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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 495 - 11 de Diciembre de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

 Ayudar hace bien

 

Tadeo, un niño de siete años de edad, salió de su casa para ir al colegio y, como se había levantado más temprano, tenía bastante tempo y decidió ir por un camino distinto, más largo.

Fue caminando y entró por calles que no conocía. Hasta se asustó un poco porque, de repente, se dio cuenta de que no sabía cómo llegar a su colegio. Estaba en una región fea, con casas muy pobres y vio niños jugando en la calle, cuando preguntó:
 

- Me he perdido. ¿Ustedes saben cómo hago para llegar al colegio?

Una niña, que debía tener más o menos su edad, dijo:

- Vas por la primera calle, después giras a la izquierda, y ya estarás cerca del colegio.
 

Tadeo agradeció y tomó el rumbo que la niña le había dado y pronto llegó al colegio. Sin embargo, se quedó pensando en aquella niña. Ella no salía de su cabeza todo el día. Así, al día siguiente, hizo el mismo camino. Los niños continuaban jugando en la calle. La niña formaba parte del grupo y, como era mayor que los demás, guiaba el juego. Tadeo se detuvo y la saludó:  

- ¡Hola! Fue fácil llegar al colegio ayer. Me había equivocado de camino y me perdí. Gracias de nuevo. Yo soy Tadeo. ¿Y tú?

- Virginia.

- ¡Ah! Virginia, nunca te vi en el colegio. ¿Dónde estudias?

La niña dijo que no estudiaba; sus papás no tenían dinero para gastarlo en el colegio.

- ¡Pero en el colegio donde yo estudio no necesito pagar nada! – respondió Tadeo.

- Pero necesitas tener buena ropa, cuadernos, libros y todo lo demás. Y no tengo – terminó la niña triste.

Como Tadeo aún tenía tiempo siguió conversando. Se enteró que los papás de Virginia trabajaban todo el día, ganaban poco y ella cuidaba de sus hermanos menores.

- ¡Pero aún eres muy pequeña! ¿Cuántos años tienes, Virginia?

- Siete años.

Tadeo miró a la niña admirado. Ella tenía su edad, pero ya cuidaba de sus hermanos, por eso no podía estudiar. Tadeo se despidió de ella triste; comparaba su vida con la de la niña de su edad, tan responsable.

Ese día casi no prestó atención en clase. Al regresar a casa, Tadeo buscó a su mamá en la cocina, donde ella estaba terminando el almuerzo, y dijo:

- Mamá, ¿sabías que existen niños que no van al colegio porque no pueden?

- ¿Por qué esa pregunta, Tadeo? – preguntó la mamá asombrada.

Él le contó a su mamá lo que había pasado y que había conversado con la niña.

- Mamá, tienes que conocerla. ¡Ella tiene mi edad y noté en ella tristeza por no poder ir al colegio! Yo también me puse triste. Ella vive cerca y quiero que la conozcas.

- Hijo mío, entiendo tu preocupación, pero hay familias que son realmente muy pobres, sin la mínima condición de vida. Después de almuerzo iremos allá. Nunca supe de ese barrio tan pobre aquí cerca. Veremos qué podemos hacer, ¿está bien? – dijo la mamá, abrazando a su hijo con cariño.

El papá había llegado y, más animado, el niño se sentó a almorzar con su familia. Después ellos fueron hasta el barrio al que Tadeo se había referido. Su mamá también quedó apenada al ver la condición en que las familias vivían. Él le mostró la casa de Virginia a su mamá y fueron hasta allá. Tadeo llamó a la niña, que vino a atender un poco asustada. ¿Qué querían con ella?

Él presentó la niña a su madre y ambas comenzaron a conversar. Laura dijo:

- Virginia, Tadeo dice que tú no estudias y que debes cuidar a tus hermanos. ¿Es verdad?

- Sí, señora. Mis papás trabajan en una empresa de reciclaje y ganan poco. Y yo cuido de mis dos hermanos menores.

Sabiendo que sus papás llegarían del trabajo al anochecer, ella prometió volver para conversar con ellos, dejando algunos alimentos que había traído. Los ojos de la niña brillaron, diciendo que habían llegado en buena hora, pues ella no tenía nada que dar de comer a sus hermanos.

Así se despidieron, dejando un poco de alegría a esa casa. Al final de la tarde, ellos regresaron. Los papás de Virginia los recibieron con placer. Laura les explicó la razón de su visita, y preguntó:

- ¿Ustedes saben que hay una guardería aquí cerca, donde los niños pueden estar bien cuidados durante todo el día? ¿No? ¡Pues es verdad!

- Doña Laura, llegamos hace poco tiempo y no conocemos nada de esta ciudad. ¡Si los niños tuvieran donde quedarse, es una bendición! Entonces Virginia puede ir al colegio como tanto desea – dijo el papá.

- Así es, Antonio. En cuanto al material escolar y libros, son brindados por el mismo colegio. Lo que haga falta, yo se lo daré a su hija. Además, mi marido tiene contactos y podrá conseguirles otros trabajos. ¡Pueden contar con nosotros para lo que necesiten!
 

Unos días después, Virginia ya estaba matriculada en el colegio y feliz de la vida. Tadeo le dio una mochila que le habían regalado y no la iba a necesitar, pues ya tenía otra, además de ropa y zapatos que no le quedaban más a su hermana, un año mayor que él.

Así, la alegría volvió a esa familia, donde todo faltaba y donde ahora la vida sería

más fácil. Y en la casa de Tadeo, también aumentó la alegría, porque habían ayudado a otras personas muy necesitadas. Ellos descubrieron que en ese barrio todos eran pobres y vivían con dificultades. Así, Laura y su familia pasaron a ayudar a otros hogares, lo que les proporcionó una gran dosis de satisfacción y paz interior.

Ahora, sus oraciones en familia se revestían de significado especial, pues sentían que Jesús estaba feliz con todos ellos.            

MEIMEI

(Recibida por Célia. X de Camargo, el 22/07/2013.)



                                                   
 



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