WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 4 169 1º de Agosto del 2010

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

El osito comilón

 

Biluca, el osito, vivía con su madre, Doña Ursulina, y su padre, el señor Osote, en un bosque muy bonito.

Biluca era un osito que tenía un hábito muy feo: comer demasiado.

Comía todo lo que apareciera a su frente y nunca estaba satisfecho. Y, debido a su grande gula, era muy egoísta, nunca compartía nada con nadie.

Cuando aparecía alguien masticando alguna cosa, él inmediatamente pedía un pedazo o un mordisco. Pero Biluca, cuando un amiguito suyo le pedía un pedacito de lo que él estuviera

comiendo, ¡no daba de ninguna manera!  

Cierto día, Biluca encontró un pedazo de tarta que alguien había dejado caer en el bosque. Un conejito lo vio y pidió un pedacito al osito, que se negó a dar.  

Doña Ursulina lo reprendió, diciendo:

— ¡Biluca, hijo mío, eso es feo! Tú no debes comer tanto. Cualquier día de estos, tú vas a  enfermar. Tenemos que aprender a repartir nuestras cosas. Vamos, da un pedazo de tarta a tu amigo conejito.  

— ¡No, no y no! — Repetía él — Voy a comerlo todo solo. ¡La tarta es mía!

Hasta que un día, doña Ursulina escuchó gemidos y llanto.

Era Biluca que lloraba, rodando por el suelo y apretando la barriga con las dos patas delanteras.

— ¿Qué pasó, Biluca? — preguntó la madre, afligida.

— ¡Ay! ¡Ui! ¡Ay!...No sé. Ando con mucho dolor en la barriga. ¡Creo que voy a morir! ¡Socorro! ¡Socorro! — gritaba Biluca.

Doña Ursulina, preocupada, preguntó:

— ¿Tú comiste mucho hoy, Biluca?

— ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!... No, mamá. Sólo unas dos frutitas silvestres...

Y lloraba de dolor, contorsionándose de dolor.

Doña Ursulina cogió al hijito en los brazos y salió en búsqueda de socorro. Inmediatamente encontró a doña Búho, que es el bicho más sabido del bosque.

— ¿Qué está ocurriendo? ¿Cuál es el motivo de tanto griterío? — preguntó doña Búho con sus ojos grandes y saltones.

— ¡Ah! ¡Doña Búho! Ayúdeme, por favor. Mi hijo está muy enfermo y no sé lo que hacer. ¡Ayúdeme, por caridad!

Doña Búho pensó y dijo resuelta:

— Bien, tengo algunos conocimientos de medicina. Coloque el chico sobre aquel tronco del árbol allí.

La madre obedeció, con cariño, y doña Búho, muy compenetrada, se puso a examinar al paciente.

— No tengo dudas. Tenemos que operarlo.

— ¡¿Operar, doña Búha?!...

— Sí. No veo alternativa. Pero no se preocupe, todo saldrá bien. Voy a buscar mi maleta y ya vuelvo.

De hecho, en pocos minutos doña Búho volvía surtida con lo necesario para hacer la cirugía.

Se colocó el delantal, ajustó las gafas y se preparó para la cirugía. Abrió la barriga del osito, pero inmediatamente paró, sorprendida:

— ¡Dios mío! ¡Cuantas cosas!

Y comenzó a retirar todo lo que estaba dentro de la barriga de Biluca: varias frutas, raíces, hierbas, dos peces, tres trozos de árboles...

— ¡¿Hasta una lata vieja, Biluca?! — exclamó asombrada.

Cosió cuidadosamente al pequeño oso y en poco tiempo Biluca estaba bien.

— ¿Cómo estás, hijo mío? — indagó la madre, ansiosa.

— Muy bien, mamá. ¡Estoy sintiéndome hasta un poco vacío!...

Doña Ursina agradeció a la Búho y dirigiéndose al hijo, acentuó:

— Si no fuera por doña Búho, tú podrías hasta morir, hijo mío. Aprende de una vez por todas, Biluca, que comer demasiado no hace bien a nadie. Tenemos que aprender a repartir lo que es nuestro. Lo que sobra de nuestra alimentación puede estar faltando para otros animales. ¿Sabes que existen seres pasando hambre? Mientras tú comes tanto, otros no comen nada. Ayúdate a ti mismo y a los otros dividiendo lo que posees. Además de estar ayudando a otras criaturas y ejercitando la fraternidad y la caridad cristiana, también estarás beneficiándote a ti mismo, pues no comiendo en exceso no sufrirás más de esa manera.

Y en cuanto Biluca movía la cabeza estando de acuerdo, ella completó:

— Debemos comer para vivir, hijo mío, y no vivir para comer. ¿Entendiste?

— Entendí, mamá. Nunca más comeré tanto.

Y a partir de ese día, siempre que ganaba alguna cosa, Biluca la repartía con sus amiguitos del bosque. 

                                                                  
 
                                                                   Tía Célia 


 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita