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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 2 - N° 61 - 22 de Junio del 2008

 
                                                            
Traducción
MERCEDES CRUZ REYES - MERCHITA926@telefonica.net


El presente
 

 

Beto, niño de nueve años, muy pobre, cierto día ganó un lindo y apetitoso pedazo de bollo.  

Con los ojos brillantes, tomo el bollo con las manos, aspirando, con satisfacción, el buen olor que se desprendía de el, y abrió la boca preparándose para darle una mordida.

En ese exacto momento, sin embargo, paró, acordándose que a su hermano menor, Renato, de siete

años, le gustaba mucho el bollo y que hacia mucho tiempo no comía un pedazo.

Con un suspiro, embrollo el pedazo de bollo y dijo:

- ¡Ya se! Voy a darlo como un presente a Renato. ¡Mi hermanito me  va adorar!

Más tarde Beto entrego el pequeño embrollo al hermano que, abriéndolo, no contuvo la alegría:

- ¡Que Bueno! Me gusa mucho el bollo. Gracias, Beto.

Más cuando iba a morder el pedazo de bollo, Renato se acordó de su hermana Rosa con este pedazo de bollo. Ella había sido tan buena, al llevarme a la escuela, ayudarme con los deberes de casa y me invita para pasear.

Beto concordó y ambos llevaron el presente a la hermana.

Abriendo el embrollo, Rosa sintió agua en la boca. Cuando iba a darle la primera mordida, sin embargo, se acordó del hermano más viejo. Geraldo, y afirmo:

- Desde que papa desencarnó, nuestra situación ha sido muy difícil y Geraldo ha trabajado bastante para ayudar en la manutención de la casa. Hallo que el merece este pedazo de bollo por todo lo que ha hecho por nosotros.

Los otros concordaron y, como estaban en la hora de Geraldo llegar del trabajo, quedaron aguardándolo en la puerta, ansiosamente. 

Mal lo divisaron, los tres hermanos corrieron a su encuentro. Rosa le entregó el embrollo. 

Geraldo lo abrió y sonrió, feliz. Estaba cansado y con hambre. Trabajo todo el día y casi no se alimentó, y ese pedazo de bollo era muy bien venido. 

Sin embargo, se acordó de la madre, que vivía exhausta de tanto trabajar y que los amaba tanto.  Miro a los hermanos y dijo: 

- Mis queridos hermanos. Agradezco la dadiva que me hacen, más creo que mama merece este bollo más que yo. Siempre se sacrificó por todos nosotros y es justo que gane este presente. 

Los hermanos fueron unánimes en concordar. 

Entraron en casa y se dirigieron a la cocina, donde la madre preparaba la humilde refección de la tarde. Geraldo, rodeado por los hermanos, explico lo que estaba aconteciendo y entregó el bollo a la madre. 

Con los ojos rasos de lágrimas, la madrecita miró a los hijos y habló, sensibilizada: 

- Beto, Reanto, Rosa y Geraldo. Estoy muy satisfecha con todos. Ustedes demostraron hoy que somos realmente una familia, que nos amamos mucho y que piensan unos en los otros con olvido de si mismos. Ustedes aprendieron la lección de Jesús que manda hacer a los otros aquello que nos gustaría que nos hicieran. Estoy muy feliz y papa, donde este. Con certeza también estará bastante satisfecho. 

Los hijos estaban muy emocionados, y la madre sonrió con cariño, proponiendo: 

- Y ahora vamos a cenar. Después, repartiremos fraternalmente este lindo bollo y cada uno comerá un pedacito.                                                                 

                                                                       Tía Celia
 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita