WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco
 
 
Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 149 – 14 de Marzo del 2010

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

Auxilio mutuo

 

De entre todos los niños de la clase, sólo Octavio y Manuel no se llevaban bien.

Vivían peleando, discutiendo. Si uno quería jugar al balón, el otro deseaba apostar a las carreras; si uno invitaba para una partida de voleibol, el otro quería fútbol. No se entendían nunca y no era raro, que acudieran los puños y puntapiés.

La profesora, preocupada, no sabía qué hacer más para cambiar esa situación.

Cierto día decidió llevar a la clase para dar un paseo en un bosque muy bonito, cerca de la ciudad.

Para entrenar orientación espacial y atención, dividió los alumnos en grupos de dos, combinando que se encontrarían todos en un mismo lugar, previamente combinado, dentro de una hora.

Al dividir los grupos, colocó a Octavio y a Manuel juntos para aproximarlos más uno del otro.

Dando la señal, tomando rumbos diferentes, los pequeños grupos se ingresaron en el bosque. En el retorno, tendrían que relatar a los demás alumnos lo que habían notado de interesante en el recorrido hecho.

Octavio y Manuel iban profundamente irritados. ¿Con tanta gente, por qué ellos tenían que quedarse en el mismo grupo?

Caminaron bastante, peleando todo el tiempo. Si Octavio quería ir por un camino, Manuel deseaba otro.

Así, acabaron alejándose del camino y entraron en medio del bosque. Peleando, no prestaron la debida atención al suelo y, de repente, cayeron en un gran agujero, medio escondido por la vegetación.

Al comienzo, discutieron bastante, acusándose mutuamente por la situación en que estaban, y acabaron atacándose y rodando en el fondo del agujero, a puñetazos.

Tras mucho pelear, cansados y sucios de tierra, se sentaron en el suelo para recuperar el aliento.

Pensando que esa actitud no iba a ayudarlos, Octavio sugirió:

— No adelanta nada quedarnos aquí a pelear y discutir. Tenemos que unirnos para salir de esta

situación. Vamos a gritar socorro.

Por primera vez, Manuel estuvo de acuerdo con el compañero, y se pusieron a gritar:

— ¡Socorro! ¡Socorro!... ¡Sáquennos de aquí! ¿Alguien puede oírnos?...

Gritaron... gritaron... gritaron... hasta quedar roncos. Pero todos estaban distantes y nadie conseguía oírlos. El agujero era hondo y la vegetación apagaba las voces.

Exhaustos, se sentaron para descansar.

— ¿Bien, qué haremos ahora?

— No sé, pero creo que necesitamos buscar un modo de salir de aquí. No podemos quedar dependiendo de los otros — consideró Manuel.

— Es verdad. ¡Tengo una idea! – dijo Octavio.

— ¿Cuál es?

— El agujero es hondo, pero no tanto. Si trabajáramos de común acuerdo, conseguiremos salir. Creo que puede ser correcto – explicó Octavio.

— ¿Cómo? – preguntó Manuel.

— Vamos a hacer una escalera. Yo quedo debajo y tú subes en mis hombros. Con algún esfuerzo, conseguirás saltar para fuera. Después, tú me ayudas a salir también de este agujero.

Así lo hicieron y, no tardando mucho,  Manuel estaba libre.

Enseguida, se bajó extendió la mano, pero no conseguía alcanzar la mano de Octavio. Tuvo una idea, avisó:

— Espera. Voy a buscar un pedazo de cuerda o una rama de un árbol.

Así, dentro de poco tiempo, él halló una rama fuerte y, usando toda su fuerza, consiguió sacar a Octavio del agujero.

Fue una alegría. Estaban cansados, pero aliviados y muy satisfechos. Se abrazaron, agradecidos mutuamente por el auxílio recibido.

La profesora, que ya estaba preocupada con a tardanza de ellos, con sorpresa vio a Manuel y Octavio llegando sucios de tierra, exhaustos, pero abrazados. Espantada, ella quiso saber lo que había pasado y ellos contaron a todos los compañeros la aventura que habían vivido.

Cuando terminaron de contar, Octavio miró a Manuel y dijo:

— Gracias al Manuel, estoy aquí, ahora. Si no fuera por él, no sé lo que sería de mí.


A lo que el otro respondió:

— Pero, si no fuera por ti Octavio, yo aún estaría allá, dentro de aquel agujero.

La profesora conmovida, consideró:

— La verdad es que, sin la unión de vosotros, no se habrían liberado. Me siento feliz por ver que, finalmente, os entendisteis.

Los dos niños se miraron, afirmando:

— A partir de hoy, profesora, seremos buenos amigos, porque notamos que sólo  la unión hace la fuerza.

                                                                  
 
                                                                   Tía Célia 


 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita