WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 480 - 28 de Agosto de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Fue Jesús quien te envió

 

Juan caminaba por la calle polvorienta, bajo el sol fuerte y con mucho calor, en búsqueda de alguien que pudiera ayudarlo. El niño de nueve años, de familia muy pobre, atravesaba por necesidades extremas.
 

En el camino a la ciudad más cercana, iba mentalmente pidiendo ayuda a Jesús para  poder conseguir algo, porque su mamá estaba enferma y necesitaba comer para poder levantarse de la cama y trabajar.

Entonces, el pequeño Juan, lleno de voluntad, aceleraba el paso para llegar pronto a la aldea.

Al entrar en el pueblo, encontró una feria con varios puestos, donde vendían verduras,  papas, yucas, legumbres, frutas y cereales, además de dulces y pasteles.

Animado, el niño aceleró el paso y entró en la feria, encantado

al ver todo en gran cantidad.

¡Cuánta comida! – pensó. – Voy a pedir a los vendedores y espero que den lo que tengan o lo que ya no quieran más.

Acercándose a un puesto grande y bonito, suplicó:

- Joven, mi familia es pobre y mi mamá está enferma. ¿Me podrías dar algo para llevar a mi mamá? ¡Vine de lejos y allá, donde vivo, casi no hay nada que comer! ¡Hace mucho tiempo que no llueve y no tenemos nada! ...

Pero el vendedor, sin tener piedad, expulsó a Juanito de allí con palabras duras:

- ¡Vete de aquí, niño! ¿Piensas que trabajé tanto para dar lo que conseguí a vagabundos como tú? ¡Aléjate de mi puesto o te daré un puntapié en el trasero!

Juanito bajo la cabeza con lágrimas en los ojos y se alejó triste.

Tres veces más, el niño pidió ayuda a los vendedores, que no lo atendieron.

Entonces, caminó hasta un árbol que tenía una copa pequeña, pero donde podía esconderse del fuerte sol. Se sentó a la sombra y se puso a observar a los demás vendedores.

Juanito pensaba: ¿Qué hacer? No había conseguido nada para dar de comer a su familia que se había quedado en casa. ¿Cómo resolver el problema?

En ese momento el niño, llorando, elevó su pensamiento a lo Alto pidiendo ayuda a Jesús:

- Jesús mío, estoy muy triste. El señor sabe que mi madrecita está enferma y necesita comer, así como mis hermanos menores. Ayúdame, Jesús. No necesito mucho, sólo lo necesario para hacer una sopa. ¡Yo sé que el Señor me puede ayudar, Jesús! ¡Ayúdame, por misericordia!

Juancito se quedó con la cabeza gacha, llorando. Él sabía que Jesús no dejaría de resolver su problema.

De repente apareció una bonita niña de cabello rubio y rizado, que se acercó a Juancito y le ofreció algunas verduras y legumbres.

- ¡Toma, son para ti! - dijo ella con una linda sonrisa.

Balbuciendo, él contestó:

- ¡Pero no puedo pagarte, niña!
 

- No te preocupes. Llévalo a tu casa. ¡Están fresquitas, fueron recogidas hoy!

Entonces, Juanito agradeció:

- Gracias, niña. Estoy muy agradecido. La verdad, no tenemos nada para comer en casa. Lo que me diste será muy bueno para nosotros, créeme.

- Me alegro de que te haya gustado. Son tuyas.

Juancito miró a la niña y sonrió, preguntándole su nombre, y ella respondió:

- Mi nombre es Lucía. ¿Y el tuyo?

- El mío es Juan. Lucía, eres una niña muy buena. Voy a hacer una oración pidiendo a Jesús que te bendiga por el bien que nos hiciste hoy. ¿Tal vez podamos encontrarnos otras veces?

Juan le explicó donde vivía con su familia, un lugar no muy lejos de allí. Se despidieron y él le dio un cariñoso abrazo en agradecimiento por su gentileza.

Lucía le devolvió el abrazo diciéndole que, siempre que lo necesitara, podría venir a buscar legumbres, verduras, frutas y todo lo que necesite, pues sus papás eran generosos y nunca le negaban nada a nadie.

Y, mirando al niño, dijo:

- Nosotros también hemos pasado por mucha necesidad, Juan. Por eso, mis padres nunca dejan de ayudar a quien lo necesita.

Juancito, antes de irse, le dijo:

- Gracias, Lucía. ¡Fue Jesús quien te envió para ayudarme! ¡Créeme, siempre estarás en mi corazón!

Y Juancito regresó a su casa muy feliz y agradecido con Jesús por haber encontrado a alguien tan generoso como su nueva amiga Lucía.

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 11/04/2016.)


                                                   
 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita