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Año 4 174 5 de Septiembre del 2010

MARCOS PAULO DE OLIVEIRA SANTOS  
mpoliv@bol.com.br    

Taguatinga Sul, Distrito Federal (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Problemas de alimentación 

(Parte 1)

  “No me interesa ninguna religión cuyos principios no mejoran ni tienen en consideración las condiciones de los animales.” Abrahán Lincoln


Constituye un punto neurálgico en los estudios y discusiones espiritistas la temática de la alimentación. Especialmente, en lo que alcanza al consumo de productos de origen animal (carne). Este artículo no tiene el propósito jactancioso de
aseverar si debe o no ser ingerido tal alimento. Eso pertenece al foro íntimo de cada persona. Sin embargo, se hace menester lanzar esclarecimientos a la luz del Espiritismo sobre esa problemática, que ha sido inmerecida por muchas personas.

Argumentación de los Espíritus

En la obra El consolador, se preguntó al Espíritu Emmanuel:

129 – ¿Es un error alimentarse el hombre con carne de los irracionales?
 

  Y el replicó:

La ingestión de las vísceras de los animales es un error de enormes consecuencias, del cual derivaron numerosas adicciones de la nutrición humana. Es de lamentar semejante situación, aún porque, si el estado de materialidad de la criatura exige la cooperación de determinadas vitaminas, esos valores nutritivos pueden ser encontrados en los productos de origen vegetal, sin la necesidad absoluta de los mataderos y frigoríficos. Tenemos que considerar, sin embargo, la máquina económica del interés y de la armonía colectiva, en la cual tantos obreros fabrican su pan cotidiano. Sus piezas no pueden ser destruidas de un día para el otro, sin peligros graves. Consolémosno con la visión del porvenir, siendo justo trabajemos, dedicadamente, por el advenimiento de tiempos nuevos en que los hombres terrestres podrán dispensar de la alimentación los despojos sangrientos de sus hermanos inferiores. (Emmanuel, 1997: 82.) [Surrayado mío.]

Y en otra obra, del mismo autor espiritual, él describe la condición ontológica del terráqueo como un ser que aun

Se reconforta con las vísceras de sus hermanos inferiores, como en las eras pre-históricas de su existencia, marchan unos contra los otros al son de himnos guerreros, desconociendo los más simples principios de la fraternidad y poco realizando en favor de la extinción del egoísmo, de la vanidad, de su infeliz orgullo. (Emmanuel, 1996: 34.) [Paréntesis mío.]

Se añade aún, para corroborar el pensamiento de Emmanuel, la afirmación de Humberto de Campos, en Cartas y Crónicas, que recomienda:

Comience la renovación de sus costumbres por el plato de cada día. Disminuya gradualmente la voluptuosidad de comer la carne de los animales. El cementerio en la barriga es un tormento, tras la gran transición. El lomo

de cerdo o el filete de vitela, templados con sal y pimienta, no nos sitúan muy lejos de nuestros antepasados, los tamoios y los caiapós, que se devoraban unos a los otros. (Hermano X, 1991: 22.) [Paréntesis mío]

A propósito de ese tormento en el mundo espiritual, André Luiz (Espíritu), en la obra Nuestro Hogar, en el capítulo homónimo de ese artículo, ejemplifica lo que Humberto de Campos ya mencionó arriba. En la colonia Nuestro Hogar, “muchos recién llegados (...) duplicaban exigencias. Querían mesas abundantes, bebidas excitantes, dilatando viejas adicciones terrenas” (2002: 55). La lectura atenta del referido capítulo demuestra que el problema de alimentación casi colocó en riesgo la existencia de la noble colonia y esfuerzos inauditos fueron necesarios para evitar el caos. Es una alerta de André Luiz que nuestras idiosincrasias permanecen con nosotros y el cambio desde el plano físico es importante para una entrada en el mundo espiritual en mejores condiciones.

Es del conocimiento de todos nosotros que es papel del superior auxiliar el progreso del inferior. No es lo que ocurre en el mundo. En la obra, Misioneros de la Luz, André Luiz se muestra estupefacto delante de la temática del vampirismo, en el capítulo 4. Sin embargo, su orientador cuestiona el motivo por el cual él se halla asombrado y describe la condición humana, que en vez de auxiliar al inferior el subyuga y los desmenuza:

 (...) ¿Y nosotros, en cuanto en las esferas de la carne? ¿Nuestras mesas no se mantenían a  costa de las vísceras de los toros y aves? A pretexto de buscar recursos proteicos, exterminábamos pollos y carneros, lechones y cabritos incontables. Chupábamos los tejidos musculares, roíamos los huesos. No contentos en matar a los pobres seres que nos pedían guiones de progreso y valores educativos, para mejor atender la Obra del Padre, dilatábamos los excesos de la explotación milenaria e infligíamos a muchos de ellos determinadas molestias para que nos sirvieran al paladar, con la máxima eficiencia. El cerdo común era localizado por nosotros, en régimen de cebar, y el pobre animal, mucha veces a costa de residuos, debía crear para nuestro uso, ciertas reservas de grasa, hasta que se postrarse, del todo, al peso de vallas enfermas y abundantes.

Colocábamos gansos en las grasas para que hipertrofiasen el hígado, de modo a obtener carpetas substanciosas destinadas a quietudes que quedaron famosas, despreocupados de las faltas cometidas con la supuesta ventaja de enriquecer valores culinarios. En nada nos dolía el cuadro conmovedor de las vacas-madres, en dirección al matadero, para que nuestras ollas transpirasen agradablemente. Encarecíamos, con toda la responsabilidad de la ciencia, la necesidad de proteínas y grasas diversas, pero olvidábamos que nuestra inteligencia, tan fértil en el descubrimiento de comodidad y bienestar, tendría recursos de encontrar nuevos elementos y medios de incentivar los suplementos proteicos al organismo, sin recurrir a las industrias de la muerte. Nos olvidábamos de que el aumento de lacticinios para enriquecimiento de la alimentación constituye elevada tarea, porque tiempos vendrán, para la Humanidad terrestre, en que el establo, como el Hogar, será también sagrado (1997: 38).

André Luiz (Espíritu) comenta en Los mensajeros, después de incontables enseñanzas que cogió en el mundo espiritual, que: “(...) comencé a comprender que nadie falta al respeto a la Naturaleza sin el doloroso choque de retorno, a todo tiempo”. (Op.cit., 2000: 218.)

Vamos a encontrar en la Revista Espírita de abril, de 1858, el posicionamiento del Espíritu Bernard Palissy, que fue un ínclito pintor en la Tierra y que habita el planeta Júpiter. Allan Kardec, en el ítem 7 de la entrevista, pide al Espíritu que establezca una comparación entre la Tierra y Júpiter, una vez que él siempre vino a la Tierra y tiene un equipaje cultural y moral para transmitir. Entonces, una serie de preguntas es hecha con el propósito de conocer mejor aquel planeta. Hasta que, en la cuestión 23, Allan Kardec pregunta: “¿Cuál es la base de la alimentación de los habitantes? ¿Es animal y vegetal como aquí?”. A lo que obtiene como respuesta: “Puramente vegetal; el hombre es el protector de los animales” (surrayado mío). Alguien puede proponer una posición contraria a esa cuestión. Alegando que la condición de Júpiter es bastante diversa de la situación terrena etc.

De hecho, concordamos. Aquel planeta es muchísimo superior a nuestro. Sin embargo, esa característica de protección de los animales e ingestión de alimentos vegetales denota la superioridad de aquella población en relación a la nuestra. Y vamos además, no es algo inalcanzable. Al contrario, es perfectamente exequible. Ellos no más necesitan de alimentos de origen animal; aquí, en la Tierra, ocurre el mismo. Y si tal comportamiento aún es diverso, no es por una necesidad eminentemente biológica, pero por capricho y falta de compasión para con los animales, nuestros hermanos. Ya que alcanzamos un cenit intelectual suficiente para buscar recursos energéticos en otras fuentes.

Queda, así, bastante claro el posicionamiento de André Luiz, Emmanuel, Humberto de Campos y del propio Palissy en cuánto a la cuestión. Después de la breve presentación del pensamiento de esos personajes del complemento espírita, presentamos el punto central de muchas discusiones. En El Libro de los Espíritus, el preclaro codificador, Allan Kardec, preguntó a los inmortales: “¿La alimentación animal es, con relación al hombre, contraría a la ley de la Naturaleza?”

Y los Espíritus respondieron:

Dada vuestra constitución física, la carne alimenta la carne, de lo contrario el hombre perece. La ley de conservación le prescribe, como un deber, que mantenga sus fuerzas y su salud, para cumplir la ley del trabajo. Él, pues, tiene que alimentarse conforme lo pida su organización (2003: 344).

Reproducimos las palabras del articulista Leonardo Marmo Moreira que habla sobre la cuestión de arriba:

(...) al estudiar ese intrincado tópico, tenemos que admitir dos hipótesis. O el hambre en el mundo es tan grande que, en estas condiciones, justificaría la alimentación carnívora como un mal más pequeño, o los Espíritus, inteligentemente, no hallaron conveniente suministrar una respuesta definitiva a esa cuestión en un momento histórico en que ciertamente el ser humano no estaba preparado para una orientación contra el hábito carnívoro. Aparentemente, esos dos factores deben haber pesado para que los Espíritus se abstuvieran de mayores explicaciones en cuanto a ese tópico.

Realmente, la pregunta anterior de “El Libro de los Espíritus” (L.E. 722) es bastante interesante en función de su sutileza y también debe ser considerada en el presente análisis, pues los “Espíritus de la Codificación” responden que “Todo aquello de que el hombre se pueda alimentar, sin perjuicio para su salud, está permitido…” (2008: s/p).

Ahora, muchas respuestas del Libro de los Espíritus no podían ser desmenuzadas por falta de recursos moral e intelectual de la humanidad de aquel periodo. Era necesario sedimentar la base doctrinaria. Los desdoblamientos de las cuestiones vendrían posteriormente. Tanto es así, que fue necesaria el complemento o el detalle de los puntos allá colocados por otros Espíritus colaboradores: André Luiz, Emmanuel, Hermano X, Joanna de Ângelis, Victor Hugo... Muchas personas juzgan que el dicho “la carne nutre a la carne” justifica la voluptuosidad por la alimentación carnívora. Pero olvidan que debimos esforzarnos para disminuir la ingestión de la carne paulatinamente, de lo contrario, la alerta de los Espíritus ya mencionados no tendría el más pequeño sentido. Infelizmente, existen personas que ni al menos intentan disminuir la ingestión de ese alimento y justifican sus acciones por la supra citada cuestión. Como si ese fuera el tópico único, o aún, una verdad absoluta e incontestable. Necesitan comer carne todos los días, sino la comida no existe. Necesitan sentir el estómago pesado, de lo contrario, no almorzaron. Francamente, es como mínimo ignorar por completo los conocimientos que vendrían posteriormente. Y es del propio Codificador que el Espiritismo andaría lado a lado con el progreso y con la ciencia.

Argumentación Científica

Un estudio del estado nutricional y estilo de vida en vegetarianos y omnívoros, en la Gran Vitoria, Espíritu Santo, demostró que los vegetarianos presentan un perfil nutricional más adecuado y más pequeño riesgo para los agravios crónicos de la salud (Teixeira et. Al., 2006).

En otro estudio, fue evaluado el riesgo cardiovascular en vegetarianos y omnívoros en la misma ciudad. Y se constató que la alimentación omnívora, con excesos de proteínas y grasas de origen animal, potencia eventos cardiovasculares. Mientras que los ovolactovegetarianos y vegetarianos presentan menores riesgos cardiovasculares (Teixeira, et. Al., 2007).

De Biase et.al. (2007) realizó un estudio con el propósito de analizar los valores de triglicérides (TG), colesterol total (CT), lipoproteína de baja densidad (LDL) y lipoproteína de alta densidad (HDL) entre individuos vegetarianos y omnívoros. Fue realizado un estudio transversal. Participaron 76 individuos, todos voluntarios, de esos, 22 eran omnívoros y 54 vegetarianos. Se concluyó que la dieta vegetariana se asoció a los más pequeños valores de TG, CT y LDL en comparación con la dieta omnívora. Esa constatación es relevante, porque un elevado índice de colesterol sérico está relacionado con enfermedades arteriales. Eventos que los vegetarianos tienen más pequeños riesgos de presentar.

(Este artículo será concluido en la próxima edición de esta revista.)




 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita