WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 493 - 27 de Noviembre de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

El freno y la espuela

 

Samuel era un niño inteligente, que siempre estaba deseando hacer lo mejor, pero por querer adelantarse, a menudo se equivocada, metiendo la pata y perdiendo la oportunidad de hacer algo bueno y útil para el prójimo.

Él había aprendido en las clases de Evangelización que necesitaba hacer el bien y tenía mucho deseos de ayudar a sus amigos con las tareas escolares o en aquello que necesitasen, pero no lo lograba porque quería que sus compañeros hicieran las tareas a su manera.

Un día, estaba muy molesto sentado en el balcón de su casa, y observaba el movimiento de la calle, los carros que pasaban y las personas que transitaban por la calzada.

En ese preciso momento, Marta, su profesora de Evangelización, pasó y viéndolo sentado, pensativo, se detuvo y abrió el portón diciendo:

- ¡Hola, Samuel! ¿En qué estás pensando? ¡Pareces distante!...

El niño le sonrió feliz:

- ¡Hola, tía Marta! ¡Estoy pensando en la vida!
 

Sorprendida, la profesora se acomodó cerca de él y sonrió, hallando divertidas sus palabras:

- ¡Vaya! ¡Aún eres muy joven para pensar en la vida, Samuel! ¿Pasó algo?

- No, tía Marta. ¡Solo quiero ayudar a las personas y es difícil!...

Marta lo miró, intentando entender cuál era la dificultad que Samuel veía en ayudar a alguien y sonrió afirmando:

- Tenemos que ayudar a las personas en lo que estén necesitando.

Samuel, que prestaba atención a sus palabras, le contestó:

- Pero es exactamente eso lo que no logro saber: ¡qué quieren!

- ¡Ah!... Ya entendí, Samuel. Tú quieres ayudarlas, pero no sabes lo que quieren. Por ejemplo: si quisieras ayudarme ahora, necesitas saber lo que deseo o ¡necesito realmente! ¡En este momento, quiero saber quién puede pegar mi zapatilla que se despegó! De lo contrario, te podrás cansar y no resolver “mi” situación. ¿Entendiste?

- Pues precisamente esa es mi duda, tía Marta. A veces la persona está corriendo para hacer una tarea, ¡pero no sabe cómo hacerla! Otras veces, sabe cómo hacerla, pero no tiene cómo realizarla.

- Entendí, Samuel. ¡En el Evangelio hay una página que habla exactamente de eso! Entonces, en nuestra vida, los Amigos Espirituales usan dos métodos, es decir, el freno y la espuela.

- ¿Cómo es eso, tía Marta?
 

­­- ¿Ya viste como el jinete maneja al caballo? Si el caballo va muy de prisa, ¿qué hace el jinete?

­- Jala el freno, para que el caballo vaya más lento.

­- Exacto, Samuel. Y cuando el caballo va muy lento...
 

­- ¡El jinete usa la espuela, para que corra más!

- ¿Entendiste?

El niño sonrió, afirmando satisfecho:

- ¡Entendí, tía Marta! Cuando alguien está desbocado, como el caballo, los Amigos Espirituales usan el freno, es decir, impiden que la persona salga corriendo y pierda la oportunidad de servicio.

­- ¡Exacto Samuel! ¿Y cuando la persona va despacio, sin preocuparse de lo que necesita hacer?

­- En ese caso, los Amigos Espirituales usan la espuela, obligando a la persona a ir más rápido, de acuerdo con la necesidad, ¿verdad?

- ¡Exactamente, Samuel! – respondió sonriendo la profesora, abriendo las manos. – Todo depende de nuestra decisión, ¿verdad?

- ¡Interesante! ¡Ahora veo que nuestros Amigos del Más Allá hacen por nosotros exactamente lo que necesitamos!

- Tienes razón, Samuel. Para cada temperamento, ellos usan una técnica diferente, haciendo que el candidato a la evolución aprenda cómo ayudarse a sí mismo.

El niño sonrió satisfecho y, saltando a los brazos de la profesora, le dio un gran abrazo afirmando:

- ¡Interesante, tía Marta! ¡Dios, Nuestro Padre, sabe exactamente cómo somos y nos da la mejor manera de resolver nuestros problemas!

- Cierto, Samuel. ¡Nuestro Padre nunca se equivoca en sus acciones! Da a cada uno exactamente lo que necesitamos para cumplir nuestras tareas.

Samuel se quedó callado, pensativo, después volvió a hablar:

- Nuestro Padre nos conoce muy bien, ¿verdad? Él sabe exactamente qué darnos para hacer. ¡Tía Marta, me gustó mucho lo que aprendí hoy! ¡Gracias!

La profesora lo abrazó y ambos siguieron por la calle, deseosos de conocer el pegamento necesario para pegar “su” zapatilla. En seguida, Samuel sonrió:

- ¡Qué maravilla! ¡Estoy feliz con la oportunidad de hacer lo mejor!... Voy a buscar a un amigo mío para hablarles de las condiciones que tenemos de ayudar al prójimo.  

MEIMEI 

(Recibido por Célia X. de Camargo, en Rolândia-PR, el 11/07/2016.)



                                                   
 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita