Por qué están peleando?

Era Carlitos. Y otro niño, Zezé, también intentó separarlos:

— ¿Qué esto, papá? ¡Que verguenza!... ¿Por qué están peleando ustedes?

Los padres pararon de pelear, miraron para los hijos y, después, intercambiaron una mirada, como si no estuviesen entendiendo.

— ¿Pero vosotros que estáis haciendo juntos?

— ¡Eso mismo! ¿No estaban peleados? – preguntó Alfredo.

Carlitos y Zezé sonrieron.

— Es verdad. ¡Pero ya hicimos las paces hace algunos días! Y ustedes, ¿por qué estaban peleando?

Osvaldo y Alfredo intercambiaron otro mirada, espantados. ¡Ellos no sabían por qué estaban peleando!... En aquel momento entendieron la burrada que habían hecho. Dos adultos, que deberían dar el ejemplo a los hijos, se envolvieron de tal manera con la pelea de los niños que acabaron también no entendiéndose.

Ellos cambiaron una sonrisa contrahecha, reconociendo lo absurdo de la situación. Osvaldo explicó:

— No fue nada. Sólo un malentendido, que podremos resolver fácilmente, ¿no es, Alfredo?

— Con seguridad. Voy a esperarlo allá en la empresa, después del almuerzo, para charlar.

Los chicos estaban contentos. Carlitos dijo al padre:

— Papá, yo invité a Zezé para almorzar en nuestra casa. ¿Todo bien?

Y, aprovechando la oportunidad para reparar el error cometido, Alfredo prosiguió:
 

— Mi hijo, si el Zezé va almorzar en nuestra casa, ¿por qué no toda la familia? Tengo la seguridad de que tú madre le va a gustar.

Enseguida, se volvió para el vecino y dijo:

— ¡Osvaldo, avise a su esposa que hoy ella va a almorzar fuera!

El otro sonrió, agradecido y emocionado, y ellos se abrazaron allí mismos en la calle. Media hora después, estaban todos sentados alrededor de la mesa.

Alfredo los invitó de corazón, explicando a la visita:

— Tenemos el hábito de orar antes de las comidas. Carlitos, haz la oración por nosotros.

Carlitos cerró los ojos y oró:

— Agradezco a Jesús por el día de hoy y por estar todo bien. Le agradezco también por los amigos que aquí están y que son tan importantes en nuestras vidas, por el almuerzo y por la paz que sentimos. Gracias, Señor.  

El clima era de entendimiento y reconciliación. Finalmente, aquel malestar causado por la pelea de los chicos había terminado y todo estaba en orden de nuevo.

Y los adultos, avergonzados, íntimamente se comprometían a no equivocarse más, dejándose llevar por las emociones del momento.  


                                                       
Meimei    

(Recebida por Célia Xavier de Camargo en 10/01/2011.)



                                                          
                          



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita