WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco
 
 
Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 2 – 98 – 15 de Marzo del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

El circo llegó

 
 

Geraldito andaba sin destino por las calles, golpeando piedras.

Al volver una esquina, se encontró con un gran cartel colorido donde se veía un león y un domador.

- ¡Opa! ¡El circo llegó!

Geraldito siempre tuvo gran atracción por los circos, pero difícilmente aparecía algún en su pequeña ciudad.

Inmediatamente el niño revisó los bolsillos de las bermudas a ver si encontraba alguna moneda. Nada. Sólo algunas figuritas, una piedra grande bien pulida y un tirachinas.

- ¿Cómo voy a hacer para ir al circo?

Pensó un poco y descubrió:

- Ya sé. Voy a pedir dinero a mi madre.

Volviendo para la casa, Geraldito habló con la madre, que respondió:

- Sí te lo doy, hijo mío. Antes, sin embargo, necesito que tú me ayudes barriendo el huerto.

- ¿Barrer el huerto? ¿Trabajar? ¡Ni pensar!

Geraldito fue hasta la mercería de la esquina, donde el señor José era muy amigo suyo.

- Señor José, ¿podría prestarme una moneda? Quiero ver el espectáculo del circo y no tengo dinero.

- ¿Cómo no, Gerardito? Te daré la moneda si tú me haces un favor. El empleado no vino hoy y tengo algunas entregas que hacer. ¿Podrías hacerlas para mí?

El niño, muy desilusionado fue saliendo disimuladamente:

- Infelizmente no puedo, señor José. Tengo que estudiar.

Volviendo para la casa, Geraldito pasó por delante de la residencia de doña Lucía, una vecina muy buena y simpática. Como ella estaba barriendo la acera, el niño se atrevió a pedirle una moneda prestada.

- ¡Claro, Gerardito! Te daría la moneda, ¡pero estoy tan atareada hoy! Mi ayudante está enfermo y necesito de alguien que me ayude a arrancar las matas del jardín. Si tú me hicieras ese favor, prometo darte una, no, dos monedas.

Decepcionado, el chico respondió:

- Infelizmente, doña Lucía, ahora no puedo. Mi madre está esperándome. ¡Hasta luego! – y se fue.

Gerardito era así. No le gustaba hacer nada y las personas conocidas sabían eso.

Afligido, el niño veía que pasaba el tiempo sin conseguir

recursos para ir al circo.

Por la noche, se aproximó al lugar donde estaba el circo montado. La lona, toda estirada parecía un balón; el nombre, en letras grandes y luminosas, intermitentes, invitándolo a entrar. ¿Pero cómo?

Gerardito pensó que si hubiese hecho algún trabajo, cualquier trabajo, tendría la alegría de asistir al espectáculo, pero ahora era  tarde.   Esa  sería  la  última

función y, al día siguiente, la lona estaría desarmada y los camiones rodando por la carretera.

Se sentó en el bordillo observando el movimiento de personas y coches que iban y venían.

En eso, una señora anciana se resbaló y cayó al suelo. La bolsa que cargaba se abrió y el contenido se esparció por la calzada.

Apenado, el chico se levantó inmediatamente y la ayudó.

- ¿La señora está bien, abuela? – preguntó atento.

- Estoy bien, hijo mío, no fue nada. Gracias a Dios, no me herí. Quedaré dolorida por algunos días, pero sólo eso. 

El niño la ayudó a levantarse y, después, recogió las cosas de ella que habían caído en el suelo, colocando todo dentro de la bolsa.

Rehecha del susto, la señora pidió a Gerardito que la ayudase a atravesar la calle.

Notando que la bolsa era muy pesada, él se ofreció:

- Haré más, abuela. Voy a acompañarla hasta su casa y cargaré la bolso

- ¡Cuanta amabilidad! Pero no quiero molestar, hijo mío. Con seguridad tú tienes otra cosa que hacer…

Pensando en el circo, el niño suspiró, afirmando:

- No... Nada tengo que hacer.

Gerardito llevó a la señora hasta el portal de la residencia y se despidió. La viejita abrió la bolsa y, cogiendo una linda moneda, se la entregó al chico:

- Agradecida, hijo mío. Mira, esto es para ti. Compra lo que quieras. ¡Y ven a visitarme cualquier día de estos!

Sorprendido, Gerardito miró la moneda depositada en la palma de su mano. Era exactamente lo que necesitaba para comprar la entrada al circo.

Cuando menos lo esperaba, recibió lo que tanto quería. Gerardito comprendió que, como ayudó a la viejecita, también fue ayudado. Comprendió también que, si deseamos alguna cosa, tenemos que esforzarnos para obtenerlo. Que, en la medida en que damos, recibimos a cambio.

Así, Gerardito compró la entrada y, en aquella noche, se divirtió al poder  asistir  al

espectáculo del circo.  

 

                                                                  Tía Célia 

 
 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita