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Año 11 - N° 514 - 30 de Abril de 2017
ROGÉRIO COELHO                                        
rcoelho47@yahoo.com.br 
                           
Muriaé, MG (Brasil) 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Rogério Coelho

Domesticación de los
instintos  agresivos


 

A medida que el ego se hace consciente de los valores impresos en el Self, se hace factible una programación
saludables para el comportamiento

“Se reconoce al verdadero espírita por su transformación moral y
por los esfuerzos que emplea para domar sus inclinaciones
malas”. 
-  Allan Kardec1



¡Estudiando la historia de los pueblos, no quedará difícil concluir que la génesis de los instintos agresivos – habituales en los días actuales - se mezcla a la génesis del propio hombre, por lo tanto, se pierde en la noche de los tiempos!... En la frase en epígrafe, observemos que Kardec usó el verbo “domar”. Y él estaba, (como siempre!), lleno de razón, porque para revertir los instintos agresivos en “actitudes educadas”, hay que emplear ingentes esfuerzos de autodomesticación. Y caso no vengamos a tomar la iniciativa por nosotros mismos, los mecanismos divinos pasarán a actuar tal como enseña Lázaro al amonestarnos2: “(...) ¡ay del espíritu perezoso, ay de aquel que cierra su comprensión! Pues nosotros, que somos los guías de la humanidad en marcha, le aplicaremos el látigo y le someteremos la voluntad rebelde, por medio de la doble acción del freno y de la espuela”.

La psicoterapia ante los instintos agresivos

Joanna de Ângelis nos lleva a un viaje a las abismales e ignotas profundidades del “Self”, donde están firmemente implantadas las raíces de los instintos agresivos, mostrándonos como extirparlos.    

Según la noble Mentora, “una psicoterapia eficiente libera al paciente no sólo de los conflictos, sino también de las pasiones primitivas, que pasan a ser direccionadas con equilibrio, transformando los impulsos inferiores en emociones de armonía. Las imágenes arquetípicas que emergen del inconsciente personal, herencias algunas de los instintos agresivos que predominan en la naturaleza humana, resultantes del proceso antroposociopsicológico, se hacen diluídas por la razón, en un trabajo de concienciación de sus inclinaciones malas e inmediata superación, conforme acentúa Allan Kardec, el ínclito Codificador del Espiritismo.

Esas inclinaciones malas o tendencias para actitudes primitivas, rebeldes, perturbadoras del equilibrio emocional y moral, son herencias y atavismos esculpidos en el Self, en razón de la ancha trayectoria evolutiva, en cuyo curso experimentó el primarismo de las formas ancestrales, más instinto que razón, caracterizadas por los impulsos automáticos que por la lógica del discernimento.   Impregnando el ego con su carga de pasiones asalvajadas, necesitan ser trabajadas con ahínco, a fin de que abandonen los cimientos del inconsciente, en el cual se encuentran, y puedan ser disueltas, sustituidas por los mecanismos de los sentimientos de amor, de compasión, de solidaridad...

(...) A medida que el ego se hace consciente de los valores implantados en el Self, se hace factible una programación saludable para el comportamiento, trabajando cada dificultad, todo desafío, mediante la reconciliación con su realidad eterna. Los fenómenos que parecen obstar el proceso de maduración psicológica, ceden lugar a los estímulos por las conquistas que se operan, emulando la nuevas realizaciones edificantes que enriquecen de alegría las relaciones familiares, sociales y humanas en general. Es una forma del paciente desencarcelarse de los impulsos perniciosos, que solamente contribuyen para asalvajar los sentimientos y emparedar las aspiraciones en el estrecho espacio de las ambiciones tormentosas.

(...) La necesidad de trabajar las tendencias primarias, los instintos dominantes y primitivos, se hace imprescindible en todos los individuos. Todo ese patrimonio psicológico ancestral que en él permanece, le constituye un nivel inicial del proceso para la adquisición de la conciencia, que no puede ser violentada, sin graves perjuicios, en lo que concierne a otras manifestaciones que forman parte de la realidad de los propios instintos. Esa batalla íntima se hace posible gracias a los estímulos que transcurren de los primeros resultados, cuando son vencidas las etapas iniciales de la lucha interna que se procesa con naturalidad. Como no se pueden llenar espacios ocupados, se hace imperioso sustituir cada impulso perturbador por un sentimiento ennoblecido, ampliando el área de comprensión de la vida y disputando la armonía en el cometimiento de la salud.

Dejando de lado los impulsos instintivos...

Merece sea evocada, nuevamente aquí, la ya analizada sabia propuesta de Krishna al discípulo Arjuna, conforme es narrada en el Baghavad Gita, cuando el primero le refiere que, en su condición de príncipe pandava, tendrá que luchar con obstinación contra los familiares del grupo kuru, aunque esos sean numéricamente mayores. No obstante el joven candidato a la plenitud deseara la paz, fue tomado de temor por considerar que le sería imposible combatir a los demás miembros de su familia, generando una tragedia de grande porte.

Además, ignoraba donde sería esa batalla vigorosa. Pero el maestro, compasivo y sabio, lo amonestó, informando que se trataba de familiares, sí, porque eran procedentes de la misma raíz, pero que los pandavas eran las virtudes mientras los kurus eran las adicciones, en ese inter-relacionamiento que se estrechaba en la causalidad de los fenómenos, pero que la victoria, a buen seguro, sería de aquellos valores nobles mientras que la lucha tendría que ser obstaculizada en el campo de la conciencia... Ese momento del despertar de la conciencia para la realidad del , también significa la alegría de reconocer la necesidad de liberarse de las pasiones disolventes, generadoras de tormentos.

Indudablemente, el pasado programó en el ser las necesidades de su evolución, apuntándole una finalidad, un objetivo que debe ser alcanzado medíante todo el empeño de su inteligencia y de su discernimiento. Dejando de lado los impulsos meramente instintivos que lo vienen guiando a través de los milenios, ahora despierta para la razón, descubriendo la esencialidad de la vida, que en él mismo se encuentra como tendencia inapelable — su destino — que es la armonía, la plenitud ambicionada... Es inevitable que, durante esa trayectoria, aparecen las dificultades, hoy amenazadoras, que formaron parte de las conquistas pasadas, y, en su momento, fueron los mecanismos de supervivencia y de victoria del ser en relación al medio hostil y a los semejantes primitivos que lo buscaban diezmar.

Venciendo las impresiones que permanecen del ayer, el suyo servirá para diseñarse atractivo y enriquecedor, por propiciarle metas idealistas que irán a desarrollar los sentimientos y la inteligencia, encargados de seleccionar los recursos que lo pueden impulsar para la conquista de la salud integral y del equilibrio social”.

Lo que hoy se entende por inteligente

Nuestro colega psicólogo, Adenáuer Novais, nos ofrece ricos subsidios para el trabajo íntimo de erradicación de los instintos agresivos, y el secreto está en el desarrollo de nuestra Inteligencia Emocional. Según Novaes, existen varios tipos de inteligencia.  A partir del contenido de la cuestión número veinticuatro de “El Libro de los Espíritus”, en la cual los Benefactores Espirituales afirman que “la inteligencia es un atributo esencial del Espíritu”, el autor revela que la pobreza de nuestra comprensión y del lenguaje no nos permite mayores descubrimientos acerca de la esencia del Espíritu, mostrando que lo mismo ocurre com el concepto de la palavra “inteligencia”.

Sobre la inteligencia, explica Novaes4: “(...). Por mucho tiempo se consideró la inteligencia como el atributo principal para designar el máximo de la capacidad del ser humano en hacer del mundo y sus desafíos. La palabra resumía todo lo que se quería afirmar acerca de la capacidad de cada ser humano en lo que dice respecto a sus aptitudes intelectuales. Pero, en absoluto, ella no consigue resumir todas las cualidades ni la diversidad de la naturaleza humana. Las capacidades intelectivas humanas no más pueden resumirse a la palabra inteligencia. Ella concluye sólo el dominio lógico-matemático y linguístico-verbal de la mente humana. El Espíritu, en la riqueza de su evolución y en la complejidad de sus potencialidades tiene más que la inteligencia, como muy bien colocaron los Espíritus en la Codificación al afirmar que ella es sólo uno de los atributos del Espíritu. Como la ciencia de la época no valoraba otras formas de manifestación de las capacidades psíquicas del ser humano se confundía el Espíritu con la inteligencia. Pero hoy, después de estudios y nuevas formas de percepción y valorización de las capacidades humanas, podemos afirmar que la inteligencia en todas sus manifestaciones es sólo uno de los muchos atributos del Espíritu. El dominio de las inteligencias, perteneciente al Espíritu, aún se encuentra de tal forma concebido como un carácter cerebral que no se avanza en la percepción de la totalidad y de la realidad psíquica de la persona. La ciencia se obstina en atribuir al cerebro los potenciales que pertenecen al Espíritu, que se utiliza de aquello que su estructura física posibilita manifestar.

La denominación de inteligencia obedece a una época en que faltaban términos para definir las capacidades del Espíritu. Tal vez aún falten, sin embargo es fundamental entender que la falta no se debe al lenguaje, sino al aprisionamiento a paradigmas mecanicistas y estrictamente vinculados a una concepción materialista y utilitarista de observar el ser humano.  Las inteligencias definidas por la ciencia como capacidades intelectivas, lejos de ser meros campos de evaluación del saber, se aproximan, aunque que de forma tímida, a las facultades del Espíritu.

Podríamos redefinir inteligencia como una aptitud del Espíritu, que resume gran número de funciones independientes, tales como: imaginación, memoria, atención, conceptuación y raciocinio, de entre otras... Ella resulta del aprendizaje a través de la formación de hábitos oriundos de los condicionamientos reflejos así como de la libre expresión del Espíritu en la utilización de su libre albedrío.  Es una función compleja de adaptación al mundo donde la conciencia se hace cada vez más capaz de comprender, criticar y decidir sobre una nueva situación.  Inteligencia es la capacidad de ordenar, organizar y utilizar los pensamientos y emociones en provecho propio; es la capacidad de reunir procedimientos adecuados para hacer cosas; es la capacidad de resolver problemas o de crear situaciones que sean valoradas dentro de uno o más escenarios culturales.

Desviando la concepción de inteligencia como algo conectado al raciocinio y al conocimiento intelectual, Gandhi decía que ‘‘los únicos demonios de este mundo son los que circulan en nuestros corazones. Es ahí que la batalla debe ser frenada”. En el mismo rumbo de Gandhi, Antoine de Saint-Exupéry, en El Pequeño Príncipe, afirma que “es con el corazón que se ve correctamente; lo esencial es invisible a los ojos”. Uno y otro buscan colocar que existe algo más allá de lo que la inteligencia quiere significar. Hay capacidades emocionales que huyen del dominio de aquello que se conoce con el nombre de inteligencia.

Concepto de Inteligencia Emocional

Las famosas pruebas QI, en razón del amplio abanico de las potencialidades humanas, se muestran inocuos, una vez que no pueden comprender toda esa superlativa gama de potencialidades; por lo tanto, son ineficaces para medir la inteligencia y las aptitudes del Espíritu.    

Según aún el psicólogo Adenáuer, las pruebas de QI comprenden parcialmente sólo dos inteligencias: la inteligencia linguística o verbal (del dominio del habla) y la inteligencia lógico-matemática (del cálculo, de la percepción algebraica). Pero existen otras inteligencias, además de esas dos, como por ejemplo: la inteligencia musical, la inteligencia corporal-cinestésica, la inteligencia espacial, la inteligencia intrapersonal, la inteligencia interpersonal, la inteligencia intuitiva y la Inteligencia Emocional. En esta última, está nuestra gran aliada para la domesticación de los instintos agresivos. Aprendamos con Adenáuer4 lo que es, finalmente, la Inteligencia Emocional, que es la capacidad de reconocer sentimientos, y aplicarlos eficazmente como una energía en favor de la supervivencia, adaptación y crecimiento personal.   ES la capacidad de sentir, entender y aplicar eficazmente el poder y la perspicacia de las emociones como una fuente de energía, información, conexión e influencia humanas.

Mahatma Gandhi decía, demostrando haber integrado sus defectos y llegado al equilibrio y a la armonía espiritual deseable a cualquier ser humano: “soy un hombre mediano con una capacidad menos que mediana. Admito que no soy intelectualmente brillante. Pero no me importa.  Existe un límite para el desarrollo del intelecto, pero ninguno para el del corazón”.

El desarrollo de la inteligencia emocional se da con la aparición de la empatia, que es la capacidad de identificarse con el otro, sintiendo lo que él siente. Eso presupone: comprensión, tolerancia y paciencia. La Inteligencia Emocional comprende: autoconocimiento, administración de humores, automotivación, educación del impulso y sociabilidad”.

Para mejorar nuestra Inteligencia Emocional y despertar los potenciales creativos interiores que la fortalecen, debemos, según aún nuestro colega Adenáuer, tomar las siguientes actitudes4: en no molestarse con cosas pequeñas; cultivar optimismo y entusiasmo, que significa tener a Dios dentro de sí; cultivar la persistencia objetiva; desarrollar la propia singularidad (estilo personal) y la simplicidad; siempre reconocer los errores; saber oír y escuchar al otro; aprender a hacer distinción entre los actos y la persona que los practica; mirar en los ojos de la persona con quién hablar; creer en aquello que diga; reconocer y sentir la emoción, no negarla o minimizarla; cultivar la amorosidad, la humanización y la compasión...

La Inteligencia Emocional en el proceso evolutivo

Para hacer realidad nuestra Inteligencia Emocional, debemos considerar que cualquier derrota es aprendizaje importante tanto en cuanto a victoria. Persistir en la búsqueda de alternativas diferentes para los problemas aparentemente insolubles, sin atribuirse incompetencia. Además de los objetivos inmediatos y más próximos, debemos desarrollar internamente la creencia en un objetivo global para la vida como un presente de Dios.  Considerar importante planear, organizar y responsabilizarse por todo lo que ocurre en la propia vida. Aprender a guiarse por la razón y por los sentimientos, buscando alternativas que concilien esas posibilidades. Estimular en sí mismo, en el propio carácter, los aspectos más puros y nobles que posee. Amar la simplicidad, las personas, a sí mismo y la vida. 

Fundamental es desarrollar la autoestima. Para tanto no es preciso nada de excepcional en la personalidad. Es suficiente considerarse hijo de Dios y, por lo tanto, detentor de habilidades mínimas para el desempeño adecuado en el arte de vivir; cultivar la seguridad física, valorando adecuadamente el cuerpo, no se sintiéndose intimidado o con miedo de la vida; tener su creencia personal sobre el propio origen divino; tener la certeza de que la propia vida ha significado y una dirección definida; buscar no perturbarse con pequeñas derrotas, consciente de que mejorará el propio desempeño en la próxima vez; no permitir que la propia ansiedad confunda la preparación para enfrentar nuevas pruebas; finalmente, cultivar la simpatía.

(...) Las emociones son reconfiguraciones del Espíritu. El uso de la inteligencia no debe limitarse a conocer los objetos o aún servir para caracterizarles con nombres o utilidades. Ella representa adquisición superior del Espíritu y debe ser colocada a servicio del amor, sin el cual se hace herramienta inútil y peligrosa.

La Inteligencia Emocional, o la capacidad de administrar afectos, emociones y sentimientos, es el factor más importante de la evolución del Espíritu, en su actual estadio en el planeta. Esa adquisición posibilitará la percepción de leyes transcendentes que lo capacitarán a alcanzar límites fuera del sistema solar”.       


 

[1] - KARDEC, Allan. O Evangelho Seg. o Espiritismo. 129.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2009, cap. XVII, item 4, § 5º. 

[2] - Idem, ibidem, cap. IX, item 8, § 2º.

[3] - FRANCO, Divaldo. Triunfo Pessoal. Pelo Espírito Joanna de Ângelis. Salvador: LEAL, 2002.

[4] - NOVAES, Adenáuer. Psicologia do espírito.  Salvador: FLH, 2000, cap. “inteligência”.




 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita