WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 504 - 19 de Febrero de 2017

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Voluntad de ayudar

Era el día en que la familia se reunía para hacer el Evangelio en el Hogar. Después de la oración hecha por el papá, dieron por terminada la reunión.

Tomaron un vasito de agua fluidificada y conversaron, mientras la mamá colocaba la mesa para la merienda, hablando sobre el tema que el Evangelio, abierto al azar, les había traído para reflexionar, mostrando la necesidad de desarrollar el amor al prójimo.

Mientras la mamá preparaba la merienda, el papá y los niños comentaban sobre el texto, hablando de la importancia de ayudar a todas las personas que lo necesitaran. En ese momento, Julio dijo:
 

- ¡Papá, pero hay personas que abusan de nuestra buena voluntad! Muchas veces ni siquiera necesitan y piden algo por hábito.

Carla, su gemela, escuchó sus palabras y dijo:

- Pero, Julio, ¡el Evangelio nos invita a ayudar a todos los necesitados! ¡¿ Cómo

saber quién realmente lo necesita o quién está abusando de la gente?!...

El niño pensó un poco y respondió:

- ¡Es solo ver cómo piden! ¡Hay personas que tienen todo en casa y viven pidiendo!...

El padre, deseando mantener el ambiente de paz que se había creado con la reunión, intervino:

- ¡Hijos míos! No juzguen. Vamos a tomar la merienda que mamá preparó para nosotros.

Los niños estuvieron de acuerdo y comenzaron a servirse, hambrientos.

Al otro día, Carla fue al colegio y vio a su amiga Viviana con ropa vieja e incluso raída. La profesora Aurora, viendo a la alumna sin el uniforme escolar, le preguntó por qué había venido sin él, a lo que ella respondió:

- Mi mamá lavó mi uniforme, pero no pudo lograr que se secara por culpa de la lluvia. Entonces, para no faltar a clases, pensé que mejor era venir así - respondió ella, roja de vergüenza.

- ¿Pero solo tienes un uniforme, Viviana?

- ¡Sí, profesora! Es que nuestra casa fue afectada por las lluvias que cayeron en estos últimos días. ¡Entonces mi mamá está lavando y limpiando todo, mientras mi papá repara el daño que hizo la lluvia! Se rompió el techo y el agua inundó nuestra casa. ¡Un horror!...

Los estudiantes se echaron a reír, pero la profesora hizo una señal a fin de parar la broma, diciendo:

- ¡Esto es serio! ¡Es una compañera suya que, debido a las lluvias, necesita ayuda! ¿Y si fueran ustedes quienes estuvieran en su condición? Por eso, todos ustedes deberían ayudar a Viviana para que pueda tener otro uniforme.

Los alumnos bajaron la cabeza, sintiéndose avergonzados por haberse burlado de la situación de su compañera. Después, una de las alumnas levantó la mano y dijo:
 

- Profesora, Viviana y yo tenemos la misma talla; pensé en darle una camiseta. ¡Mamá me compró tres porque estaban en oferta!

- Muy bien, Betina. ¿Quién más desea compartir lo que tiene con Viviana?

- Yo te puedo dar un pantalón. ¡Somos del

 mismo tamaño! - dijo otra.

Luego, otro levantó la mano y ofreció una blusa de lana; otra compañera ofreció un par de zapatillas, y así sucesivamente.

- ¡Gracias, amigos! ¡Realmente necesito uniformes! – contenta, agradeció a sus compañeros.

En ese momento, Carla tuvo una idea:

- ¿Por qué no vamos a la casa de Viviana? Así sabremos lo que realmente necesita la familia.

Todos aplaudieron. Se pusieron de acuerdo que, al terminar las clases de ese día, los compañeros acompañarían a Viviana a su casa. Al sonar la campana, los alumnos salieron juntos rumbo a la casa de su compañera, después de avisar a sus familias que irían a la casa de una compañera con la profesora.

Al llegar, se pusieron tristes por el daño que había hecho la lluvia, pero se ofrecieron a ayudar en la reconstrucción. La profesora llevó pan y queso para prepararles la merienda, y la mamá de Viviana hizo sándwiches para todos, ya que no tendrían almuerzo, y se pusieron a trabajar: cargaron madera, ladrillos, sacos de cemento, cal y mucho más. Cuando terminó  el día, estaban cansados, pero felices.

Todos se abrazaron preparándose para volver a sus hogares. Se sintieron muy satisfechos por haber trabajado ayudando a la familia de su compañera. Los padres de la niña agradecieron la ayuda de la clase y abrazaron a todos los niños.

La unión entre ellos había crecido mucho y todos estaban felices. Alguien recordó que había otras personas con problemas a causa de las lluvias. Y, intercambiando una mirada, decidieron que iban a ayudar a otras familias. ¡Después de todo, ahora tenían experiencia y sabían cómo hacerlo! ¡Podrían ayudar a mucha gente!...

Terminado el servicio, antes de irse, sintiéndose contentos por haber podido ayudar a esa familia con buena voluntad, sus pequeños rostros se iluminaran con lindas sonrisas.

Acordándose de su casa, Julio sugirió:

- ¿Podemos hacer una oración, dando gracias a Jesús por haber podido ayudar?

Los padres de Viviana sintieron sus ojos llenos de lágrimas y estuvieron de acuerdo con la propuesta.

- ¿Quién hará la oración? - preguntó el padre de Viviana.

- ¡Yo puedo hacerlo! - dijo Julio, lleno de buena voluntad.

Y cerrando los ojos, dio las gracias a Jesús por el día que habían tenido, pidiendo paz para esa casa y para las casas de todos los alumnos, incluyendo la suya.

Antes de salir, se despidieron de los padres de Viviana con un abrazo. ¡Todos estaban felices! 

MEIMEI

(Mensaje recibido por Célia X. de Camargo, en 28/01/2017.)


  


 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita