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Año 3 114 – 5 de Julio del 2009

LEONARDO MARMO MOREIRA   
leonardomarmo@gmail.com   
São José dos Campos, São Paulo (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Los 20 mayores errores del Cristianismo en relación al Evangelio de Jesús
 

Entendiendo Cristianismo cómo siendo la evolución histórica de los movimientos humanos vinculados a los discípulos de Jesús, conocidos como cristianos, es notorio constatar que, después de la vuelta de Jesús al mundo espiritual, su mensaje ha sido sistemática y continuamente desfigurado.

De hecho, la simple lectura de los Actos de los Apóstolos, relato atribuido al Evangelista Lucas, denota que el propio grupo apostólico, a pesar de su extraordinaria condición espiritual, presentaba diferencias  de opinión e incluso correcto nivel de rivalidades mutuas (cómo, por ejemplo, las discordancias entre Pablo y Santiago el Menor y entre Pablo y Pedro) que dificultaban una homogeneidad de interpretaciones acerca de lo que sería la “Verdad” propiamente dicha. Tal constatación, por sí sola, ya demuestra la insensatez de

aquellos que hiper-valorizan el texto bíblico como siendo única y aisladamente “la palabra de Dios”, ignorando que aún en un grupo de excelencia espiritual incuestionable, escogido por Jesús y que convivió con el Maestro, o sea, que era constituido por testigos oculares de los hechos evangélicos, había dificultades en la comprensión de la esencia del pensamiento de Jesús. (*) Vale recordar que varios pasajes de Actos de los Apóstolos son corroborados por el  romance “Pablo y Esteban”,   monumental   obra   de autoría del Benefactor espiritual
Emmanuel por la mediumnidad segura de Francisco Cândido Xavier.

Esas dificultades iniciales ganaron proporciones cada vez mayores en la medida en que el tiempo fue pasando. Realmente, después de la desencarnación de los Apóstolos, el liderazgo del movimiento cristiano fue siendo entregado a individuos sin los mismos predicados que los Discípulos de la primera hora. Así, lenta y gradualmente, las interpretaciones meramente humanas fueron siendo tomadas como ley dentro del movimiento en cuestión, independientemente del hecho de estar o no en concordancia con la esencia del Evangelio de Jesús.

Siendo así, podríamos elegir 20 tópicos en que queda evidente tal distanciamiento:

1.    Hiper-valorización del Viejo Testamento en detrimento del Nuevo Testamento.

2.    Consideración de toda la Biblia como siendo literalmente la “Palabra de Dios”.

3.    Atribución a hombres e instituciones humanas falibles el carácter de “infalibilidad” divina, tal como ocurrió en 1870, cuando el Papa Pío IX decretó la “infalibilidad papal”.

4.  Consideración de todas las opiniones personales de Pablo como siendo de la misma importancia que las enseñanzas de Jesús.

5.  Análisis de versículos de forma aislada, sin considerar el contexto y sin procurar cualquier correlación con otros pasajes referentes al mismo asunto abordado. 

El Maestro vivió totalmente integrado en la sociedad de su tiempo 

6.     Idolatría de Jesús como un ser a parte en la Creación, o aún un Ser literalmente divino, privilegiado o parte constituyente de Dios. Tal actitud denota un mecanismo inconsciente de escapismo en relación a nuestras obligaciones cristianas, pues, si Jesús es Dios, Él no puede ser realmente seguido de forma concreta en Sus actitudes, lo que sería perfectamente plausible se fuera considerado como nuestro Maestro y Hermano Mayor.

7.  Hiper-valorización de actitudes de culto meramente exterior en detrimento de una postura de amor y serenidad repercutiendo en acciones afectivas en el campo del bien.

8.    Convicción de que vidas aisladas de carácter “monástico”, muchas veces agravadas por votos de silencio e incluso autoflagelación, son formas de agradar y servir a Dios. Realmente, el comportamiento social de Jesús es de más clara antítesis de esa propuesta, ya que el Maestro vivió totalmente integrado en la sociedad de su tiempo.

9.    Preocupación en demasía en memorizaciones de números de capítulos y versículos bíblicos como recurso de manifestación vanidosa de erudición en vez de una valorización de un estudio más profundo sobre el significado de cada pasaje evangélico y su respectiva correlación con la realidad social actual así como la necesidad de vivirla diariamente.

10. Consideración de títulos de cualquier tipo, inclusive religiosos, y consideraciones sociales por encima del juicio de la propia conciencia a la luz del Evangelio de Jesús, que constituyen la Ley de Dios en nosotros.

11.   Interpretación de la crucifixión de Jesús como una especie de “salvo-conducto” para todas nuestras actitudes impías, utilizando el argumento de que Jesús murió para  salvarnos del pecado y, de esta forma, ya estaremos salvos por ese hecho histórico, desde que “aceptemos” a Jesús verbalmente, vinculándonos a la iglesia cristiana y cumpliendo algunos hábitos exteriores.

12.   Abstención de estudio y razonamientos propios, hiper-valorizando conocimientos dichos “tradicionales” u opiniones de religiosos “profesionales”, famosos o no, como si nosotros no fuéramos capaces de buscar la “Verdad” por nuestros propios medios o como si tal búsqueda no fuera una tarea común a todos los hijos de Dios.

13.   Desprecio a la reflexiones de carácter religioso en detrimento de cuestiones asociadas solamente al trabajo material, bajo la justificación de que tales análisis constituyen materia de estudio solamente para los religiosos profesionales. De hecho, la verdadera religiosidad es inherente a todos los hijos de Dios así como la búsqueda de la espiritualidad debe ser nuestra prioridad en la existencia terrena. 

Muchos Concilios presentaron conclusiones contradictorias en relación a otros Concilios 

14.   Fuga de análisis de cuestiones religiosas por considerar que las llamadas “Cuestiones de Fe” no tienen ninguna relación con la razón y con la ciencia, habituándose a colocar asuntos de tamaña importancia en el mismo nivel de discusiones políticas y futbolísticas.

15. Admitir que solamente los cristianos serán salvados, una vez que todos somos hermanos, hijos del mismo Dios, inclusive los ateos, agnósticos y criminales.

16.   Aceptar de forma incuestionable dogmas establecidos por personas que son sujetas a la mismas dificultades que nosotros mismos. Vale mencionar que muchas de las leyes supuestamente universales de Dios fueron decididas con el voto, en Concilios, muchas veces, como placajes apremiantes. Además, muchos Concilios presentaron conclusiones contradictorias en relación a otros Concilios, lo que nos remite a las cuestiones anteriores de inhabilidad.

17.    Admitir que conceptos de carácter religioso no puedan evolucionar. ¡¿Realmente, todas las áreas del conocimiento humano evolucionan y por qué sólo la religión no puede evolucionar?!

18.   Ignorar el hábito de la lectura y del estudio de ciencias, religiones y filosofías, una vez que si la Biblia es la “Palabra de Dios”, sólo su lectura basta al cristiano.

19.   Diferenciar locales y fechas como sagrados o no sagrados basado en cualquier tipo de eventos históricos. El Universo es obra de Dios y todo el es sagrado así como todos los días.

20.   Actuar como los padres o abuelas o amigos actúan o actuaron, excluyéndose de reflexión personal, simplemente por cuestiones afectivas o pereza, olvidando que debemos hacer a los otros aquello que nos gustaría que los otros nos hicieran, así como no hacer a los otros aquello que no nos gustaría que los otros nos hicieran. En otras palabras, debemos amar a los hermanos y a nosotros mismos como Jesús nos amó y ama, trabajando para ser buenos, verdaderos y útiles a Dios, a la sociedad y a nosotros mismos, de forma que seamos hoy mejores que ayer y mañana mejores que hoy.

Para concluir, es fundamental acentuar que el Movimiento Espírita está sujeto a los mismos problemas que en el pasado afectaron al Cristianismo. León Denis hubo afirmado que “El Espiritismo será aquello que los espíritas hagan de él”, ya que la Doctrina es una realidad de Luz y el Movimiento constituido por nosotros una realidad de búsqueda por la Luz. Pronto, si esa búsqueda no es profundamente sincera, difícilmente demostraremos la excelencia de los postulados doctrinarios a través de nuestras actitudes personales o colectivas. 


(*)
Lea, a propósito del asunto, el artículo “¿Tendría la Biblia inspiración divina?”, de Thiago Bernardes, publicado en la edición 112 de esta revista, el cual puede ser visto en esta dirección electrónica:  http://www.oconsolador.com.br/ano3/112/especial2.html



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita